Desde muy joven padezco de ansiedad. Nunca he llevado una vida fácil y siempre me costó mucho trabajo que mi cabeza no me traicione y que mi cuerpo no somatice todo lo que siento.

Mi médico, un señor muy conocido en mi ciudad por ser un facultativo excelente, siempre me había llevado con mucho cariño. Pero yo me fui haciendo cada vez más adulta y mis problemas fueron aumentando.

A los 20 tuve un brote de vértigo que me dejó en cama casi dos semanas. Es una sensación que no le deseo a nadie. Estaba tumbada sin moverme y tenía la sensación de ir a caerme de la cama en cualquier momento. Parecía que vivía en las aspas de un helicóptero. Fui al médico a por mi baja laboral y, estando allí me llamó mi jefa para decirme que no me iba a admitir una baja, que fuera como fuera debía ir a trabajar ese día. Mi médico escuchó la conversación y juró que menos de 3 semanas no iba a admitir que volviese, viendo cómo estaba. Entonces empezó a decirme que los vértigos y el estrés eran una mala combinación.

Meses más tarde, mi migraña que llevaba años desaparecida, hizo su reaparición, con su espectáculo de luces, sus náuseas, su fotosensibilidad y todo lo que conlleva. Nada más verme entrar por la puerta mi médico me dijo “Antes de nada, relájate un poco que te veo muy nerviosa. Es que con esos niveles de estrés ¿cómo no te van a pasar cosas?”

Y ahí empezó un mantra que repitió cada vez que tuve que acudir a su consulta. ¿El esguince de tobillo? Pues es que con ese estrés que ando siempre no miro ni donde voy. ¿Contractura lumbar? Es que los nervios son lo peor para la espalda. ¿Bajada de tensión? No, no va a ser que estamos a 40 grados, son los nervios…

Después del primer embarazo, su mantra tuvo una variante, una muletilla más. Después de sus speach sobre los nervios y la salud venía el sonido de arrancar una hoja y la siguiente frase “Y toma, anda, llévate esta dieta de 1000 calorías, que ya verás que perdiendo ese peso que tienes de más tu (inserta aquí enfermedad o lesión vírica, crónica, o lo que sea) mejora mucho más con menos peso”.

Llegó un punto en que solo pedía con él citas telefónicas, así, al no ver mi físico, podía escuchar mis síntomas y no lo que supongo que oía cuando me veía, que debía de ser algo como “Doctor, vengo porque, después de comerme un buey, tres hamburguesas, cinco jamones y 7 bolsas de patatas aderezadas con mantequilla pura y de beberme un enorme batido de albóndigas, me gustaría que me dijese si me tomo o no un paracetamol cuando me duele la cabeza”. Pues no, en realidad yo sabía que muchas de las cosas que me pasaban no tenían que ver con mi peso. Entiendo que pueda tener relación en algún caso, pero desde luego hay que descartar otras cosas primero.

¿Y la ansiedad? Pues si que nos puede hacer pasar muy malas pasadas, pero igual mirarme el intestino antes de decirme que son nervios y dejarme entrar en mi cuarto año consecutivo con diarreas casi diarias…

El caso es que mi médico se jubiló, dejándome a medio hacer varias pruebas. Entonces legó la nueva doctora, para la que pedí, como de costumbre, cita telefónica. Me leyó los resultados de una analítica, le conté mi historia clínica y me dijo “Ay no, eso hay que mirarlo. Primero de nada, la próxima vez ven hasta aquí que quiero palparte”, entonces me puse tensa y creí que lo que quería era ver el perímetro de mi abdomen.

Pues no. Dos semanas después tuve que posponer una prueba que me pidió porque estuve pasando un virus (cortesía de alguna de mis criaturas) y saldría la prueba alterada. Quise ir en persona para avisarla de lo que pasaba y ver así lo que me decía. Me miró a los ojos en todo momento. Escuchó lo que le decía con atención y me explicó cómo debía proceder para intentar mejorar y cuando era el mejor momento para continuar con las pruebas. Ni siquiera me preguntó cuanto tiempo tenía mi bebé cuando le dije que la mediación que me quería recetar debía ser apta para la lactancia. Simplemente lo consultó y me dijo “No hay problema”.

¿Será un espejismo? ¿Será verdad que al fin me va a atender una sanitaria que no me va a juzgar por mis decisiones vitales ni va a tener mi peso y mi ansiedad como únicos factores relevantes para mi salud? Estoy muy contenta, la verdad.

Luego lo reflexioné al llegar a casa y… Estoy contenta porque una persona profesional de la salud haga su trabajo sin prejuicios personales… Hasta este punto ha llegado la sociedad. Y pensando sobre esto, me senté a escribiros.

 

Escrito por Luna Purple, basado en la historia de una seguidora.
(La autora puede o no compartir las opiniones y decisiones que toman las protagonistas).

 

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