Mi querida Antonia San Juan decía en uno de sus monólogos aquello de “mira si soy cristiana, mira si soy cristiana que no soy feliz ni cuando soy feliz”. Yo no sé si es por la tradición cristiana que nos inunda, por inconformismo o simplemente por gilipollas pero qué gran verdad dijo esa santa mujer.

Hace algún tiempo que mi mejor amigo viene desarrollando una teoría sobre la infelicidad de la felicidad. Vamos, que nunca vamos a ser felices porque nos proponemos inconscientemente no serlo. Yo estoy bastante de acuerdo con su teoría pero la verdad es que me parece una mijita pesimista. Os desarrollo un poquito más y así podéis opinar sobre ella.

Empezamos nuestra vida más o menos adulta en la adolescencia y ahí es donde comienza el drama. Nos pasamos toda esa etapa llorando porque alguien nos quiera. Que si nadie me quiere, que si soy fea, que si soy gorda, que si así cómo me va a querer alguien. Pero resulta que un día llega ese alguien y te quiere y entonces dejas de llorar. A veces te das cuenta de que ese alguien por quien llorabas eras tu mismo y empiezas a verte bien, a verte guapa, poderosa… Entonces ya no buscas a nadie más, sabes que llegará si tiene que llegar. Pero ya no lloras.

El problema es que creces, entras en la veintena, tus necesidades cambian y decides que todo lo malo de tu vida te pasa porque no tienes dinero. No tienes dinero pero tampoco haces mucho por buscarlo porque sabes que tienes ahí a papá y a mamá si te fallan tus pequeños ingresos. En ese momento vuelves a llorar y te lamentas por no tener un trabajo de verdad. ¿Cómo vas a poder hacer cosas si no tienes un duro? También resulta que rechazas trabajos porque estás estudiando, obviamente tienes que dedicarle mucho tiempo y lo poco que estás libre tendrás que salir y divertirte, ¿no?

Entre estas resulta que sigues creciendo y de repente has acabado la carrera y ya no tienes excusa para rechazar ningún trabajo así que aceptas cualquier cosas. Empiezas a tener dinero y sales más, viajas, puedes empezar incluso a tirar de tarjeta… Te das cuenta entonces de que acaba el mes y tienes más de 5 céntimos en la cuenta. ¿Será que ahora soy feliz? Me quiero, me quieren y tengo algo de dinero, ¿qué más puedo pedir?

¡Pues claro que puedes pedir! Si has pasado mínimo 20 años de tu vida formándote, los últimos de ellos cursando la carrera que se supone te va a permitir acceder al trabajo de tus sueños y resulta que estás preparando hamburguesas, sirviendo cervezas o atendiendo llamadas en cualquier call-center. ¿Cómo te has permitido desviarte tanto de tu objetivo? En ese momento vuelves a llorar. Ahora incluso más que antes porque se supone que lo tienes todo pero nada se parece a lo que tú habías planeado. ¿Qué haces? ¿Sigues en eso hasta que aparezca tu oportunidad o lo dejas y te pones 100% en ello aún sabiendo que vas a volver al punto anterior y a llorar por no tener un duro? El caso es que ahora papá y mamá no están para ayudarte, más que nada porque ya te da vergüenza pedir 20€ para salir a tomarte unas cervezas. Y también pasa que ahora eres más sibarita y ya no te vale con la caña de 80 céntimos.

Supongo que al final esta dicotomía se resolverá y en la treintena encontraré otra causa por la que llorar. Que si quiero o no casarme porque soy la única soltera, que si mis amigos ya han empezado a tener hijos y yo aún no puedo. Que ahora puedo pero no quiero… Al final la cosa es buscarnos excusas para llorar. Que, oye, llorar no es malo, a mí me sirve para dormir que te cagas pero no hay por qué estar siempre haciéndolo.

Según dicen la vida trata de eso, de una montaña rusa de emociones y momentos en los que un día estás en lo más alto y al siguiente has caído en picado. Así que no estaría mal disfrutar de todo, tanto de lo bueno como de lo malo. Lo bueno porque eso que te llevas pa tu cuerpo moreno y lo malo porque es lo que te va a permitir avanzar. Y creo que al final todos coincidiremos en que la felicidad plena ni existe ni sería bien. ¡Qué mierda de vida si todos estuviéramos siempre en un mundo Mr. Wonderful!

Total, que yo me voy a permitir llorar las veces que haga falta, sobre todo cuando no pueda dormir bien porque llorar relaja, pero lo que no voy a hacer es buscar excusas para llorar. Al final la vida solita te trae esos motivos y descubres que son mucho más fuertes que las mierdas que tu te montas en la cabeza. No puedo prometer que no voy a seguir montándome esas mierdas en la cabeza pero voy a intentar disfrutar de todo si plantearme mucho el futuro porque ya se ha demostrado que planear no sirve pa ná.

Para terminar os dejo el monólogo que ha generado toda esta teoría para os riáis un poquito después del rollazo que os he soltado.

 

YouTube video