Los cumpleaños de los niños son conflictivos, lo sabemos todos los que somos padres. La típica tarde en casa con cuatro o cinco amigos y sándwiches de nocilla se ha quedado en el pasado. Ahora se estila alquilar un local, comprar comida en exceso, contratar un mago y por supuesto, que no falte el regalito para los invitados, y que no sea la bolsa de chuches de toda la vida, que eso ya está obsoleto. Parece más una boda que un cumpleaños infantil.

Luego está el tema de a quien invitar, de que si tienes que invitar también a los papás a tomar algo, que si los hermanitos, que si puedo llevar al primito que ese día lo tengo en casa…

Al final, en todos los cumpleaños surge algún pique o mal rollo, pero es que la que se lio en el ultimo cumpleaños de un niño de la clase de mi hijo mayor fue muy parda.

Veréis, en el cole de mi hijo se ha puesto de moda invitar a todos los niños de la clase a los cumpleaños. Esto es algo que se hace para que ningún niño se sienta excluido, algo que me parece fenomenal. En la teoría es buena idea, pero en la práctica surgen los problemas. No es lo mismo montar una fiestecita para 8 o 10 críos que para 20, más los padres y más los hermanos.

Pero bueno, ahí estábamos todos, viviendo en la fantasía de las invitaciones masivas y las fiestas multitudinarias, cuando de repente, una mañana cualquiera, explota la bomba en el grupo de WhatsApp de papás del cole. En realidad, tenemos ese grupo para tratar temas escolares, pero a veces se utiliza para más cosas.

Todo empezó con un mensaje de Marina, la mamá de Pablo. Escribió para avisar que iba a celebrar el cumpleaños de su hijo el fin de semana siguiente en un parque de bolas y que, por supuesto, estaba invitando a toda la clase. Hasta aquí todo bien. Pero entonces, en el mismo mensaje, añadió algo que prendió la mecha del caos:

“Se admiten hermanos en el cumple, siempre y cuando los papás paguen la entrada de cada niño. Mi hijo invita a sus compañeros del cole, pero esto no es un 2×1, el que tenga más hijos que los deje en casa o pague su entrada.

Y los papás que vienen dispuestos a tomarse unas cuantas cervecitas por la cara o cafelitos gourmet, que se vengan merendados y bebidos de casa, o lo mismo, que cada uno se pague sus caprichos. Os recuerdo que en el parque de bolas hay monitores, así que podéis dejar a vuestros hijos e iros, no hace falta que os quedéis consumiendo en el bar.

Es un cumpleaños para niños y nosotros como anfitriones pagaremos las entradas de los niños que están invitados.

Muchas gracias por vuestra comprensión”

 

Leí el mensaje dos veces porque no podía creer lo que estaba viendo. Lo de los hermanos, bueno, aunque un poco borde, lo puedo entender, porque algunos papis traen a medio clan a las fiestas. Pero lo de las cervezas y los cafés me dejó ojiplática.

Es cierto que en el ultimo cumple, vi a algún papá que se había pasado con las cervezas e iba algo perjudicado, que además pensé que una fiesta infantil no era el lugar más indicado para poner alcohol.

El caso es que, precisamente uno de esos papás que en la última fiesta se pasó empinando el codo, se debió dar por aludido y saltó con un “¿nos estás llamando borrachos?”. Otra mamá, que tiene tres hijos de diferente edades, se sintió bastante ofendida con el tema de los hermanos y también contestó bastante borde.

Otro que si era de buena educación tener un detalle con los papás, que al final somos los papás los que ponemos la pasta para que los niños se lo pasen bien en el cumple. Otra decía que si iba a ser así de cutre que no celebrara el cumple del niño.

El grupo estaba ya que echaba chispas. Algunos pusieron emojis de ojos abiertos como platos, otros emojis de cajas de palomitas, y otros simplemente se quedaron callados. Yo, la verdad, no sabía si reírme o llorar. Porque, ¿a quién se le ocurre montar este follón en un grupo de WhatsApp lleno de padres?

Yo me tuve que ir a trabajar, dejé el móvil en la taquilla porque no puedo tenerlo en mi puesto de trabajo, en el descanso lo miré y el grupo iba ya por doscientos y pico mensajes. El teléfono echaba humo.

Al final, Marina terminó saliéndose del grupo, pero el daño ya estaba hecho. Tenía toda la razón del mundo, pero no fueron formas, fue bastante borde y en un grupo del cole tienes que ser políticamente correcto si no quieres convertir a tu hijo en un paria. Que al final fue lo que pasó.

Es cierto que algunos papás abusan, les invitas a tomar algo y no se toman ni una, ni dos cervezas. Y lo de traer a los hermanitos al cumple también es echarle morro. Yo tengo dos hijos y cada uno va al cumple de sus amigos. Pero, repito, no son maneras de decir las cosas.

Con ese mensaje creo que estaba buscando polémica y montar el lío. Y lo consiguió. La fiesta se convirtió en un tema de conversación entre los padres del cole durante días. ¿Y sabéis lo peor? Que al final muchas madres decidieron no llevar a sus hijos a la fiesta.

Ahí me di cuenta de que los cumpleaños infantiles, lo que deberían ser simples momentos de diversión para los niños, se han convertido en verdaderos campos de batalla para los padres. Lo que debería ser una oportunidad para celebrar la vida de los peques y compartir un rato agradable, se transformó en una guerra de egos, de exigencias y de dramas innecesarios.

Yo fui, porque me daba pena el pobre niño, y resulta que éramos seis familias de veinte. Al final Marina nos invitó a los papás a cervezas, a raciones y hasta a copas. Decía que el presupuesto que tenía para veinte niños lo íbamos a disfrutar los que pocos que habíamos ido. Pero ya le has fastidiado el cumpleaños y la infancia a tu hijo por no querer pagarles las cervecitas a unos padres.