CÓMO CONSEGUÍ RECONCILIARME CON EL HECHO DE MENSTRUAR
Me bajó la regla con once años. Aunque nadie me había hablado de ello antes, no me escandalicé demasiado por chorrear sangre por la vagina. Recuerdo que ese día tenía una fiesta de pijamas en mi grupo de “amigas” en el cual me sentía -1 cómoda. Antes de ir me duché y, al acabar, mientras me secaba el cuerpo, vi sangre en la toalla. Empecé a buscar el origen de donde salía y me di cuenta que chorreaba sangre por las piernas, desde alguna parte de la vulva, pero no entendía nada. No me había hecho ningún corte, ni un golpe. Avisé a mi madre y me explicó, de manera muy natural, que me había bajado la regla y que, a partir de entonces, tendría esa misma sensación una vez al mes. No se explayó demasiado, entiendo que dentro de las herramientas pedagógicas que tenía, hizo lo mejor que pudo. Me puse una compresa y me fui para la fiesta.
Como no era precisamente la niña más popular del grupo, utilicé el hecho de empezar a menstruar para tener una conversación interesante y parecer guay con el resto. Nada más lejos de la realidad, les importó más bien poco que yo menstruara y cómo me sentía, si no si llevaba compresa y me hicieron un poco de burla.
Conforme pasaba la noche cada vez me encontraba peor. Empecé a sentir dolores de ovarios que yo no sabía qué eran, parecía tener un alien dentro de mí. Con el tiempo, descubrí el dolor de menstruar. Y lo normalicé. Me pasé años con unos dolores incapacitantes. Utilizaba, por sabiduría familiar, la esterilla (o manta eléctrica) para aplicar calor en la zona de los ovarios, pero costaba mucho que eso me hiciera efecto. Los primeros días era insufrible. Recuerdo llorar, pidiendo no ir al cole porque tocaba gimnasia y mi cuerpo no podía ejecutar el comando pedido por mi cerebro. Una mierda, vamos.
Con los años, y hablando con otras chicas sobre el tema, descubrí los antinflamatorios y cuán normalizado estaba tomar medicación, mensualmente, para un proceso que debería ser natural. Empecé a rallarme con el tema. ¿Cómo podía ser que, la mayoría de personas cercanas a mí que menstruaban usaran medicación, además que nadie nunca me había hablado del tema, y que incluso el médico jamás me hubieran dado ninguna indicación? Así que empecé a investigar y di con mucha información, demasiada, me costaba gestionarla. Decidí acudir a la consulta de ginecología. Después de una ecografía poco más me dijeron que siguiera tomando antiinflamatorios y me tacharon de exagerada. Salí muy confusa y triste. ¿Será que no me duele tanto como digo? ¿Tendré el umbral del dolor muy bajo? Lo dejé pasar.
Lo dejé pasar, pero seguí leyendo al respecto, parecía que la información llegaba a mí de casualidad. Y llegué a tal nivel de información que decidí empezar a hacer divulgación entre mis amigas. Joder, muchas de ellas estaban pasando por lo mismo, pero no encontrábamos espacios donde poder hablarlo.
Conocí a una enfermera que, durante una visita que no tenía nada que ver con el tema, sacamos el tema de los dolores menstruales y me recomendó volver a ginecología. Al final, resultaba que tenía Síndrome de ovario poliquístico. A partir de entonces, pude empezar a tomar medidas al respecto. También tomé mucha más consciencia de mi ciclo menstrual y de cómo me influía en general.
Actualmente me encuentro mejor, pero sigo tomando antinflamatorios durante los primeros días de sangrado. Cosa que no me mola nada. Pero por el momento no he encontrado una alternativa que me deje tener un día “normal”. Vivimos en una sociedad en la que, tristemente, no es compatible menstruar y ser productiva (que es lo que interesa a final de mes). En algunos países europeos se ha aceptado el hecho de, con un diagnóstico, poder tener unos días de baja laboral mensuales, o, si el trabajo lo permite, de teletrabajo, por los dolores y consecuencias del ciclo menstrual. Pero creo que a España le faltan unos cuantos años de evolución para llegar a ello…
Recordad, menstruar no tiene que doler. Y si duele, es que hay algo en nosotras que no está sano. Es importante acudir a un especialista. El tiempo promedio del diagnóstico de una endometriosis es de ocho años. Es una burrada. Por eso creo que tenemos que tomar partido y hacer que se nos escuche. Hemos de dar a conocer nuestras experiencias para que las siguientes generaciones no tengan que sufrir lo que sufrimos nosotras.