A ver, chicas, pongámonos en situación: estás ahí, a gustito y bien acompañada, dándole duro o suave al asunto (esto va a gustos y a momentos) y de repente, empiezas a notar que algo imparable se te escurrirá pronto entre las piernas.

Es algo así como un tsunami porque, más o menos, avisa y además se lo lleva todo por delante. Entonces puedes hacer varias cosas:

  1. Dejas fluir tu marea de placer y os ahogáis en la diversión, ahí en plan parque acuático.
  2. Te lo tragas y aprietas hacia dentro como cuando no quieres que se te escape un pedo en medio de la fiesta.
  3. Llamas a tu unicornio y sales de allí cabalgando.

Habría muchas más opciones, claro, pero me quedo con estas tres, por ser las más reales. Si escoges la primera y nunca antes has eyaculado es probable que surjan algunas dudas: ¡Oh mierda, he roto aguas! O una reacción más habitual: ¡Me he meado encima!

Bienvenidas todas a la fiesta sexual del tabú del pipí.

La eyaculación femenina es una de esas cosas bonitas de las mujeres que la ciencia y los tíos que, solo por el hecho de tener el título de no ser mujeres, han convertido en un tabú y lo han llenado de mentiras. El squirt es la expulsión de un chorro, chorrito y/o chorrote de fluidos compuestos básicamente por glucosa y fosfatasa ácida prostática, además de una proporción de urea de entre el 1% y el 2%. Vamos, que no te meas, te corres. Este chorro, chorrito, chorrote sale de nuestra próstata, algo que tenemos las mujeres desde que existimos las mujeres y que un tío estudió y bautizó con su nombre, con toda la jeta: las Glándulas Skene.

Pues bien, después de esta brillante pseudolección de anatomía, creo que muchas de nosotras estaremos de acuerdo en que puede resultarnos algo vergonzoso eyacular en medio de una relación sexual. No sabes cómo va a reaccionar esa persona con quien estás pasando un buen rato y tampoco si venía dispuesta a tomarse un bañito. Lo peor es cuando te encuentras con algún imbécil que hace sentirte como una meona irrespetuosa. En ese caso, yo optaría por la opción tres y llamaría a mi unicornio para pirarme cabalgando como una reina.

También puedes encontrarte con el típico tío feminista que saca las gafas y te empieza a interrogar en plan empático sobre tu cuerpo y como te sientes y esas cosas. Y tú le explicas que eso no es pipí y que tienes próstata como él y blablabla, mientras toma notas. No está mal, siempre y cuando espere a que el placer se haya consumado como una hoguera bajo el agua.

En otro caso y, en mi opinión, en el mejor de los casos, encuentras a una persona a quien le excita y le encanta que tú estés excitada y entonces tu squirt solo hará que echar más leña al fuego y lo que era, inicialmente, fluido se convertirá en llamas ardientes. En este punto a nadie le interesa si eso era pipí o glucosa o champán francés.

Aunque, chicas, ¿y si lo fuera? Es decir, ¿y si te meas y te gusta y a tu compañero/a de cama le excita y le encanta? O al revés… ¿Y si te pone loca que la otra persona se mee? Dentro del mundillo BDSM la lluvia dorada es una práctica sexual bastante común. La persona dominante se mea encima de la sumisa, obliga a ésta a mearse delante de ella y, en fin, la imaginación no tiene límites y el pipí es, por suerte, infinito porque puedes recargarlo constantemente.

El BDSM es un juego serio, pero como todo juego tiene sus reglas y el consentimiento previo es una de las más importantes. Para mí el pipí es algo muy íntimo, muy mío, y que esa persona a quien tanto deseo me someta y me obligue a mearme delante de ella es como si un pegaso me llevara de viaje por el país del helado de fresa. Más aun, prefiero que mi compañero, ese tío que me pone tonta tontita, se me mee encima mientras las bragas se empapan de placer contenido. Este es el juego de la dominación y de la sumisión, pues el rollo este del pipí roza bastante la humillación y, evidentemente, te gusta o no te gusta. Pero el pipí tiene un toque de secreto y de guarrillo y traspasar esa puerta a través del sexo te permite entrar en otra dimensión personal y sexual de tu pareja y de ti misma. Hablando claro, el pipí puede poner muy cachonda a la gente (y con decir puede, quiero decir que lo hace) y esto no convierte a nadie en un bicho raro.

Cuando eyaculé por primera vez tuve la suerte de estar con una persona a quien le gustó ver que me lo pasaba bien. Además, muy pronto descubrí que el rollito ese del squirt y los fluidos y el pipí me excitaba no solo como fruto de mi placer, sino por el mero hecho de jugar a las pistolas de agua. Así que, ahora que llega el veranito, no sé vosotras, pero yo ¡me voy a dar un buen bañito!

Femina Verbipotens

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