¿Cuánto tiempo invertimos en vivir de meta en meta? ¿Cuántos planes has rechazado con tus amigas? ¿A cuántas comilonas has dicho ‘NO’? ¿Luchaste o te rendiste? ¿Llegaste al objetivo? O, por el contrario, fracasaste. Y al final del arduo camino… ¿Resististe? 

En ocasiones, muchas de nosotras podemos identificarnos con algún momento de nuestra vida subidas a aquella báscula que dictaría nuestra ‘valía’. Encima de aquel escenario de teatro falso. Hacia ese escaloncito de escasos centímetros que, en definitiva, te haría feliz o desgraciada. ¿Os suena el cuento?

Vivimos en la cultura de la tonificación, en donde las chichas, los rollitos y las barrigas ‘blandengues’ son sinónimo de rechazo social. Muchas de nosotras pensamos que estamos condenadas por haber ganado unos kilitos de más y derrochamos nuestro tiempo y energías entrenando en un gimnasio incluso con el estómago vacío. 

Seguí ese camino de metas y esperanzas durante mucho tiempo, hasta que me quité la venda de los ojos y grité bien alto: ¡Basta! Basta de aislamos y permanecer inmóviles para no ser descubiertas, para tapar nuestro plan. Mi plan, hace 3 años era poder pesar los 48Kg de la niña de primaria que un día fui. Meterme en los apretados pantalones  ‘pitillo’ de Bershka de la talla 32 . Luchaba por llegar a esa talla aunque me costara un atardecer, una pizza y una cerveza en la mano.

Al final, todo cambió cuando me hice <<la pregunta>>. Me subí a aquella báscula, cogí aire y pensé: ¡¡Lo conseguí!! El peso que quería, ante mis pies. Con la ropa desperdigada por el suelo, ante la emoción de desvestirme y, a pesar de haberlo lograrlo: me sentí pequeña.

¿Acaso estaba intentando ocupar menos espacio en el mundo?

Fue entonces cuando me dije: <<¿Y ahora qué?>> Aquella pregunta marcó un antes y un después y me llevó a reflexionar sobre lo equivocada que estaba: 

“La talla no nos define”

Hay una realidad innegable y es que los cánones de belleza en pleno siglo XXI están por todas partes empezando por tus redes sociales, en la moda, la publicidad… Pero querida amiga: No estás sola. No eres un porcentaje de grasa y tampoco tienes por qué tener un trasero grande ni los músculos bien definidos. No somos la talla 32. Ni la 36. Ni la 40… No somos una talla. Somos más que un cuerpo. 

Cuando llegué a los 48Kg lo tenía todo (por un segundo) y, sin embargo, me faltaba todo. Ciertamente, algunas metas nos ciegan y nos alejan de nuestra preciada originalidad y fuerza que poseemos como mujeres.

¿Y el tiempo? 

El tiempo pasa mientras nos ponemos restricciones para llegar a alcanzar los ansiados 48 Kg. Pasamos noches sin dormir por tener hambre. De meta en meta. Cancelamos un montón de salidas con nuestras amigas y silenciamos la vida hasta dejarla en mute.

Como consecuencia, comienzan los dolores de cabeza y el mal humor diario, las náuseas, el estrés, la ansiedad, las mentiras a tus familiares, la frustración o la tristeza… ¿No os parece un suicidio? 

Todas somos normales

Cada vez son más mujeres las que se atreven a contar su historia mostrando sus cuerpos en pantalla sin filtros y sin tapujos. Dejando a un lado a nuestra <<modelo de fantasía>> para dejar paso a nuestro verdadero cuerpo.

Sé que no es fácil, por ello, te recomiendo hablarlo con tu terapeuta, con una amiga, un familiar o un compi de trabajo… pero ante todo: Háblalo, y, sobre todo: ¡No te aísles!

También te recomiendo que eches un vistazo a la cuenta de @danaemercer en Instagram. Una de entre tantas mujeres que dan visibilidad a los denominados ED (Eating Disorders). Tan solo con ver sus fotos lo entenderás, tu sonrisa saldrá disparada inevitablemente.

Tiempo para reconciliarte

Ahora lo único que queda es volver a sanar. Mirarte al espejo y recuperar tu poder. Convertir tu experiencia en algo positivo. Volver a reprogramar tu mente y poco a poco amar nuestro cuerpo tal y como es.

<<Intentar controlar el peso dice mucho de cómo estás por dentro. De tus vacíos. De lo que intentas llenar>>

Al final, el peso comienza a tomar un segundo plano cuando resolvemos aquellos problemas o situaciones que nos aturden. Lo cierto es que nunca es demasiado tarde para decirle lo que piensas a un familiar, para dejar ese trabajo que tanto detestas, para retomar un antiguo hobbie … ¡Quién sabe! La respuesta la tienes tú.

No mires atrás, ni tampoco corras cara el futuro. Céntrate en el presente. Vívelo y siéntelo. Baila con una copa en la habitación, celebra con tus amigas, cómete la paella de la abuela, escribe, rema tu mejor ola y no te des por vencida hasta surfearla entera.

Porque si perseveras con amor, la autoexigencia se va esfumando poco a poco.  Comenzarás a olvidar el número “48” porque ahora que has ganado confianza, que vuelves a sonreír sabes por encima de todo que: Tu tiempo es valioso.  

Luce tu vestido favorito, ponte ese top que tanto te gusta… ¡Luce tu barriga! Eres bella tal y como eres. 

Perdónate tantas veces como necesites y renuncia a aquello que crees que te va a hacer feliz.  

Y recuerda…

<<Al final del camino tu peso no es tu identidad>> 

Yaiza Escobar