En realidad no sé si esto llega a ir en la sección de folladrama porque de follar poco, pero bueno, yo os lo cuento de todas maneras.
Antes de empezar debéis saber una cosa sobre mí: el romanticismo crónico es parte de mi sangre. Soy una intensa de la vida para todo, lo bueno y lo malo, y como no puede ser menos: en el amor, más.
Primer día de universidad en la facultad de Ciencias de la Información, planta cuarta, clase de sociología, sentada en la quinta fila, escuchando a una señora dar clase que dejaba bastante que desear. Bien, pues no recuerdo muy bien cómo salió el tema del amor a relucir. La profesora empezó a decirnos que era un producto capitalista, que el amor no existía, que era todo una invención social y demás bla, bla, bla, que lo único que hacía en mí era romperme un poquito por dentro.
Llegó él. Bueno, llegó su voz. Desde unas cuantas filas más atrás. Os juro que en el instante en el que lo oí hablar del amor de la forma más sensata y bella que he oído nunca hablar a nadie me enamoré perdidamente de él. Sin haberle visto, solamente habiéndole escuchado. De hecho, en mi cabeza solamente podía resonar una voz: ‘no te gires, que cuando le veas no va a ser para tanto’. Y una mierda, colegas.
Era precioso.
Era precioso como él sólo. No sé si estaba drogada por su discurso, pero os juro que lo vi tan malditamente atractivo que yo no sé. Lo primero que me viene a la mente de él son sus permanentes coloretes rojos, da igual cuando le mires, parece Heidi a todas horas.
El caso, le hablé a la chica que estaba a mi lado y le dije ‘yo con éste me caso’.
(Paro un momento para descojonarme. Vale, ya).
Como sinvergüenza de la vida que soy, me dediqué a mover todos los hilos movibles en clase para acabar en su grupo de amigos (a día de hoy lo agradezco tantísimo).
Nos hicimos amigos que no eran amigos. ¿Habéis escuchado esa canción de Jarabe de Palo que dice eso de ‘menos que un amor, más que un amigo’? Pues eso éramos nosotros. Durante dos años. Dos eternos años. Le escribí miles de textos, de poesías, le dediqué vídeos cutres en mi canal de youtube, dormía conmigo en mi cama y nos hacíamos cosquillas hasta las tantas de la madrugada, nos sentábamos juntos en cada maldita clase para acariciarnos, íbamos al cine y al teatro y a museos y salíamos de fiesta y nos comíamos el cuello y yo no soportaba que él fuera tan perfecto y me hiciera sentirme tan perfecta a mí.
tenor (1)
Tras estos dos largos años esperando a que se decidiera a lanzarse, me lancé yo. (Gran parte del mérito se la regalo a esta web). Me lancé porque me iba a vivir una larga temporada a Buenos Aires y yo no me podía ir sin saber si sí o si no.
Me declaré en un garito cutre de barriada madrileña en el que ponían Rosendo y vendían cerveza tirada de precio. Cutre, muy cutre. Aunque bueno, con él cualquier escenario era maravilloso. Le dije lo que os he contado a vosotras, que estaba enamorada de él desde el primer día que le escuché hablar en clase.
Me dijo que él a mi también me quería, que en cierto modo podría hasta decirme que estaba enamorado de mí, pero que no podía ser.
¿POR QUÉ? No me lo quiso decir, solamente me dijo que no podía ser.
Me fui a Argentina a olvidarle y se podría confirmar que medio lo logré. Viví unos meses maravillosos en la otra punta del mundo y casi no pensé en él. Le escribí el día de su cumpleaños enseñándole el vídeo más bonito que a mi parecer he hecho nunca, un vídeo que le hice expresamente a él recitando un texto que me inspiró el verano después de conocerle y que jamás había enseñado a nadie. Le dije que era su regalo de cumpleaños. Me dijo que nunca jamás le habían dedicado unas palabras tan bonitas y que en cuanto volviera a Madrid necesitaba verme, necesitaba quedar conmigo.
Y así fue.
En cuanto llegué a mi amada capital me escribió, diciéndome cuánto me echaba de menos, diciéndome que necesitaba hablarme, que quería contarme algo. Que quedásemos para dar un paseo por el Palacio Real y que luego fuéramos juntos al cine.
Quedamos en Plaza de España y nada más verme me dijo lo preciosa que estaba, lo que me necesitaba en su vida y lo bien que me había sentado el intercambio. Aquella noche me miraba precioso, más bonito que nunca.
Llegamos al Palacio Real y me preguntó que si estaba con alguien. Le dije que no. Luego me preguntó que si en Buenos Aires me había enamorado. Le dije que no. Me volvió a preguntar que si había alguien en mi corazón. Le dije que no.
Me dio la mano y me dijo que tenía que hablarme, que necesitaba contarme algo. Me pidió que fuéramos a un sitio más íntimo, que había demasiada gente cerca. Fuimos a un banquito de los que están frente al palacio escondido entre setos, nos sentamos juntos, muy cerca. Os prometo que estaba convencidísima de que por fin había llegado el momento, de que por fin me iba a decir cuánto me quería él a mí también, de que por fin iba a besar esos labios después de tantos años de espera. Pero no, nada más lejos de la realidad.
ME DIJO QUE ERA GAY Y QUE TENÍA UN NOVIO CUBANO.
Así como lo leéis.
Y no, no lo vi venir.
Se me quedó una cara de gilipollas que ya hubiera querido Velázquez retratar algo así alguna vez.
Me dijo lo maravillosa que soy y lo que me quería, pero que lo nuestro no era posible PORQUE YO NO TENGO RABO.
Fuimos al cine a ver una de Tim Burton. Los tres. Me presentó a su novio esa misma maldita noche y fuimos los tres al cine. El cubano, él y yo.
Creedme, estoy curada de espanto y de amores platónicos para el resto de mi vida.

M.T López