Renuncié al sueño de toda mi vida por mi hijo

Paso a paso, como una hormiguita, siento que estoy cada vez más cerca de la meta, de mi objetivo de toda la vida. Echo la vista atrás y veo la persona que era cuando empecé este camino y no la reconozco. Ahora soy más fuerte que nunca, estoy más centrado y ya voy viendo posibles fechas en las que examinarme para cumplir mi sueño, por fin voy a ser bombero.

Hablaría de los sube y baja que lleva esta oposición, de los sacrificios o incluso del dinero que se lleva por delante. Al sacarme los carnets de camión empecé a trabajar de manera temporal con ellos para hacer un poco de dinero, pagar algunas cosas necesarias como gimnasio, clases, etc. Pero lo que iba a ser un trabajo de unos meses se alargó un poco más en el tiempo. 

Desde pequeño quería salvar vidas y apagar fuegos, ser casi como un héroe. También quería ser padre joven, más o menos a la edad que tengo ahora. Lo que no sabía es que esos dos sueños se iban a chocar entre ellos e iba a tener que elegir entre uno u otro. E iban a chocar entre ellos de una manera devastadora.

El positivo de mi chica me llegó como si la realidad hubiese venido en el peor momento y a reírse de mí. Parecía una broma pesada. Cuando veía la oposición llegar a su fin, justo el día que iba a dejar de conducir un tráiler con el que me recorría toda España.

Lo que tendría que haber sido la noticia de mi vida se fue volviendo gris, un momento amargo. Las dudas y la certeza de que tendría que perderme su embarazo, incluso su parto y mi paternidad. La seguridad de que no iba a conseguir opositar si ella seguía adelante, si yo seguía a su lado.

Convertirme poco a poco en una sombra perdida en la carretera mientras ella iba sola a las revisiones y ecografías, no sentirme ni pareja, ni padre y muchas veces ni persona. El trabajo en carretera es sentirte atrapado mientras te lo pintan con una sensación de libertad que no existe.

El dolor y la depresión están cada día, cada minuto contigo. Intentas callarlo con comida, con música o con cualquier estimulo rápido de dopamina, pero ya no hay modo de engañar a tu cerebro adormecido. Y cada vez te ves más gordo, más pesado, más apagado…

Llegué a sentir que lo había perdido todo, porque no era el momento para que esa criatura llegase a mi mundo. Necesitaba darle un futuro más estable, donde hubiese conseguido mínimo un trabajo con el que poder estar en casa más allá de días contados al mes. Y un padre que estuviese feliz. Y yo me sentía ya sin rumbo, sin objetivos y sin motivación de vida. Sabía que los días pasaban porque despertaba y otro día más con el que seguir viviendo en los cuatro metros cuadrados de mi cabina.

Y luego el dolor por perderme el parto de mi hijo, la vuelta a la realidad cuando se acabó la baja por paternidad. Volver a los dos meses y medio porque se necesitaba el dinero, sentir que mi propio hijo no me reconoce porque no estoy en casa. Y el constante pinchazo de sentir que tuve la oportunidad de poder ser bombero tan cerca, y ahora tan lejos. 

Esa depresión que es aún más pesada cuando no duermes, cuando sientes que tienes que apoyar a tu pareja y la hundes más. Y al final: la insensibilidad emocional.

Pero los meses han pasado, he conseguido cambiar de trabajo, cambiar mi visión y volver a intentarlo. Terapia, trabajo en mi mismo y tiempo de procesar las cosas es lo que me han hecho llegar a este punto. Más tarde de lo que esperaba, con un niño inquieto del que tengo la suerte de disfrutar.

Y quizá a otro ritmo, pero estoy volviendo a estudiar, a poner en orden mi vida… Estoy volviendo a vivir.

 

Relato escrito por una colaboradora basado en la historia REAL de un lector.