Alcohol, sexo y coches no es una buena combinación. Esto ya lo deberíais saber.

Hecha la introducción, os cuento la historia. Situémonos: Carnaval. Carnaval en el pueblo. ¿Y qué haces? Pues te disfrazas con lo primero que pillas (pero divina, divinísima siempre) y te vas de fiesta con los colegas a beber como si no hubiera un mañana y como si tu hígado fuera el de Superman.

Total, os vais al pub que hay en el pueblo de al lado porque mucho donde elegir no hay. Y como mucho donde elegir no hay, ya os podéis imaginar que os conocéis todos. Eres joven y por aquel entonces aún aguantas fiestas todos los findes, incluso dos días seguidos (qué tiempos aquellos). Así que sí, te conoces toda la gente de tu pueblo y alrededores porque hay 3 sitios medio decentes donde ir y os acabáis encontrando siempre.

Pues al que fuimos era a unos de los básicos, a uno de los que nos encontramos la creme de la creme. Pocas esperanzas tenía yo puestas en la noche más que en una buena borrachera, unos bailoteos y pasármelo de puta madre con mis amigos. Ya sabes a quién te vas a encontrar y el mercado tampoco es que estuviera muy allá.

Pero, ¡Oh, sorpresa! Cuando llegamos, al fondo, vislumbré un apuesto pirata y dije: Hostia, o el disfraz es muy bueno, o quién cojones es este maromo. Así que pregunté un poco por encima y no era ciudadano de la comarca, pintaba a montaraz del norte. Pues claro, le eché el ojo y yo creo que no se lo quité mucho de encima. Hasta que después de algún que otro cubata (no voy a decir cuántos porque no me acuerdo y un poco por vergüencita, no os voy a engañar), acabé armándome de valor después de muchas miraditas y me acerqué a hablar con él. No recuerdo qué le dije, pero debí ser encantadora porque al poco rato ya estábamos al lío.

lengua

Cuando ya se acercaba el final de la noche y de la fiesta, después de los bailes, los cubatas (sí, sí, cubatas, que aún no estaba de moda el gintonic y bien de roncola) y los roces, yo estaba que me subía por las paredes y decidimos irnos juntos.

Recordemos que estábamos en el pueblo. Casa padres. Cero independencia y cero disponibilidad de sitios amorosos. Ni pasta por aquél entonces para un hotel en el que, por supuesto, también se acabaría enterando todo el mundo si acabas yendo a un hotel del pueblo o alrededores a echar un casquete. Pero mi apuesto pirata (con el tesoro entre las patas), tenía vehículo propio y decidimos adentrarnos en el campo y echar un polvo en el coche. Que sí, que era un Clio de los viejos y mucho espacio no había. Pero oye, te saca del apuro y una es muy flexible y se adapta a lo que tiene a mano.

Así que fuimos indagando con el coche por caminachos en plena noche y un poco perjudicados (recordemos esto en el futuro) y decidimos un sitio que parecía bastante a mano y bastante apartado a la vez como para que nadie viera un coche ahí parado que pudiera resultar sospechoso. Y ahí que nos fuimos.

No voy a entrar en detalles, pero digamos que el tesoro del pirata eran monedas de chocolate. Así que después de aquello, y no de mucho rato, decidimos que ya para casa a dormir. Pero aaamigos. No iba a ser tan fácil la cosa ni yo iba a librarme tan fácilmente de él y meterme en mi cama calentita. Cuando arrancó el coche y le dio marcha atrás, aquello no se movía. Lo volvió a intentar con el mismo éxito. Y después de unas cuantas veces, bajamos a ver qué pasaba.

Aquí quiero hacer un parón para recordaros que estábamos en febrero (carnaval es muy caprichoso y cae cuando quiere) y que debían ser las 5 o 6 de la mañana, con lo que hacía bastante frío y humedad.

Volvamos a la escena en cuestión: hemos bajado del coche a ver que no se movía. Pues es que en menudo barrizal nos habíamos metido con toda la moña y el calentón. Estaban ahí las ruedas venga a dar vueltas pero eso no avanzaba, ni retrocedía, ni nada de nada. Y encima por mirar, me llevé un salpiconazo de barro en todo el disfraz (que queridas, no logro recordar después de todo de qué cojones iba yo disfrazada ese año).

charco bridget

Pues total, decidimos esperar a que eso solidificara un poco porque estaba claro que cada vez nos hundíamos más en la mierda y que no tenía mucho remedio. Con suerte por la mañana estaría un poco más sólido el asunto y podríamos salir de la mierda.

Así que ahí nos ves: medio borrachos, muertos de frío (porque tampoco podías dejar la calefacción indefinidamente por la batería ni el motor encendido forever), después de un polvo decepcionante y un tanto incómodo y sin nada de qué hablar con el pirata. Intentamos dormir un rato, que no sé si lo llegamos a conseguir, hasta que empezaba a clarear el día y lo volvimos a intentar.

Por suerte se hizo el milagro y pudimos salir de ahí. Pero a la luz del día y de la resaca, el sitio elegido no estaba tan bien escondido ni era tan maravilloso como lo vimos por la noche. Y hacer walk of shame con barro en el disfraz, con una dura resaca y para volver a casa tus padres cuando ya están despiertos: eso era el peor fin de fiesta. Aunque bueno, me queda el consuelo de que no hubo que llamar a la grúa para sacarnos de allí, porque si no sí que se entera todo el pueblo.

Así que si bebes, no conduzcas. Y si es por el campo, mucho menos.

 

Anónimo