SALIR DE FIESTA EN LOS AÑOS 2000

No he tenido la suerte de coexistir en el tiempo con ningún escritor/a, dramaturgo o poeta ilustre, pero sí puedo decir que empecé a salir de fiesta hace más o menos 20 años y me siento muy orgullosa de pertenecer a la ilustre Generación del 2000”.

 Y ciertamente, me da pena, porque las modas vuelven siempre. Son cíclicas. Pero la esencia de lo que vivimos nosotros, solo quedará en nuestras retinas. Bueno, puede que lo esencial, porque las lagunas que teníamos al día siguiente, esas sí, eran históricas.

A nosotras todos nos venía bien. ¿Qué hay que salir a las 2 de la tarde maqueada como una puerta, con semi-recogidos despeinados y rastas falsas? Se sale. ¿Qué hay que hacerse moñetes o coletas con churritos fijados con laca y plancha moldeado años 80? Se hace. ¿Qué hay que ir a dedo porque es más barato? ¡No!, ¡no se debe hacer! Prometo que no lo hice más que cuando no había otra opción. Hay que usar transporte público.  Como debe ser. Pero es que el de nuestra Provincia era muy deficiente. 

Por suerte, pronto me eché un novio con coche que me llevaba y me traía, que en aquella época yo lo veía como un superhéroe por beberse 10 kalimotxos y llevarme sana y salva a casa. Pero no, eso tampoco era. Y es que en Seguridad Vial no éramos los primeros en Europa, simplemente tuvimos mucha suerte. Hoy en día es impensable. Ahora, manda el capitalismo sin máscaras: te cobran, tampoco sabes a quién te vas a encontrar ni cómo y lo llaman Blablacar.

Como manda la tradición alcohólica por excelencia, la fiesta en los 2000 también empezaba calentando con un quinito o unos litros en alguna plaza. Eso poco ha cambiado, diría que lo único que ha variado es que ahora es ilegal. En nuestra época solo te identificaban para asegurar que, al terminar, todo fuera a la basura y el sitio se quedara como si nada hubiese pasado. Parece ser que los tiempos han cambiado, porque los botellones ahora son noticia por el estercolero que terminan siendo: montañas y montañas de cachis de plástico como el Anapurna. Quizás los municipales de nuestra época eran unos visionarios y esa era la mejor estrategia para concienciar del cambio climático. 

Una vez pillado el puntillo con el quinito, nos íbamos a los bares y/o discotecas a arrastrar nuestros campanas (véase también pantalones pata de elefante) por el suelo “limpísimo” de los bares. Pero, por supuesto y sobre todo, de los baños. Llegabas a casa oliendo a tabacazo de la disco y con meaos y cerveza hasta por detrás de las rodillas. ¡Qué gusto oye! Y sin remilgos. La variante masculina pasaba por pantalones cagados anchísimos, de pana más gorda que las vías del tren, botones con hebillas y peinado a lo cenicero con mechas rubias oxidadas. Todo súper sexy, sí. Yo tampoco lo entiendo, pero a nosotras nos ponía como escuchar el Flying Free.

Por supuesto, no había garito de mambo que se preciase que no tuviera sus luces de neón. Y allí íbamos nosotras, con nuestra indumentaria más cantosa posible, nuestros cinturones de pinchos y tachuelas trasparentes y nuestros piercings en la cara o el ombligo con bolas también fosforescentes. Que se vieran bien, que cegaran hasta a el que iba con las gafas de sol maquineras en el after de la mañana. Dentro, porque la gente no se cortaba en llevarlas de noche, dentro de los bares, en una redada…! No sin mis chuflas

Sin embargo, las luces de neón no solo tenía sus pros, también todos sus contras. Como el de ser rubia o tener mechas, el pelo se veía verde o blanco depende del tono. Minipunto para el equipo de… ¡las morenas! También se daba el fenómeno paranormal de que te apareciese caspa en los hombros. Cosas que solo con luz de neón son posibles, como los dientes azules.

El antro ya era “de categoría” cuando además de neones tenía luces parpadeantes idiotizadoras. Quién las ha sufrido alguna vez, sabe de qué hablo porque nunca podrá olvidar la experiencia religiosa. Me explico. Si coincidía que el garito era de los últimos de la noche, lo sumabas al pedo que ya llevabas de los litros de alcohol corriendo, ya no sé si por las venas o como Ramoncín detrás del rey del pollo frito, y que de postre te ponían las dichosas luces, empezabas a ver a la peña a cachos y en cámara lenta y… un combo espectacular para terminar echando la pela con el mareíto. Admito que no me sucedió solo una vez y puede que no haya sido la única que ha pasado de ir con el puntillo a rezar de rodillas frente a un urinario 8 Padre Nuestros para exculpar todos los pecados.

Bien es sabido que en nuestra ruta nunca faltaba un bar de rock, pero se salía por diversos ambientes. Nos daba igual ocho que ochenta.  Cambiábamos de estilo como de tipo de chupito con el que acompañar el Malibúpiña. Éstos eran bien variados: TGV, Cerebrito, Semen del Señor… ¡Qué asco!, ¡Señor! Y es que había que mamarse porque solo nosotros “sufrimos” la música Bumping o Pizzicato, que se bailaba saltando como ranas y haciendo coreos tipo reparto de cartas, el cuadrado o, en su defecto, el abanico invisible. Algún día que me siento melancólica aún escucho temas de aquellos. Sinceramente, eran temazous, cargados de buen rollo y dignos de gritito de ¡vaaaaaaamos! y manos al aire cortando el viento.

Aquellas épocas también eran las épocas de nuestro primer coqueteo con el reguetón. Ese que llaman del viejo y que bailábamos sin roce ni perreo, porque éramos muy que muy pavas nosotras. Para lo que queríamos, claro. Porque bien que hacíamos la colección de tangas de las máquinas de vending de los baños y nos emocionábamos si nos salía uno con cadenita en vez de hilo. Eso era mucha lencería para nuestras habituales bragas de pata con goma tocha de marca. Goma que siempre debía salir por encima de nuestra cintura del pantalón, en algunos casos luchando por hacerse un hueco con los primeros tatus tribales de la parte baja de nuestras espaldas. 

Puedo confesar que uno de mis sueños es volver a salir sólo una noche en aquella época. Uno por uno volvería a dar los mismos pasos que di entonces: litrar en una plaza, beber mil chupitos de colores, bailar en las tarimas luciendo ropa y piercings fosforescentes mientras reparto cartas imaginarias y salto al ritmo del mejor bumping. Estoy dispuesta, incluso, a terminar rezando de rodillas 8 Padre Nuestros ¿Qué? ¿Hace una de Remember?

 

MUXAMEXAOYI