Cuando me quedé embarazada ya sabía que iba a necesitar una escuela infantil para mi bebé. Su padre y yo trabajamos, no queríamos abusar de la familia ni tampoco contratar a alguien que lo cuidara en casa. Empezamos a visitar las guarderías de la zona estando aún embarazada y pedimos plaza en la pública en cuanto eso fue posible. No la conseguimos, por lo que no nos quedaba otra opción que contratar una privada. De las dos que nos quedaban más cerca una era todo lo que una mamá primeriza pudiera soñar. Me encantó el personal, la metodología, las instalaciones y hasta el olor que despedía la cocina cuando estuvimos allí. Además de que era la que tenía un horario más amplio y la que mejor se adaptaba a nuestras futuras necesidades de conciliación. ¿Qué pasaba con esa? Que también era la más cara. La otra nos salía por unos buenos euros menos, pero, jo… es que me gustaba tanto la otra. ¡Queríamos lo mejor para nuestro chiquitín!

Ajustamos nuestros gastos al de la escuela infantil y reservamos la plaza para nuestro pequeño en la que tan buen rollo me daba. Y unas semanas más tarde empezamos la adaptación justo a tiempo de que me incorporase al trabajo. Estábamos muy contentos con la elección. Al niño se le veía bien cuidado y atendido y en personal era realmente tan atento y flexible como nos había parecido que serían. Lo dejábamos allí cada día a sabiendas de que quedaba en buenas manos.

Y, entonces, se puso malito. Nada grave, gastroenteritis. Pero, claro, con enfermedades infecto-contagiosas, por leves que se presenten, a la escuela no le podíamos llevar.

Era la primera vez que nos pasaba y nos pilló bastante a contrapié. Supongo que todas las que sois madres sabéis cómo va eso de encontrarte de repente con que el niño no puede ir a la guarde y volverte loca para solucionarlo. Porque es obvio que necesita estar en casa y atendido, pero también lo es que los adultos tenemos responsabilidades y que faltar al trabajo, así como así, no es algo que todo el mundo se pueda permitir.

Así que, venga, ponte a hacer llamadas, a despertar a familiares, a jefes y a quien haga falta. Fue una mierda muy estresante la primera vez y creo que lo será siempre. Aunque es verdad que, a base de verme en la misma situación una y otra vez, al menos ya le tengo pillado el punto y tardo menos en solucionar la papeleta. Porque yo no sé si esto es algo de los niños postpandémicos o si ha sido así siempre, pero el mío está siempre malito. Cuando no es una cosa, es otra. Si hay veces que hasta me dejan caer que igual necesita volver a pasar por un período de adaptación porque lleva tanto sin ir que… Y yo me pregunto: ¿Para qué pago una escuela infantil si el niño se pasa el 70% del tiempo enfermo en casa? ¿Para qué? ¡Es tirar el dinero! Le estamos dando una parte muy importante de nuestros ingresos para absolutamente nada. Ni que fuésemos una ONG, vamos.

Con lo bien que nos vendría esa pasta y nosotros gastándola en un servicio que apenas podemos usar. Es una mera reserva de plaza. Es una especie de patrocinio para el buen funcionamiento de la escuela. Porque nuestro hijo se pasa de octubre a mayo encadenando una enfermedad con otra. Catarros, bronquiolitis, gastritis, fiebres inexplicadas… lo que venga. Y, mientras tanto, nosotros haciendo encaje de bolillos, nuestra familia y algunos amigos dándolo todo por nuestro pequeño y un montón de gente cambiando horarios, corriendo con la hora pegada en el culo o haciéndose cargo de una criatura a la que no sabe muy bien cómo tratar.

He perdido la cuenta de las veces que he enviado un mensaje a mi jefe en plena madrugada. Y estamos agotados de devolver horas, de hacer mil turnos y de pedir y deber favores. Os juro que le escucho toser y yo ya abro el grupo de Whatsapp creado a tal efecto y voy preguntando quién está libre esa semana de diez a dos.

Estamos agradecidos de que, pese a todo, nuestro hijo sea un niño sano, ya que nada de lo que tiene es grave. Pero es que, de verdad, ¡qué movida esta de hacerse con un poquito de inmunidad! ¿Va a ser siempre así? ¿Voy a estar tres años pagando todos los meses para que el niño asista solo unos cuantos días? ¿Nos plantearemos pedir una excedencia uno de los dos y al menos no tirar la pasta? ¡Por favor, que se termine esto ya!

 

Envíanos tus dramamás a [email protected]

 

Imagen destacada