Sus compañeros la detestan por haberse acogido a la reducción de jornada

Por si no fuera ya lo bastante sacrificado ser madre y trabajar fuera y dentro de casa, también hay que lidiar con el boicot constante al que te somete el entorno. El mismo que luego te insta a tener hijos y argumenta que es lo más bonito que te va a pasar en la vida. Yo no soy madre, pero cualquiera con un mínimo de empatía puede ver la incomprensión, la presión y, por extensión, las frustraciones y la sensación de cansancio que sufren las madres tantas veces. 

Dos de mis amigas trabajan en la misma sección de una fábrica de mi ciudad, así que conozco las dos versiones de este caso. Vamos a llamarlas Olga y Berta. Olga tuvo un hijo hace cuatro años y, poco después, se acogió a la reducción de jornada por guarda legal. En una fábrica en la que se hacen turnos de mañana, tarde y noche, era de esperar que lo hiciera, a fin de pasar más tiempo con su hijo. Ahora, y hasta que el niño tenga 12 años, tiene siempre el turno de mañana. Es inamovible, puesto que la ley la ampara.

En una fábrica que nunca para la actividad, la empresa distribuyó al resto de compañeros del equipo en turnos rotatorios de mañana, tarde y noche. La única que no rotaba era Olga, pero, al margen de algún recelo, el resto estaba más o menos satisfecho con la situación. 

De hecho, Berta tuvo un hijo un año después. Una vez se incorporó al trabajo, se quedó con sus turnos rotatorios haciendo más noches, que están mejor pagadas. Y que, además, le permiten descansar por las mañanas mientras su hijo está en la guardería y estar con él por las tardes. Hasta ahí, bien.

  • Las críticas

Todo cambió cuando la empresa, al parecer acogiéndose a convenio, redujo los turnos de noche. Ahora, dado que Olga es inamovible en el turno de mañana por la reducción de jornada, todos los compañeros tienen que hacer más tardes, lo que colisiona con la conciliación familiar y reduce las posibilidades de hacer vida social. 

Fue entonces cuando comenzó la lluvia de críticas a Olga. Dado que vivimos en una ciudad pequeña, en la que se conocen o creen conocer las circunstancias de los demás, enseguida comenzaron los ataques personales. “¿Que te vas de boda este fin de semana? ¿Y dejas al niño con tu suegra? Anda, claro, para eso sí, ¿no?”. Más todo lo que no le dicen a la cara, pero que utilizan para hacer camarilla común y mantenerla en el punto de mira. Olga se ha convertido en el blanco fácil y eterno tema de conversación.

Para colmo, Berta se ha quedado embarazada de su segundo hijo. Ahora se encuentra bien, pero las primeras semanas sentía mucho malestar. Llegaba llorando al trabajo, sobre todo cuando le tocaba turno de tarde, que ahora tiene que hacer más veces que antes. Porque apenas veía a su hijo, lo que la angustiaba, y porque, con otro en camino, la situación laboral no tenía visos de mejorar. A lo que se sumaban las molestias físicas. 

La situación de Berta indignó aún más al resto del equipo, que la tomó todavía más con Olga. Así que, como resultado, tenemos a dos madres tratadas injustamente: la primera, denostada por sus compañeros por reclamar algo que le pertenecía por derecho; la segunda, con escasas posibilidades de conciliar su vida de madre y mujer trabajadora, y con otro hijo en camino. 

  • Y la empresa disfrutando con esto

Berta no puede acogerse a una reducción de jornada en la actualidad. El equipo es el que es y la fábrica tiene que continuar su actividad, así que el empresario ha limitado el ejercicio de este derecho aludiendo a motivos organizativos. De todas formas, conocedora del acoso y derribo al que los compañeros están sometiendo a Olga, Berta asegura que no sería capaz de acogerse a la reducción. Que las consecuencias para sus compañeros serían aún peores. Siente presión.

Ya ha ido en alguna ocasión llorando al despacho del encargado, que le ha dicho, básicamente, que es lo que hay. Desconozco en profundidad los derechos laborales que tiene Berta, aunque sospecho que tendría muchas posibilidades de alcanzar mejores condiciones si diese los pasos necesarios. No lo va a hacer, pese a la seguridad que le da saber que es fija. No lo hará por no enemistarse con nadie: ni con sus compañeros, a los que afectará la redistribución; ni con Olga, que además es su amiga. Porque, si los motivos organizativos a los que alude la empresa se dan por buenos, puede que la decisión sea concederle la reducción a Berta, que va a tener su segundo hijo. 

Es un marrón de cuyo alcance, insisto, no alcanzado a comprender por completo por no conocer en profundidad el derecho laboral. Lo que sospecho es que la empresa está disfrutando mucho con todo esto. Ellos deben de estar encantados con que, en lugar de queg a los trabajadores les dé por emprender medidas de presión para que busquen una solución, se dediquen a clavarse puñales por la espalda unos a otros. No tienen que mover un dedo para desactivar el movimiento obrero, porque ellos mismos lo desactivan desde dentro. 

 

Casi me los imagino tomando una cerveza los viernes y diciendo: “¿Ves? Eso es lo que pasa con tantos derechos. Reducción de jornada y ahora se joden sus compañeros”. Puede que me equivoque, pero es mi sensación. Porque lo contrario sería tener voluntad, buscar fórmulas y ofrecer soluciones. Pero, mientras la fábrica siga produciendo y a los trabajadores no les dé por ponerse en huelga, ¿qué más da?

 

Azahara Abril.