Una noche de sábado cualquiera…

El toc-toc de mis tacones resonaban por la calle peatonal, desierta a esas altas horas de la madrugada. Sentía agujas clavándose en la punta de mis dedos y el frío me encogía los huesos. En la lejanía se escuchaban voces, gritos y música de una fiesta que no parecía que fuera a acabar.
¡Cliin!
Saqué el móvil del bolsillo de mi abrigo.
Laura algodón de azúcar: ya en casita   √√
Maru la encrespada: buenas noches chicas, me lo he pasado muy bien!   √√
Anica Van Helsing: Nog! Avisa cuando llegues!  √√
yo: ya estoy por mi calle ♥♥ 
Marta La Guerrera: en el taxi   √√
Sonriendo lo guardé de nuevo.
Unos pasos más allá noté tu presencia. Giré mi cabeza con desconfianza. Caminabas unos metros por detrás, no sé cuanto hacía que estabas ahí, murmuraste algo que no llegué a entender.  Me crucé el bolso y lo agarré fuerte. Volviste a balbucear algo pero sólo llegué a entender guapa. Me metí las manos en el bolsillo, agarré el móvil con fuerza y saqué las llaves del bolso.
Volví a girarme, no sé cómo habías acortado distancias. Me sonreíste con aire chulesco y con mirada depredadora. 
«A donde vas tan sola, guapa».
No había nadie por la calle, ningún establecimiento abierto. El «por si acaso» penetró por todos mis poros y eché a correr.

Y tú detrás.

 

Corrí tan rápido como mis 10 cm de tacón me dejaban. Tu juerga de esa noche hacía que te tropezaras con tus propios pies. Al final de la calle estaba mi portal.
«Sólo unos metros más». Les imploraba a mis pies.
Saqué las llaves y recé a la mismísima Virgen del Pilar que dormía a escasos metros de ahí que por favor acertara a la primera.
¡Click!.
Cerré la puerta detrás de mi. Temblé.
«Gracias Pilarica…»
Liberé mis pies y subí las escaleras, miré por el balcón pero no te vi.
Nere panchita: nosotros también en casa. Naniit! √√
Olivia onfire: buenas noches princesas. Nog, ya en casa?√√
Yo: si, si. Acabo de llegar. ¿Rei? √√
Rei: sii!  que me estaba desmaquillando √√
Aless: Mañana vermut?  √√
yo: a dormir bonito, mañana hablamos. 
Me tumbé en la cama y arropada entre mantas, el miedo se convirtió en rabia.

Y desde ese día, no te consiento.

 

No te consiento que me persigas por la calle.

No te consiento que me piropees cuando no me conoces.

No te consiento que roces tu polla contra mi culo. Me da igual que esté lleno.

No te consiento que me acaricies el muslo. No llevamos ni dos minutos hablando.

No te consiento que invadas mi espacio. Me da igual que la música esté alta, mi lenguaje corporal y verbal te dice que no me interesas. Asúmelo.

No te consiento que me insistas a que te de un beso. Que no, que no lo estoy deseando.

No te consiento que me insultes si no hago lo que quieres. Yo decido qué, cómo, cuándo y dónde.

No te consiento que me ofrezcas a tus amigos. He aceptado contigo, ahora ya ni eso. Déjame ir.

No te consiento que me invites a subir a tu coche cuando me ves caminando por la calle sola. Llegaré tarde, pero llegaré bien.

No te consiento que me hagas fotos disimuladamente. Ni que se las pases a tus amigos.

No te consiento que hables de mí como un trozo de carne.

No te consiento que te creas con derecho a pasar por encima de mí.

No, no te consiento que me hagas sentir miedo.

 

 

Porque algún día no necesitemos un «ya estoy en casa» cuando volvamos de fiesta.

 

 

Basado en hechos reales.