“¡Qué bueno está el maestro de mi hija!”. Cuando ellos son los hipersexualizados

Al inicio del curso pasado, una amiga tuvo que llevar a la clase de su hija los materiales escolares requeridos por su nuevo maestro. Hasta el momento, la mayoría de madres solo conocían el nombre del susodicho, que figuraba en una circular, así que se quedaron de piedra cuando lo vieron físicamente: alto, moreno, guapísimo y con unos prominentes músculos que se marcaban por debajo de su camiseta ceñida. Un tiarrón según todos los cánones de belleza. 

 

Mi amiga ya lo conocía y, acostumbrada como está a codearse con especímenes como aquel, no le dio importancia al hecho de que el nuevo maestro fuera ÉL. Pero enseguida comenzó a recibir llamadas de otras madres, sabedoras de que ella estaría al tanto de su identidad y de otros tantos detalles de su vida privada:

-¿No tienes nada que decirme del maestro nuevo? -le preguntó una madre por teléfono.

-¿Qué quieres que te diga? -contestó mi amiga, sabiendo perfectamente por dónde iba su interlocutora.

 

-¿Que qué me dices? ¿¿¿¿PERO TÚ HAS VISTO BIEN A ESE TÍO???? ¿¿¿¿TÚ HAS VISTO A ESE PORTENTO???? ¡Madre mía, que he ido a llevar los materiales y he querido que me montara en un pupitre y me diera duro!

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Sentir atracción física por alguien y fantasear con él/ella es lo más natural del mundo. Ahora bien, en la consciencia, el respeto y el saber estar de cada cual está mantener un comportamiento correcto con el que no llegue a cosificar ni incomodar a nadie. Que fue, precisamente, lo que no sucedió en este caso. 

 

Resultó que el chico terminó recogiendo los materiales sin levantar la cabeza de sus papeles. Cuando aparecía alguien por el aula, emitía un escueto “Déjalos ahí” sin mirar siquiera a la cara a nadie y evitaba dar conversación. Que incluso tuvo que establecer filtros en su Facebook porque más de una madre curiosa le había hablado por chat, teniendo él novia y ellas maridos. Y sin que el curso estuviera siquiera empezado como para usar como excusa un diligente seguimiento del progreso de hijos/as. 

  • La educación no es cosa de géneros

He visto cientos de entrevistas en las que Henry Cavill, Chris Hemsworth, Chris Evans, Tom Hiddleston y otros tantos agachan la cabeza incómodos ante preguntas o comentarios salidos de tono de sus entrevistadoras/es o fans, todos a cuenta de su físico. “Pues bienvenidos al club de las personas hipersexualizadas en el que las mujeres llevamos toda la historia”, pensarán algunas. 

 

Esto ni siquiera es nuevo. Tengo amigos que sufrieron el asedio de un grupo de señoras calentorras cincuentonas cuando ellos no contaban más de 17 añitos. Se vieron atacados por manos juguetonas mientras cantaban pasadobles de chirigota sobre el escenario de un salón-restaurante. Y de esto hace alrededor de 15 años.

 

Lo que pasa es que ahora resulta difícil de digerir que las mujeres pidamos igualdad y que se nos deje de cosificar y, a la vez, reproduzcamos esos mismos comportamientos deleznables. Por eso sentó tan mal que Susi Caramelo le dijera a Hugo Silva que se podía retirar si le dieran dinero por cada mujer que se masturba a su costa. Fueron muchas las que se echaron las manos a la cabeza ante este y otros atrevimientos de la cómica.  

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  • Es lo mismo, pero no es lo mismo

A ver, me explico. No voy a justificar las faltas de respeto ni hacer sentir incómoda a una persona. Es más, diría que es necesario hacer una llamada al sentido común y recordar que soltar berridos salidos no es empoderarse al asumir otro rol o darles de su propia medicina. Es rebajarse a su nivel de vulgaridad e insolencia. 

 

Dicho lo anterior, recuerdo que hay mujeres vulgares e insolentes que tienen exactamente el mismo delito que los hombres, no más (con matices sobre las consecuencias que ahora veremos). No es más irrespetuoso porque lo haga una mujer, ni queda peor. Nosotras no tenemos que ser más finas ni más comedidas que ellos, porque ser mujer no lleva implícitamente asociada la serie de cualidades divinas que ya sabemos: delicadeza, sumisión y otros atributos de princesita.  

 

Es igual de vulgar, sí, pero no tiene las mismas implicaciones. Un comentario fuera de lugar que cosifique a un hombre no genera violencia contra ellos. En la sociedad machista en la que vivimos, se asesina y se viola a mujeres por el hecho de serlo, así que cosificarlas es participar de ello a otro nivel. Es mantener un comportamiento que sostiene ese sistema y normaliza la violencia hacia las mujeres, y del que lo más llamativo son los asesinatos y las violaciones. Pero hay muchas cosas debajo de eso. 

 

Me sabe mal por los hombres incomodados por un comentario de este tipo, pero no estamos sosteniendo ningún sistema opresor cuando decimos algo malsonante y que contribuye a su cosificación. Y eso no es dar carta blanca a las actitudes que rayan el acoso porque lo dicho: siempre es aberrante hacer sentir mal a alguien. 

 

Azahara Abril