«¿Qué es para ti ser mujer?», me preguntaron un día. Y me paré a pensar en algo que parecía tan básico, pero que no me había planteado. 

Ser mujer es difícil. Es duro. Confieso que, a veces… querría haber nacido hombre, porque ni siquiera alcanzan a pensar en las cosas que nos pasan o que vivimos cada día, durante toda nuestra vida. 

Ser mujer es inabarcable. 

Ser mujer es criarte como princesa, pero que te animen a ser guerrera mientras te dicen que te comportes como una señorita o te visten de rosa. ¿Por qué no de verde? O de azul. Que te perforen las orejas para que no crean que eres un niño, no sea que termines siendo de la otra acera. Es aprender a convivir con la regla desde pequeña, con la sangre rojo fuego, cada mes; con dolores para los que no existen fármacos específicos, porque debemos ser capaces de soportarlos. Al igual que soportamos el embarazo y el dolor del parto, de manera estoica, porque para eso nacimos

Ser mujer es escuchar que si estás en esos días, que si te va a venir, que si estás ovulando… que todos tus comportamientos estén ligados, según los demás, a tu ciclo menstrual. A veces, simplemente, estás rodeada de gilipollas. Ser mujer es también llorar sin venir a cuento y sin saber por qué, o quizá llorar por toda tu vida de mujer. 

Ser mujer es que te digan que puedes hacer todo lo que quieras, pero que tengas cuidado al volver a casa de noche. Que no te quedes tarde, que está feo que una mujer ande por ahí sola. Que seas independiente, pero que vayas acompañada siempre, porque hay hombres que no saben controlarse. Que llevas la falda muy corta o vas muy maquillada, que vas provocando. Que no bebas. 

Ser mujer es que te digan que te arregles, que te pintes, que pareces una mojigata o una machorra de ésas. Que te depiles, que te peines, que te saques partido, que si no quién se va a fijar en ti. Que estás gorda, que estás flaca, que vayas al gimnasio, que no te obsesiones con tu cuerpo. 

Ser mujer es ser una golfa, o una estrecha, o una ninfómana, o una sosa, o una ligerita de cascos, o una antigua. Es cuidar tu himen como un tesoro, porque cuando te descorchan, te devalúas. Es tener miedo de que te dejen embarazada y pasen de ti, porque los métodos anticonceptivos son cosa tuya. Pero no lleves condones, que entonces eres muy suelta. Que digas que no y crean que es un sí, que no estés segura y crean que es un sí. #MeToo 

Ser mujer es que todo el mundo opine sobre tu vida, sobre tu casa, sobre tu cuerpo, sobre tus hijos. ¿No tienes hijos? Ya te llegarán las ganas, pero no esperes mucho. ¿No quieres hijos? Qué egoísta. ¿Tienes uno? Qué poco. ¿Tienes tres? Qué coneja. ¿20 años? Demasiado joven. ¿40? Estás loca. 

Ser mujer es ser dama en la mesa, señora en la casa y puta en la cama. A menudo, parece que los manuales franquistas de la buena esposa siguen vigentes. Que tu pareja haga la cuarta parte de las cosas que haces tú, incluso con tu propio consentimiento, porque así te han educado y tú lo haces mejor y más rápido. 

Ser mujer es ver cómo no asciendes en el orden social, mientras tus compañeros se van abriendo paso. Es tener que demostrarlo todo, absolutamente todo, tres veces más. Es sufrir contratos temporales, o que te pregunten en las entrevistas si tienes hijos o si piensas tenerlos. Es darte cuenta de la brecha salarial, laboral, social… y que te la sigan negando. Es sentirte frustrada profesionalmente. 

Ser mujer es no poder decir abiertamente que eres feminista, porque, aunque a ti te resulte una obviedad, para muchas personas es una palabra prohibida. Es no entender a esas otras mujeres que piensan una cosa y luego se comportan como las normas establecen, o a esas otras que se empeñan en tirarnos piedras contra nuestros propios tejados. Es dar por imposibles a tantos hombres que dicen que entienden, pero no. 

 

Ser mujer es vivir en continua contradicción con una misma, y aun así no sólo salir adelante cada día, sino llegar a comprendernos y a querernos, aunque nadie nos lo dijese de pequeñas. Porque somos hermosas, valientes, inteligentes, capaces de hacer magia, por nosotras mismas y por los demás, somos putas y somos santas, somos tiernas y somos fieras, somos fuertes; pero también nos cansamos y necesitamos que nos cuiden, no porque no podamos hacerlo solas, sino porque todos tenemos derecho a que nos mimen, nos admiren y compartan el peso que llevamos en los hombros. 

Ser mujer es amar a las demás mujeres, y amar a los hombres, y sentir el deseo de protegerlos, a pesar de que la sociedad se empeñe en lo contrario. Reciprocidad, comprensión y respeto es lo que nos falta. 

Y ser mujer es muchas cosas más, imposibles de explicar con palabras. 

Helena con H