-Tía, ¡eres una exagerada!
-Espera, espera, que te lo voy a enseñar.
Como WhatsApp de verdad quiera advertir de que se ha hecho una captura de pantalla de la conversación, yo me bajo en la siguiente estación. Y ya no por pedir consejo para responder a un querido, si no para aportar pruebas cuando sea necesario. Aunque si lo pienso fríamente, ¿qué necesidad siempre la nuestra de tener que presentar pruebas que aporten sentido y valor a lo que sea que nos pase?
Tremenda necesidad la de hoy en día de que no se te tilde de nada y de probar todo lo que cuentas para que no se ponga en duda, ¿nos hemos convertido en jueces y abogados todos? Porque si es así, más bien del diablo.
-Es que yo no dije eso.
Teléfono en mano, scrolleando arriba y abajo, buscando exactamente lo que dijo para plantárselo en la cara. Y todo por no quedar una de loca, lo cuál tiene un capítulo aparte.
Nos piden justificantes, pruebas, capturas de pantalla, como si nuestra palabra no valiese un pimiento. Incluso cuando sufrimos cualquier tipo de abuso, se espera de nosotras que podamos demostrarlo, ¿tienes pruebas de que lo que cuentas es real? EXCUSEMEEEEE?
Pues si no te sirve mi palabra, es porque en algún momento, todo se fue literalmente a la santa mierda. Una cosa es que tu madre te pida que demuestres que la llamada del profesor notificando las pellas que te has marcado eran falsas, y otra muy diferente es por ejemplo, como me pasó a mí, que tu ex te pida que demuestres que estás en lo cierto cuando dices que te ha engañado con otra. Pues muy bien, que pase el contenedor con las pruebas su señoría, no vaya a ser que encima, la que quede mal, además de con el corazón hecho pedazos, sea yo. Caso Cerrado.
Si eres una mujer valiente, se esperan de ti grandes actos de valentía, si eres una mujer fuerte, cualquier cosa que pueda hacer que te tambalees, va a poner en duda tu fortaleza, si eres divertida tienes que hacer reír a los demás 24×7, y en general, seas como seas vas a tener que demostrarlo a cada paso. Hagas lo que hagas, a pesar de todo, es posible que se te siga poniendo en duda, e incluso si desde pequeña cargas el sambenito de ser tildada de una cosa, es bastante probable que a pesar de que ya no seas así, sigas con la etiqueta en la frente. Cada vez que se nos pilla en cualquier renuncio, tenemos que demostrar el resto de nuestros días el por qué de aquello.
Por no hablar de cuando se nos considera mentirosas o cuentistas, porque lo que contamos es demasiado intensito.
-Pero tía, ¿cómo te vas a sentir así por eso?
Pues mira, me habrá llevado años y años de terapia, pero qué quieres que te diga: que mis emociones y mis sentimientos son míos, y no vas a venir tú a decirme a mí qué tiene que sentarme mejor o peor, y afectarme en mayor o menor medida. Así que fuck-you-bitch.
– ¿Seguro que estás cumpliendo la dieta? Porque chica, yo te veo exactamente igual. -Y qué hago, ¿me mudo contigo para que lo veas o me mandas tú la comida hecha?
Estoy plenamente convencida de que el auge del alquiler de trasteros y del aumento de ventas en móviles de más almacenamiento es precisamente por esto: hay que almacenar y almacenar pruebas que nos puedan salvar en cualquier momento de juicios erróneos. O lo que es peor, que ayuden a que se nos crea, que esas pruebas sean nuestra única voz, el golpe sobre la mesa para que nos hagan caso.
-Pero ¿cómo que tenías miedo de que te pasara algo? Ya sería menos.
Paula May