Yo sé que en este mundo del internec las noticias envejecen muy rápido, pero ¿os acordáis de Amaia sin depilar en la ceremonia de  los Goya? Sí, fue solo hace un par de semanas y aquí en WeLovah le dedicaron este artículo porque efectivamente nos representa bastante… pues eso, que no me lo quito de la cabeza, así que voy a utilizarlo para explicar un tema que me atormenta y es que parece que si te denominas feminista tienes que ser consecuente todo el rato con absolutamente todo.

El revuelo que se montó por cuatro pelos en el sobaco me pareció desproporcionado y no solo por el debate habitual de «is piqui higiíniqui», que ya me da la risa, no. Ahora es el problema es que si lleva las piernas depiladas, que vaya con la sobaca mora como un jardín en flor deja de tener valor como acto reivindicativo. Y a mi me explota la cabeza.

No es la primera vez que veo esto. Hace un par de semanas en la cuenta de Instagram de WeLoversize publicaban esta fotografía preciosa:

Sí, la chica lleva el bigote sin depilar, tiene unas cejas preciosas (no me atrevo a asegurar si las lleva depiladas o no, porque en el mundo cejil se ha visto de todo) y además va sutilmente maquillada. SACRILEGIO. Los mensajes del tipo «esto no es coherente, ir con bigote pero con las cejas perfectas no tiene sentido» se multiplicaban mientras yo me preguntaba: «¿Qué carallo es lo coherente?». Porque coherencia para mi es ir como a cada una le salga de las narices (dentro de un orden) y ya está. Y si encima nos metemos en lo performativo (está claro que estamos ante una fotografía artística), quizás sea precisamente «un bigote donde no se espera» lo que capta toda la atención.

Pero el caso de Amaia es mucho más tremendo porque claro, la exposición mediática. De una manera u otra muchos medios nos tomamos sus pelos como un acto de rebeldía y, teniendo en cuenta el contexto, así fue (aunque no sepamos a ciencia cierta si ella lo hizo con esa intención). La naturalidad de Amaia no pasó desapercibida y se lió parda. Cientos de comentarios en las redes sociales juzgándola y ninguneándola, diciendo que lo que quiere es llamar la atención (porque claro, con lo artistaza que es le hace mucha falta, vaya) y que no tiene sentido ir con un vestido de Paco Rabanne, tacones y pretender que unas axilas llenas de vello se consideren una reivindicación feminista.

Porque, como siempre digo, resulta que las mujeres feministas somos unicornios sin aristas y tenemos que ir vestidas con el uniforme de la perfecta feminista todo el rato, si no nuestras cosis no valen nada.

 

Vale que mi vida es cero interesante, pero imaginemos que me invitan a un sarao de copete, yo decido ponerme un crop top y me planto en un photocall enseñando mondongo (con todo lo chocante que sería eso en un contexto de vestidazos y un porcentaje de cuerpos normativos muy alto). Pues habría quien echaría abajo esta acción silenciosa porque probablemente aprovecharía para hacerme un maquillaje fantasía o lo que fuera. Y claro, como feminista estoy obligada a ser 100% consecuente con absolutamente todos mis actos…

Esto es AGOTADOR amichis, y extensible a casi todo en la vida, sobre todo si eres una persona pública (que, con o sin photocall, mi mondongo no le importa a nadie). Si decides empezar a desarrollar una conciencia más sostenible, no se te ocurra jamás tomarte un batido con pajita. Si eres defensora de los animales tienes que ser vegana (o por lo menos vegetariana) casi obligatoriamente. Si luchas por los derechos de los trabajadores no pidas comida a domicilio. Y si eres feminista, tienes que demostrarlo 24/7 y posicionarte en absolutamente todos los debates que están sobre la mesa. Ya sabes, todo o nada… porque si no eres 100% consecuente, tus acciones no sirven de nada.

Sí que es verdad que, cuando entras en contacto con algún tipo de movimiento social, tu empatía se desbloquea y eres capaz de sensibilizarte con otras causas. También es verdad que a todas nos hace falta deshacernos de privilegios y deconstruírnos, pero todo conlleva un proceso. Y ningún proceso es igual al otro.  Lo que tengo muy claro es que yo me niego a mirar con lupa cualquier acto de micro rebelión solo para sentirme más algo que alguien. ¿Que Amaia quiere pasearse por los sitios con las axilas peludas? Pues OLÉ POR ELLA Y OLÉ POR TODAS LAS QUE TOMEN NOTA (y se sientan representadas por este gesto). A lo que voy amigas es a que todo suma y con estos pequeños gestos también se van cambiando conciencias y normalizando la diversidad. No entiendo tanta resistencia en clave «no es lo suficientemente feminista así que no la tengo en cuenta», me suena a señoros ofendidos con el anuncio de Gillette y toda la pereza. El odio en las redes sociales lo enmarrona todo, pero la liberación femenina continúa por mucho que quieran enjuiciar nuestros actos públicos constantemente.