(Relato erótico escrito por una colaboradora inspirado en una historia real)

Sí, habéis leído bien. Acompañadme en esta inesperada y excitante historia.

Mi amiga y yo fuimos como siempre a tomar unas cervezas después del curro. En el bar nos encontramos con unos conocidos, que a su vez estaban reunidos con más personas, nos invitaron a la mesa y aceptamos. Nos pusimos un poco al día de la vida de cada uno, ya que hacía tiempo que no nos veíamos. Nos presentaron a sus amigos, dos Erasmus con los que compartían clase en la universidad local.

Uno de ellos era rubio de ojos verdes y delgado, el otro tenía el pelo negro, unos ojos azules y de espalda ancha. Intercambié una mirada cómplice con mi amiga, nos conocíamos tanto que sabíamos que esos bombones habían llamado nuestra atención, incluso cual le había gustado más a cada una.

Seguimos hablando entre cervezas y tapas. Ahí tanto mi amiga como yo notamos cierta conexión con los atractivos forasteros. Las miraditas y bromas entre los cuatro no faltaron, haciendo visible la atracción. Nunca había mordido de una manera tan sensual, pero los ojos azules con el brillo juguetón de aquel chico me estaban poniendo mucho.

La cosa se animó y fuimos a un pub a beber unas copas y bailar un rato. Mi amiga y yo somos unas locas de la pista sin importar que canción suene la bailamos. El ambiente era muy agradable con nuestros colegas y de pronto los Erasmus se unieron al baile. Poco a poco cada uno se fue acercando a una de nosotras. Sonreí cuando el moreno que me hacía entrar en calor se plantó frente a mí para bailar. Reímos, dimos vueltas y perreamos hasta el suelo. Por el rabillo del ojo puede ver qué mi amiga se estaba morreando con el Erasmus rubio, me llevaba ventaja.

Tiempo después me reuní con mi amiga en el baño, era necesaria una junta de chichis para abordar el tema. Por supuesto mi amiga estaba cachonda como una mona, yo creía que se debía al morreo, pero no era por algo más. Él le había invitado a su casa. La felicité gritándole perra suertuda entre risas. Entonces fue cuando me dijo que yo también estaba invitada. Me quedé sorprendida y luego grité contenta de saber que iba a follar esa noche.

El camino hacia su casa estuvo marcado por los incesantes morreos entre mi amiga y su ligue y el musculoso brazo del mío rodeando mi cintura mientras nos reíamos de nuestros colegas, aunque por dentro ambos estuviéramos más calientes que Sevilla en una tarde de agosto. Nada más entrar por la puerta, mi amiga y su amante comenzaron a desnudarse entre besos en el sofá. Fue entonces cuando mi morenazo me atacó con un beso que llevaba deseando toda la noche. Su lengua me dio la bienvenida con lánguidas caricias y yo me restregué contra él sintiendo su dureza y su calor.

Pensé que me llevaría a la habitación, pero me cogió en sus brazos para ocupar lo que quedaba de sofá. Me pareció extraño, pero no dije nada porque estaba embriagada por sus labios y sus movimientos de cadera encajados entre mis muslos. A esas alturas mi amiga estaba junto a mí a cuatro patas, solo llevaba las bragas puestas. Bragas que pronto fueron apartadas a un lado por mi morenazo para tocarle el coño mientras seguía besándome. No voy a mentir, me impactó, nunca había realizado sexo en grupo, ni siquiera un trío.

Mi amiga separó su boca de la polla del rubio y gimió ante las caricias del moreno. Entonces noté una mano masculina que se asomaba por mi hombro, descendió sobre mi torso y se perdió bajo mi camiseta para pellizcarme un pezón, era del chico rubio. El moreno se casó de mi boca y levantó mi camiseta para torturar con sus labios mi otro pecho. Así, sin siquiera planteármelo, estaba en medio de una orgía. Los primeros segundos tuve una sensación extraña, pero luego se alejó dejando paso al morbo de una nueva experiencia. Los dos chicos me resultaban atractivos y ver desnuda a mi amiga no era una novedad gracias al vestuario del gimnasio, de modo que me dejé llevar.

En segundos los cuatro estuvimos desnudos, jugando al Tetris sobre el sofá para darnos placer entre todos. No pensé que el sexo en grupo pudiera excitarme tanto, de hecho entre con facilidad en un limbo lujurioso que me permitió estar desinhibida y disfrutar más de la experiencia.

Jadeaba agarrando sus negros mechones. Tenía las rodillas sobre sus hombros y mi potorro mojado bajo su lengua lujuriosa. Mientras esto sucedía, mi amiga le estaba haciendo una paja al moreno, y cuánta más caña le daba ella, más rudos eran los lametones en mi coño. Frotó su lengua contra mi clítoris en movimientos circulares, me corrí en su boca volteando los ojos en blanco. Al tiempo que mi amiga le tocaba la dura polla a mi macizo, el ardiente rubio la empotraba sin descanso contra los cojines. Mi amiga temblaba y gritaba de placer y eso me ánimo a acercar mi boca a la del rubio y meterle la lengua hasta la garganta, cerrando aquel círculo orgásmico.

Seguimos con esa dinámica durante varios e intensos minutos, sudados en una nebulosa lasciva de la que ninguno queríamos salir.

Cuando el rubio se corrió dejando a mi amiga bien satisfecha, mi moreno me reclamó para él y yo estaba a su entera disposición. Me subí a él como una gata en celo y guíe su miembro enfundado en un condón hasta la dilatada entrada de mi potorro para acogerlo con gusto en mi interior. Se sentía realmente rica aquella tensa carne en mi coño. Salté sobre sus caderas cachonda como una mona mientras él amasaba mis muslos y caderas. Lo monté cual experta vaquera en el salvaje oeste y pronto lo tuve mordiéndose el labio inferior mientras veía el vaivén de mis pechos. Mi vagina notó las palpitaciones de su miembro y con una sonrisa perversa lo apreté dentro de mí. Soltó una exclamación de asombro antes de correrse, lo había exprimido como una naranja.

Los cuatro tuvimos unos momentos de pausa para reponer fuerzas para el siguiente asalto.

Esta vez, mi amiga se sentó en cara del moreno para que le comiera el chumino y ella le follaba la cara con un movimiento de caderas. Ella se inclinó hacia delante y le comió el culo al rubio. El gemía y gruñía recibiendo la lengua de mi amiga en el ano. En un arrebato salvaje el rubio abrió un preservativo, se lo colocó y me agarró de las caderas con desesperación. Todo ese placer me lo transmitía a mí en forma de duras embestidas a cuatro patas. Dios jamás había tenido el coño tan abierto y mojado. Cuando vi que el moreno volvía a tener el pene como el mástil de un barco no dude en hacerle una mamada. El vaivén de los embates del rubio me ayudaba a profundizar la felación.

Fue una experiencia de lo más excitante que dos hombres eyacularan en mi a la vez.

 

Margot Hope