«Por lo menos eres guapa». Dicho por médicos, parte 1

 

Llevo lidiando con médicos desde que tengo uso de razón, oficialmente fui diagnosticada con mi primera enfermedad autoinmune cuando tenía 8 años – quilla, dicho así, parece que lo estoy vendiendo como un logro-.  Veinte años después seguimos en la lucha, no sé si mejor pero peor desde luego. Mi lista de anécdotas y experiencias en las consultas médicas es extensa y de lo más variopinta. He escuchado barbaridades por parte de los médicos desde siempre, algunas graciosas, otras anecdóticas y otras terribles. Por supuesto que lo que os vengo a contar es verídico.

Aquí van algunas de las historietas de cosas que le pasan a la Ana en las consultas médicas:

Hace unos años, el médico especialista del sueño me mandó un estudio completo del mismo yendo a dormir una noche a la clínica. Mi sueño no es reparador, me despierto igual de cansada que cuando me acuesto. Un estudio extenso del sueño era necesario para descartar lo obvio. El día de los resultados el médico va y me dice: “Tus resultados han salido negativos, no tienes ningún problema relacionado con el sueño. Esto es bueno y malo: bueno ya que descartamos un problema; malo ya que no puedo ayudarte y es más fácil para mí tratar un desorden del sueño que averiguar por qué tu sueño no es reparador. Debes volver con el internista y empezar de nuevo”. Vale doctor gracias por tanta honestidad, realmente no la necesita, no-la-quería.

El premio a la falta de respeto más grande, se lo lleva una doctora de cabecera. Evidentemente después de esa terrible consulta nunca llegó a ser mi doctora. Le tuve que decir lo maleducada que era y le cerré la puerta en to’ la cara por culpa del cabreo. Había ido allí a planear mi embarazo y a pedirle consejo, lo normal cuando tienes enfermedades crónicas y degenerativas que conllevan a un embarazo de riesgo. La colega no tenía ganas de trabajar ese día y encima era imbécil. “A ver, por lo menos sabrás cómo se hacen los bebés, ¿no? ¿O quieres que te lo explique?”. A la señora le dieron el título en la tómbola y nació sin empatía. 

 Bien jovencita, por allá por mi época del instituto fui al traumatólogo, quería saber por qué todo me dolía y seguía dando tumbos de especialista en especialista sin encontrar una solución. Una de las pruebas prescritas por el traumatólogo no salió como esperábamos, a lo que el menda dijo: “Niña, estás muy mal hecha pero por lo menos eres guapa”. Gracias doctor, me alegra saber eso aunque preferiría ser fea y estar sana, no te jode, puestos a elegir… No sabía que la belleza y la enfermedad son cualidades elegibles.

Me imagino a mí misma hablando con un ente superior antes de nacer acordando mis atributos. 

-Mire ahora cuando nazca quiero ser guapa y estar sana. 

-Querida una cosa u la otra, todo no se puede tener en la vida. Uno va allí a sufrir.

No os miento cuando os juro por la mare mía que ejemplos como este tengo miles. Otro de parecida índole me lo dijo un radiólogo. Ese hombre quería ser amable y desearme lo mejor aunque no funcionó. Estaba en el laboratorio de rayos haciéndome radiografías en los pies y en las manos cuando me dijo: “Espero que no sea nada, este tipo de radiografías no las mandan a gente tan joven como tú”. Lo miré, le sonreí forzadamente y no dije nada.  En realidad me callo la mayoría de las cosas, sé que quieren ser amables o darme consuelo, pero coño, no están ayudando en nada. Calladitos están más guapos.

Ana Scobey Garralón