A ver, a ver, a ver. ¿¡Se puede saber qué haces con tu vida sin haber visto Merlí a estas alturas?! Confesaré que voy por la segunda temporada, llevo viéndola cuatro días y no puedo parar. Estoy enganchadísima. Pero fuerte y sin piedad, llevaba muchísimo tiempo sin que me diera tan heavy con una serie, os lo digo totalmente en serio. Yo creía que después del fin del 24h de Operación Triunfo no había vida, hasta que llegó él a mi vida, Merlí.

Merlí es una serie catalana, de la televisión catalana y está en catalán. En Netflix, de hecho. Yo la veo en versión original con subtítulos porque el catalán me parece sonoramente el idioma más bonito del mundo y bueno, también porque yo lo intento ver todo en VO para no perderme una parte indispensable de la interpretación de cualquier actor o actriz. Una, que es bien de repelente para lo que quiere.

Pues eso, que Merlí va de la vida de un instituto catalán. Él de hecho es el profesor de filosofía, se centra en las historias de la clase de primero de bachillerato. Habla de los alumnos, de los padres y de los profesores. Visibiliza absolutamente cada aspecto de la vida que se puede dar dentro de un instituto mixto, todos los problemas que pueden tener los chavales que empiezan a ser adultos, los adultos que no saben ser adultos y la incomprensión que suele haber entre ambos.

Hay problemas de padres hacia hijos, de hijos hacia padres, de padres hacia profesores, de profesores hacia otros profesores, de madres hacia directores. Hay relaciones, complicadas y sencillas. Hay celos, hay homosexualidad, hay gordofobia, hay bullying, hay sexo, hay inexperiencia, hay madres jóvenes, hay transexualidad, hay miedo, hay verdad. Hay muchísima verdad en esta serie. 

Supongo que eso es lo que engancha de la serie, que para estar basada en algo tan cotidiano como un instituto te enseña tanto que no puedes no mirarla. Te enseña todas las perspectivas, te enseña cómo el hijo odia con todas sus fuerzas a sus padres porque no se paran a escucharle, pero también te enseña qué siente un padre cuando lo último que le apetece es sentarse a que su hijo le cuente su vida. Te hace ver las dos caras de la moneda, pero de verdad, no te pone a malos malísimos y santos varones, no. Te enseña las dos verdades y eso, queridas, es algo maravilloso.

Te encuentras odiando a una madre o a un padre porque ves cómo el chaval sufre, cómo demanda atención y no la recibe, cómo le duele no sentirse escuchado en casa. Pero es que luego también te enseña el agobio de ese padre, lo duro que es su trabajo, lo que sufre porque se siente solo, el daño que le hace no sentirse suficiente. Y joder, cómo vas a cuidar de alguien si ni siquiera te puedes cuidar a ti mismo.

De verdad de corazón, es tanto lo que yo estoy aprendiendo de esta serie tan simple que no sé. Me hace ver la otra cara de la moneda, me ha hecho entender por qué me sentía tan incomprendida cuando era más joven, me ha hecho darme cuenta de que los problemas que tenía no eran tan problemas, pero que en ese momento para mí los significaban todo.

No os quiero vender una serie épica repleta de efectos especiales, no. Es una serie entretenida, cotidiana, liviana. Es una serie de esas que puedes ver y levantarte a hacer pis que no pasa nada, aunque a mí me tiene con los ojos como si de un búho me tratase.

Esta serie normaliza que una adolescente con sobrepeso se quede en sujetador en medio de clase y no se sienta avergonzada, pero también te enseña sus inseguridades con los chicos, porque una cosa no quita la otra. Te enseña que hay gays para los que salir del armario es un mundo y que hay otros que no necesitan salir porque nunca se han sentido dentro. Te enseña que hay chicos heteros que se pueden liar con otros chicos y no por ello son gays o menos heteros, tampoco se consideran bisexuales, simplemente tienen curiosidad y la sacian.

Te enseña que los padres también follan y también tienen situaciones muy complicadas de las cuales no saben cómo salir, te enseña la importancia que se le da al dinero en una familia, te enseña por qué los padres tiranos son tan tiranos, te enseña por qué los padres enrollados luego no son tan enrollados. Te enseña, muchísimo.

Si os gusta este tipo de series sencillas sin pretensiones de ningún tipo, os la recomiendo fuertemente, Merlí es una seriaza que nadie debería dejar de ver, jóvenes o mayores.