Antes de nada: no, no es lo que piensas. No soy fan de Sálvame. Pero mi novio sí, y desde que vivimos juntos he logrado llegar a entender y, hasta a apreciar, a este peculiar programa.

Yo siempre he estado en contra de Sálvame. Me parecía ridículo y vulgar. Telebasura en su máximo esplendor.  De hecho, he sido la típica persona que decía que deberían cerrar el programa.

Sin embargo, ahora no me ha hecho gracia que se acabe y os voy a decir por qué:

En primer lugar, es verdad que la telebasura no aporta nada…salvo entretenimiento. Y es que, ¿a quién no le gusta llegar a casa después de un largo y duro día y ponerse la tele en búsqueda de un programa entretenido, que te haga desconectar y dejar de pensar? A TODO EL MUNDO. No me jodas. Ya sea La Isla De Las Tentaciones o Sálvame, reírte de las personajadas que hace el tonto a las tres, de la barbaridad que ha dicho aquel, de la subnormalidad de algunos o flipar con el cotilleo del momento, es entretenido y bueno para tu salud mental. Punto.

En segundo lugar, te guste o no te guste, Sálvame es historia de la televisión. Un programa del corazón que surgió a raíz de comentar y debatir sobre ‘Supervivientes’ (un programa muy serio que fíjate tú por dónde, a mi me aburre) y que acabó teniendo una identidad propia, siendo uno de los programas con más audiencia del país, desbancando además a su competencia en Antena 3, que acabó chapando. Seas fan o no seas, esto es una verdad y es algo muy meritorio.

Pero, ¿qué tiene Sálvame que no tengan otros para haber llegado a dónde llegó? Buena pregunta. Y es que Sálvame no sólo ha hecho historia por todo esto que he mencionado anteriormente, si no que lo ha hecho por diferirse de los demás. Sálvame hizo que sus propios colaboradores formasen parte del show. Y eso es lo que lo ha llevado al éxito. ¿A vosotros nunca os han dado ganas de saber si ese o esa presentadora que se muestra tan formal y profesional es así de moderada/o en su vida personal? Porque a mí sí. Y Sálvame te lo muestra. Los presentadores, colaboradores y demás ríen, sufren, lloran, y airean gran parte de sus trapos sucios frente a las cámaras. Frente a ti. Me ha encantado poder ver y descubrir sus partes humanas, sus vulnerabilidades, sus defectos y sur virtudes. Y ver cómo a pesar de ello, se quieren.

Porque esta gente, señor@s, se quieren de verdad. A pesar de las miles de discusiones, de los malos rollos, de las disparidades…ahí están. Siendo humanos. Teniéndose cariño y afecto. O no. O algunos se dicen a la cara que no se soportan, que se caen mal. 

Y eso ES GENIAL. Humanidad por todos lados, la mires donde la mires, con sus cosas buenas y sus cosas malas.

Y es que gracias a todo esto, ha habido momentos televisivos inolvidables. Mentiras destapadas, infidelidades al descubierto, momentos bochornosos y de vergüenza ajena, risas a lo grande… entretenimiento puro y duro, estés o no de acuerdo con él.

Las cosas como son.

Otra cosa diferente son sus meteduras de pata, lo pesado que se estaba haciendo el formato (siempre igual) y, en mi opinión, la falta de nuevas caras e ideas y el sobrar de otras.

Pero, ante el dicho “renovarse o morir”, Sálvame sólo merecía renovarse. 

He de reconocer que, aunque sólo he visto Sálvame de vez en cuando, cuando mi novio lo veía, le he acabado cogiendo un poquito de cariño.

Y me parece injusto que ‘la cúpula’ de la cadena haya querido blanquearla (porque ese es el motivo, sin duda alguna) deshaciéndose de este querido programa y cambiándolo por otros más modositos, entre ellos uno que presentará Ana Rosa Quintana. Suerte con la audiencia, chatis.

En fin, que nos despedimos de un programa que ha hecho historia, lo mires por donde lo mires, sea de tu agrado o no.

Esperemos que algún día, vuelva.

Juana la Cuerda