No sé si he tenido suerte o no la he tenido. Lo que sí tengo claro, es que he trabajado mucho y me he formado otro tanto.

Empiezo las cosas por el principio para que nos entendamos. Desde bien joven siempre supe que me gustaba el mundo de la publicidad, así que mi elección de carrera y consecuentes Masters fue sencilla.

Como todos los que queremos formarnos y escalar en nuestra vida laboral, he comido bastante mierda.

Lo típico, veranos sin vacaciones, horas extra, siempre aportar más e ir más allá, desarrollar habilidades personales e intentar dar el 100% de mi, quedarme sin fines de semana, viajar y trabajar 20h al día.

Por qué no decirlo, estoy orgullosa de decir que antes de mis 30 ya era Directora de Marketing en una gran empresa y a día de hoy soy además Directora de la unidad de negocio en Europa.

Y mira, no puedo evitar darme cuenta de que cuando la gente hace referencia a mi carrera profesional, siempre escucho las mismas putas frases «Joe que suerte has tenido» «Se han alineado los astros» «Te ha tocado la lotería». Y para serte sincera, me toca mucho la moral.

No tengo problema alguno para contestar con un «Suerte ninguna, talento y mucho trabajo». Pero ¿Sabes lo que pasa cuando pones las cosas en su sitio? Que te miran y te dicen algo del estilo «Bueno, mujer relájate que era una forma de hablar, no seas chula»

No os podéis imaginar lo mucho que a una le castigan por tener un puesto de este nivel y sentirse orgullosa de ello.

Somos varios en nuestro grupo de amigos y a uno de nuestros amigos le han ascendido a manager de marketing digital. Para que nos hagamos una idea, en mi equipo tengo 3 managers de marketing digital, uno para Europa, otro para USA y otro para Asia. Además también tengo managers de ventas y otros puestos distintos dentro del equipo.

Bueno, pues resulta que los comentarios respecto a la carrera profesional de este amigo son comentarios como «Joder, es que es un tiburón» «Normal que le asciendan, el tío es muy listo» «Menudo fiera» «Seguro que es un crack en lo que hace» y otros tantos halagos.

Y lo más acojonante, es que tiene un ego más subido que el tupé de Travolta.

En varias ocasiones ha interrumpido a amigas, dándolas a entender que no sabían de lo que estaban hablando. Se pasa el día presumiendo del número de cafés que le pide a la chica que tiene a su cargo. Lo cual, me parece de un mal gusto terrible. Yo no he pedido un café en mi puta vida, me bajo a la cafetería y lo cojo yo.

Pero ¡Eh! Es un puto tiburón y nadie le dice nada porque es el puto jefe del mambo.

¿Soy yo o tengo la sensación de que muchas personas aún creen que a las mujeres nos regalan nuestros puestos?

Me da la sensación de que aún existen muchas personas que creen que las mujeres deberíamos dar gracias de que nos asciendan, porque nos están haciendo un favor. Eso sí, luego hablamos de una misma trayectoria laboral masculina, o incluso una trayectoria laboral con menos recorrido y el tío es un luchador, un tiburón y un jefazo.

¿Qué estamos haciendo mal señoras?

Hace años se decía que las mujeres que ascendían eran unas «come pollas» ahora directamente se dice, que es todo por cuestión de suerte, por estar en el sitio correcto en el momento adecuado y otras mil mierdas más que poco tienen que ver con la cantidad de esfuerzo que he invertido en mi vida profesional.

¿Tanto jode ver a mujeres en puestos ejecutivos?

¿Tanto jode tener que reconocer que los hombres nos son seres supremos con habilidades únicas, sublimes e intransferibles?

Nos pasamos las noches del sábado hablando de la brecha salarial, de las oportunidades laborales y la discriminación de género. Y somos todos muy modernos y estamos muy concienciados con la desigualdad entre géneros hasta que a una amiga le dan un puesto ejecutivo. Entonces ya no hablamos de eso, ahora solo hablamos de que es cuestión de suerte y casualidad.

Sinceramente, pensaba que como sociedad habíamos pasado ciertas barreras, por un momento pensé que ya no quedaba gente así, pero puedo ver que aún queda mucho trabajo por hacer y muchas barreras por tirar abajo.

 

Anónimo