Antes de nada voy a presentarme para que sepáis un poco más de mí. Tengo 32 años. He tenido pareja desde los 20 hasta los 30, convivido juntos 5 años y roto esa relación por aburrimiento, desenamoramiento o porque se acabó el amor (aunque tampoco lo usábamos mucho…). Soy gordibella de nacimiento, podría escribir el libro de “Las 1001 dietas que no funcionan”, mi “dura” sinceridad me ha hecho caer en la dinámica de que las “amigas” me duren un rato, la locura la llevo por dentro y delante de un hombre me presento siempre diciendo que de princesita, no tengo nada.

Ahora que ya tenéis una imagen mental de mí, os cuento mi historia.

Tal como os decía, me quedé soltera con 30 años. Al principio se te hace raro no tener a nadie que dependa de ti, pero es solo al principio. Luego te acostumbras y mola tanto que llegas a plantearte por qué cojones no lo hice antes. Hay que salir de relaciones tóxicas, aburridas o simplemente que no aportan nada. A mí me costó dar el salto, supongo que era más por no decepcionar a papá y mamá que no por otra cosa. Un día leí una frase: cuando tengas que tomar una decisión, elige la que te haga feliz y no la más cómoda. Y así fue como terminé celebrando mi 31 cumpleaños sola, con una copa de Baileys y diciéndome a mi misma: esto es vida.

Pero seamos sinceras, el cuerpo tiene unas necesidades. Y yo de princesita tengo poco… pero de loba un rato. Salir de fiesta para conocer tíos de una noche no me va. Bueno eso, y que viendo cómo está el mercado prefería seguir soltera. Digamos que, por cotillear, curiosidad o simple calentón, un día me registré en Adopta un tío. No sé si alguna de vosotras lo ha probado. La verdad es que me parecía interesante que fuese yo quien pudiera elegir qué tío podía hablar conmigo y quién no. Por primera vez en toda mi vida era yo quién escogía.

Colgué unas fotos mías (claro, las mejores). Te quedas flipando cuando te llegan hechizos de un tío y otro y otro. Empiezas a hablar vía privado con ellos y te das cuenta de que son de lo más normal que te podrías haber encontrado. He descubierto algo: los hombres no son tan diferentes de nosotras. Será cuestión de edad, gustos o que llegados a un límite el calentón nos hace más semejantes, no lo sé, pero la verdad es que al final del día lo único que buscábamos era charlar un rato, saber qué tal el día, planes para el fin de semana, etc.

adoptauntio

Y de repente, ÉL. Sí sí chicas, ÉL. ¿Os acordáis cuando en el colegio todas las niñas suspiraban por el malote de la clase y tú como mucho te acercabas a él porque quería copiarte los deberes? El típico chico que no sabes qué esconde, o si esconde algo… Que tiene cara de bueno pero… mmmmm como que no te fías. Ese que has creído tener delante muchas otras veces pero que tarde o temprano te ha terminado dejando hecha un cristo, sola como al principio y con el corazón hecho polvo. Pues ese, pero EL CORRECTO.

Quedamos en mi casa y pasamos la primera noche juntos. El siguiente fin de semana, y el siguiente también. Al mes y medio estábamos viviendo juntos.

Desde ese día y hasta hoy no he podido dejar de pensar una cosa: entre mi chico y yo hay una diferencia de 30 kilos de peso (míos sobre los suyos, quiero decir). Sé que muchas de vosotras pensaréis “¿y?”. Pero en mi caso, es un poco más complicado. No es que mis kilos sean peores o mejores que los de las demás. Sino que hasta ahora no había conseguido nunca superar esa barrera: el quererme a mí misma tal como soy (y como estoy), verme guapa y sentirme sexy.

Mi vida ha cambiado mucho en este último año. Ahora llego a casa cada día con ganas de encontrarme con “mi gordi”. Él me agarra del culo, le encanta mi barriguita, me besa mil veces y me hace sentir como nunca me había sentido.

Reconozco que no todo el mérito es suyo. Me he quitado de encima complejos idiotas que sólo ocupaban espacio en mi cabeza. Sinceramente, prefiero tenerlos ocupados con el estribillo de la canción del momento. Me importa bien poco la imagen que damos cuando vamos por la calle, el qué pensarán o si hacemos buena o mala pareja. Él me quiere porque yo me quiero y, sinceramente, aunque esta relación se terminase, aunque no fuese el hombre de mi vida, ya habría merecido la pena. No sólo por lo que he vivido sino por lo que he aprendido. No entendía lo que significaba hasta ahora, pero es cierto, cuando encuentras a la persona que te complementa (¡ojo! NO a la que te completa) te conviertes en la mejor versión de ti mismo.

Girosa