Mi suegra estaba cabreadísima conmigo y es porque no acepta un no como respuesta.

Se ha divorciado de mi suegro hace nada y quiere empezar de nuevo pero ya. Le he aconsejado que se tome un tiempo para conocerse, pero dice que se tiene muy vista.

Yo conocí a su hijo por Tinder y nunca nos hemos inventado una historia paralela para  contar nuestros comienzos. Admitimos que nos conocimos por allí, empezamos a quedar y surgió el amor. Siempre nos saltamos las semanas de mensajes gorrinos y de folleto intenso, pero nuestra historia es esa.

Ella dice que ha estado desde los 14 años con el mismo hombre, casada con él más de 40 años y sola en esa relación casi la mitad. Entiendo que quiera conocer a gente nueva, salir, divertirse.

Varias de sus amigas se han divorciado también y entre todas han decidido que voy a ser su gurú de las citas y, a partir de ahora, les serviré para dar algunas master class de cómo ligar en un pis pas. 

Por eso, el otro día me hicieron una encerrona. Me dijo que fuera a ayudarla con una cosa que no entendía y me encontraré con una reunión de las chicas de oro dispuestas a romper caderas. En cierta manera no era mentira, pero vaya tela.

Al, principio disimularon un poco, pero enseguida sacaron los móviles: ‘Nena, ¿qué es eso del telegram?’ , ‘¿Qué le dirías tú a este señor?’ ‘¿Qué respondo cuando me preguntan por mis aficiones?’

Podría haberme ido sin más, pero estaban tan ilusionadas que hice pura magia. En lugar de decir que le gustaban las novelas turcas, puse que eran unas amantes de las culturas exóticas, les hice buenas fotos para sus perfiles, les di algunas frases maestras para que no se quedara la conversación parada y les descargué y expliqué los programas que necesitaban. 

Para resumirlo, sin beberlo ni comerlo empecé a ligar con caballeros que me doblaban la edad y mandaban fotos desenfocadas, salvo de su pene, que esas sí que estaban bien hechas. Lo único bueno que me llevo de ese momento es ver cómo se reían del descaro de algunos señoros que corren por la red.

Luego pensé que a mí me hubiera gustado que me echaran una mano. Se merecen vivir una segunda juventud y disfrutar de lo que venga.

 

Anónimo

 

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