Para mi a única acepción coherente que tiene la palabra ‘guarra’ es la misma que la de ‘guarro’. Una persona cuyo fuerte no es lavar la ropa interior a diario, ducharse o dar prioridad a su aseo personal en general. Un cochino o cochina de toda la vida. Un marrano, grosero, un cerdito. Por eso cuando alguien utiliza este adjetivo con otros fines suele desconcertarme y sobre todo, cabrearme.

Si por guarra entienden una mujer que vive plenamente su sexualidad, que no rechaza una oportunidad para follar solo por el qué dirán, que disfruta de la vida y se deja llevar por sus instintos sin hacer daño a nadie, entonces yo debo de ser una GUARRA en mayúsculas.

Solo entiendo los límites cuando afectan a otras personas y no entiendo en qué manera puede ofender el volumen de tíos con los que me acueste o cómo puede influenciar mi valía como persona. Basta de pensar que ellos son unos machotes, unos fuckers de la pradera y cargarnos a nosotras la cruz de la promiscuidad. ‘Fulanita es de puta madre para follar pero jamás me plantearía nada serio porque sé de buena tinta que es una guarra’. ¿Pero en qué siglo vivimos? ¿De verdad todavía hay que dar explicaciones y un listado oficial de conquistas para asegurar que tu flor, aunque no intacta, sigue manteniendo pétalos?

Que yo me acueste con quien me da la gana cuando estoy soltera no quiere decir que no sea la novia más fiel cuando estoy con alguien. Tengamos las cosas claras, por favor. Para mi las personas que son capaces de liberarse de tabúes y prejuicios y que disfrutan libremente de su sexualidad, son más felices. Son capaces finalmente de llegar a rincones de si mismos que otros temen y de entablar vínculos muy potentes con otros iguales. Decir alto y claro lo que te gusta en horizontal no te convierte en una buscona ni en una chica fácil. No entiendo cómo la gente no le ve el lado positivo. Es maravilloso toparte con una persona que sabe lo que quiere y que no pierde el tiempo mareándote o entrenando para un partido mediocre.

Se suele decir que cuando una persona insulta a otra, ese insulto en cuestión dice más del emisor que del receptor. Cada vez que llames guarra a una mujer por el número de tíos a los que se tira o el tipo de vida sexual que lleva, estás dejando en evidencia tu triste envidia. Si follásemos más y criticásemos menos, el mundo iría bastante mejor. He dicho.