Hace unos días nos encontramos por la calle. Dos personas que a pesar de que no haberse conocido nunca, sabían todo la una de la otra. Cruzamos las miradas apenas un segundo y seguimos nuestro camino. Entonces descubrí que ahora estamos en el mismo bando y que necesito pedirte perdón. Sí, quiero que tú me perdones a mí. Por odiarte cuando se fue contigo, te odié porque me quitaste algo que creía que me pertenecía.

Perdona mi ignorancia.  Pensaba que eso era el amor, que la vida era así y que tenía derecho a recuperar ese territorio perdido, que ahora era tuyo, pero que en realidad nunca fue de ninguna. Así que cuando volvió a mí me dejé llevar, sabiendo que mientras le esperabas en casa.

Perdón por el silencio, por no avisarte de que a ti también te rompería. Perdóname por no darme de cuenta de que te amargaba la vida y me usaba a mí para ello. Yo era consciente de que al final del día volvería contigo y aún con todo me hacía feliz que me utilizara para hacerte daño.

Perdón por mi soberbia, por creerme mejor que tú y disfrutar con tu dolor. Porque cuando me di cuenta de que no había ganado y se quedaba contigo, dejé que vivieras en la ignorancia, que le perdonaras y siguieras a su lado creyendo que era yo la que le arrastraba a engañarte.

Te pido perdón porque no te conté que fui capaz de abrir los ojos y darme cuenta de que éramos dos iguales y no dos enemigas. Nunca te mandé esta carta explicándote que seguramente las cosas no eran como te habían contado, que fue él quien siempre me buscaba y yo la que siempre caía. Que también había jugado conmigo.

El otro día, cuando nos cruzamos me hubiera gustado pedirte perdón y decirte que me alegro de que hayas escapado y ahora seas feliz. Porque nuestras historias empezaron al revés pero acabaron igual, pasando página y quemando el libro para volver a empezar.

Me hubiera gustado invitarte a una copa para descubrir que habríamos podido ser grandes amigas y brindar juntas por las circunstancias que nos han llevado a aceptar nuestro pasado y disfrutar del presente. Por nosotras, por las mujeres que tomamos decisiones, por las que nos queremos, nos caemos y nos levantamos. Por las que no dejan que el fin de una relación las rompa, y por las que saben darle una segunda oportunidad al corazón. Por las que nos hemos vuelto a enamorar, por las casadas y solteras. Por las mujeres que sabemos disfrutar la vida, perdonar y no mirar atrás.

 

Marta. S