PELÍCULAS DE MIEDO QUE ME TRAUMATIZARON LA INFANCIA

 

Aunque parezca increíble lo que os voy a revelar, es algo cien por cien verídico: hay gente a la que le gusta pasar miedo. LES GUSTA.

Yo no lo entiendo, la verdad, suficiente miedo paso al hacer la declaración de la renta; pero igual que hay gente que recibe su chute de adrenalina practicando algún deporte extremo o participando en concurso de ver cuántas salchichas engulle en diez minutos, a riesgo de morir asfixiado sin necesidad, hay otras que disfrutan a base de pasar miedo: películas, escape rooms, casas del terror, turismo en sitios abandonados…

Brrr, sólo de pensarlo se me erizan hasta los pelos del cogote. Yo creo que fue porque siendo preadolescente, forzada por la presión social de mi grupo de amigas, tuve que ver algunas películas que, vale, con la perspectiva que da la edad y la sabiduría, ahora sé que no son para tanto -algunas malas con avaricia-, pero que en ese momento de mi tierna juventud me acarrearon largas noches en vela, en las que mi cerebro recreaba todo tipo de detalles recopilados, incluso de los que no era consciente.

Y es que, que levante la mano quien no las pasó canutas con alguna de estas películas, que marcaron nuestra preadolescencia, intercaladas con las típicas (y sumamente predecibles) películas de instituto.

 

Scream

La película de miedo causante de que me diese por empezar a correr, porque mi lógica me decía que tanto asesino como víctimas tenían pinta de haber llevado una vida sedentaria, a mí no me fastidiéis.

Cuando corrían eran como Homer Simpson: cuatro zancadas y ya con flato, y claro, así les cazaban enseguida, y eso que ellos iban corriendo y el asesino andando. De modo que si conseguía correr rápido durante varios minutos, mis probabilidades de escapar con vida aumentaban exponencialmente.

Lo malo es que no tardé en darme cuenta de que correr no era lo mío. Tampoco sabía montar en bici (sí, ya sé que me vais a soltar el típico «no has tenido infancia»; otro trauma más al saco), y conducir mucho menos, por lo que mis opciones de huida en el hipotético caso de hallarme dentro de una peli de adolescentes buenorros de instituto estadounidense se reducían a no viajar nunca a Estados Unidos durante mi adolescencia. Y así seguro que no me pasaba nada malo.

 

Sé lo que hicisteis el último verano

Más de lo mismo, pero sustituyendo una máscara y un cuchillo por una capucha y un gancho. Los guionistas y productores se pusieron un pin destilando originalidad a raudales. Fijo que dándose palmaditas en los hombros mientras se fumaban un puro.

Pero la peli funcionó. Y a mí me metieron el miedo a conducir. Aún no tenía edad para eso, pero tampoco me inspiraba ninguna confianza. Tenía que ser dificilísimo si a la mínima de cambio acababas atropellando a una persona y que, con razón, se cabrease contigo por paquete.

se lo que hicisteis

No, no quería que la vida de otros estuviese en mis manos, que encima tenía problemas con la lateralidad y podía liarla parda. Así que mejor se lo dejaba a otros y yo mientras me veía la de Alguien como tú, que tenía al mismo protagonista, y sin tanta sangre.

 

Deep Blue See

Ésta película de miedo la vi alquilada en el videoclub (eso que existía antes que Netflix) en verano… Sí, porque a mis amigas no se les ocurrió mejor película para ver antes de que me fuera de vacaciones a la playa.

Imaginaos el percal. Ese año apenas me adentré en el mar más allá de que me cubriera la cadera. Por si acaso. Que tampoco hice mal porque no hubo tiburones, pero sí medusas como la palma de mi mano. 

Así que pasé esos días acoplándome a unos críos vecinos, haciendo castillos con fosos en la arena. A tope de fiesta, que el ritmo no pare.

deep blue sea

 

Destino final

Lo reconozco, a ésta no me tuvieron que arrastran a verla. Devon Sawa tenía el suficiente gancho como para que quisiera ver la película, por mucho que supiera que iba a sufrir. Pero las penas con él, eran menos penas por aquel entonces. Mi carpeta escolar era testigo.

destino final

Con esta película veía la muerte en todas partes. ¿Montarse en la lanzadera del Parque de Atracciones? La muerte. ¿Irse de excursión al monte con las amigas? ¿Y si te ataca un oso? La muerte -sí, el tema de hábitats geográficos no lo tenía muy dominado-. ¿Cortar cebollas? Me corto un dedo y me desangro. La muerte… Y así hasta que me olvidé de la peli, lo de Devon me duró un par de años más.

 

El sexto sentido

Creo que es la única que he podido volver a ver, incluso varias veces, porque hay que reconocerlo, El sexto sentido siempre será la obra maestra de M. Night Shyamalan por muchos años que pasen y más películas que haga.

Pero aunque ahora me sepa todos los sustos y, obviamente, ya no me aterren, eso no significa que no me cagase viva cuando la vi por primera vez en el cine. Cómo lamenté no haberme llevado un algo para taparme y haber comprado palomitas, porque con tanto bote, al final no me comí ni la mitad. Acabaron desperdigadas por la moqueta de la sala. Y tirar comida me da mucha rabia.

sexto sentido

Pero volviendo al trauma, os aseguro que después de ver esta película, tardé más de un mes en arriesgarme a ir al baño en plena noche. Pero eso sí, desarrollé mi capacidad de vejiga y mi aguante hasta límite insospechadamente elásticos.

 

The ring

Y he dejado para el final la que me traumatizó de verdad, tanto, que hasta el día de hoy no puedo evitar un estremecimiento involuntario si veo algo que mínimamente se le parezca por la calle: esa mata de pelo larguísima, enmarañada y oscura, que vela el rostro de cualquier mujer desorientada y tambaleante.

películas de miedo

No, no es broma. El otro día en la piscina, una chica hizo amago de emerger del agua como la Sirenita, intentando rociarlo todo con gotas expulsadas por una perfecta espiral de Fibonacci, pero en cambio salió tan abruptamente que se le quedó todo el pelo mojado apelmazado sobre la cara y así mismo subió la escalerilla.

Me dio un parraque, os lo juro. Un conato de infarto, que, porque todavía soy joven, pero me pilla octogenaria y no lo cuento.

Y es que en su día, esta película no sólo me traumatizó a mí, la histeria fue colectiva entre mis amigas. Estuvimos la primera semana sin llamarnos por teléfono para no asustarnos. Y meses después, en una fiesta de pijamas, una de ellas casi se cae de espaldas cuando la anfitriona la recibió en camisón con el pelo volcado hacia delante. No, hombre, no, con la salud de la gente no se juega.

 

En fin, por desgracia, no son las únicas películas de miedo o terror que tuve que tragarme, pero sí son las que peor me sentaron. ¿Y vosotras?

¿Estas películas también causaron estragos en vuestra adolescencia o recordáis alguna todavía más traumática que, a pesar de los años, os siga arrancando algún escalofrío?

 

Carla Jano