Siempre me han dicho que soy ‘la niña de papá’ y hoy voy a confirmarlo con una reflexión.

Mi padre es una persona muy importante en mi vida. Respeta mis decisiones, me apoya en todos mis proyectos y si he necesitado ayuda, me ha tendido una mano.

De pequeña, mi familia se metía conmigo porque era ‘más grande de lo normal’. Para él solo era una niña feliz y sana, nada más.

Cuando nos veía aburridas, nos llevaba de paseo, al parque, a la playa y se inventaba miles de juegos para que desapareciera nuestra cara de no saber qué hacer.

En la adolescencia mi madre no paraba de criticar mi ropa, mis horarios y mis amistados, mi padre jamás comentó nada, se limitó a decir dos cosas: no mientras nunca y haz las cosas con conocimiento.

Cuando salí del armario, me dijo que nunca le habían caído bien mis novios porque él sabía que yo no tenía que compartir mi vida con un señoro.

El día que le dije que me casaba, lloró solo de pensar que me tendría que llevar al altar y creo que ese día estuvo él más feliz que yo.

Mi padre creció sin figura paterna porque el suyo falleció cuando él era un bebé. Mi abuela no tuvo más pretendientes y sacó adelante a toda una familia. Nunca lo admite, pero estoy segura de que es tan buen padre actúa como le hubiera gustado que lo hicieran con él.

Si por tener a tu lado a una persona que te quiere, te respeta y ayuda en lo que necesites te convierte en una niña de papá, lo admito lo soy.

Solo espero que al leer esto sientas que tú también eres ‘la niña de papá’, pero no porque estés mimada o por el tono despectivo que le suelen dar, sino porque has tenido la suerte de que te tocada un padrazo que te quiere hasta el infinito y más allá.