Lo siento mucho pero este texto no va a tener moraleja. No es una reflexión genérica sobre la autoestima, sobre las relaciones o sobre quererse. Este texto soy yo; ahora. Y yo, ahora, estoy viviendo con un chico. Con el amor de mi vida, ¿por qué no? Le adoro. ¿Sabéis esa sensación de estar a gusto con alguien al 200%? Del relax absoluto. Yo lo había olvidado.

Quizá es algo derivado de las inseguridades y los complejos, pero en sociedad nunca acabo de estar del todo cómoda; siempre existo en un nivel de tensión que varía según quién tenga a mí alrededor. Me gusta rodearme de personas que me aporten y resulten un reto, y esa presión subyacente es la consecuencia.  No soy una persona necesariamente tímida o introvertida; puedo ser muy charlatana y expresiva, pero siempre hay una parte de mí que teme decepcionar; no estar a la altura. Y mi aspecto físico es el principal catalizador de estas inseguridades.

Podría escribir dieciocho páginas (¡Por las dos caras!) con todo aquello que me ha enamorado de Él, pero una de las que más atesoro es ese relax. Poder ser yo misma sin filtros. Es muy gratificante porque no se trata sólo de un amigo con el que te llevas bien, tienes confianza y es tu mayor confidente, sino que además te quiere. Así. Sin filtros. Te quiere. Me quiere. Me quiere en mis mañanas pedorras (incluso en las de «pedos de princesa muerta»), me quiere en esos días plof en los que estoy más irritable y me quiere cuando llego a casa con ganas de contarle mi día con tantos pelos y señales (innecesarios y aburridos) que hasta yo misma pierdo el hilo.

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Es algo embriagador. Casi contradictorio. Por un lado, me siento incómoda en mi propia piel; siempre consciente de mis defectos. Acomplejada. Por otro, me siento liberada a su lado. Me encanta toparme con su mirada feliz y picarona a través de la mampara de la ducha; me encanta ir por la casa sin sujetador sabiendo que él me ve preciosa; pero a la vez no puedo evitar pensar en el horror de mis pechos caídos.

Y está mal. Yo me quiero; me aprecio. Sé ver las cosas buenas que hay en mí, y también soy consciente de mis defectos. De los lógicos, no de esos irracionales que oigo en mi cabeza cuando aplico los baremos de otros. Me quiero, pero no me trato bien. Me machaco. Quiero ser perfecta; saber de todo, tener siempre una réplica inteligente, verme guapa.  Pienso en que tengo que tratarme mejor para inmediatamente después subir al tren, ser consciente de que soy la persona más gorda del vagón y sentirme escoria por ello. Salgo de casa sonriente porque el jersey que llevo hoy me sienta genial y me ilumina la cara, pero llego al transporte público y me agazapo deseando que nadie se fije en mí. Acabo orgullosa de hacer algo que me apasiona y que domino para inmediatamente empezar a cuestionármelo todo.

Me trato tan mal que a veces me digo que Él dejará de quererme. Que un día se le quitará la venda de los ojos y dejará de verme preciosa. Y me aterra. Seguro que adivináis por qué. Porque él es el mejor espejo que tengo; su mirada de amor e intimidad profundos es mi lugar feliz. Y lo sé, sé que no debería ser así. Sé que mi espejo no deberían ser sus ojos sino los míos. ¿Cómo puedo ser tan coherente, consecuente y lógica en la mayoría de aspectos de la vida y ser tan irracional y débil en éste?

Es una pregunta retórica. Sé cómo. Sé por qué he llegado hasta aquí. Sé cuántas chicos me han hecho sentir mal. Sé cuántas tardes de compras frustrantes me han quitado las ganas de hacerme con ropa que me guste en lugar de ropa que me valga. Sé cuántos comentarios de mis padres me han minado la autoestima. Sé qué etiquetas sociales me hacen sentirme fuera de lo supuestamente aceptable. Sé qué opiniones me han hecho sentir invalidada. Sé qué anuncios y qué películas me han llevado a tener miedo de que Su amor sea frágil y voluble a pesar de lo fuerte, intenso, sincero y apasionado que parece.

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Y basta ya, ¿no? Quiero verme todos los días como me ve Él. Soy consciente de que está mal y de que tendría que haberme dado cuenta antes, pero es como si su mirada me hubiese demostrado finalmente que me puedo mirar así; es como cuando tienes mucho empeño en hacer algo; una manualidad, lo que sea. Y sabes que puedes hacerlo pero lo consigues cuando alguien te dice «mira, así». Siempre he sido de las que aprenden muy rápido en la práctica, espero que con esto también me funcione.

Autor: Mars.

Foto destacada: Curvy Fashionista.