‘¿Tienes novio o novia?’ y otras cosas que no deberías preguntar a los niños

 

Sed sinceras, amigas, ¿cuántas veces habéis escuchado a alguien hacer esta pregunta? Tú tienes un retoño de digamos unos 3 añitos en adelante, un pequeño o una pequeña que empieza a socializar con otras criaturas de su edad, y de pronto a alguien se le ocurre pensar que llegado a ese punto lo de tener pareja es un imprescindible, aunque sea de broma, por el chiste sin más.

‘¡Uy con lo guapa que eres debes tener muchos novios! ¿Verdad?’

Una afirmación que dejó a mi hija un poco a cuadros y que de alguna manera me hizo entender que ese encasillamiento del que tanto tratamos de huir aparece en nuestras vidas desde que somos apenas unos críos. Eres guapa, simpática, divertida y por lo tanto los niños deben caer a tus pies ¡vaya suerte la tuya! Suena rancio pero es lo que hay.

Existe también la versión masculina, no os vayáis a pensar que los estereotipos solo nos afectan a nosotras. ‘¿Y tú cuántas novias tienes?’, porque ellos, los niños, ya no solo deben buscar el tener una pareja sino que cuantas más niñas estén enamoradas de ellos, mucho mejor, porque hay que apuntar alto, ser el más hombre, el más macho.

Y aunque en ocasiones sé que puedo tender a ser exagerada, este no es el caso. Porque por desgracia la sexualización de la amistad, el tener amigos o amigas de otro sexo, todavía continúa ligado a un único objetivo, la pareja. Una niña parece no poder tener amigos si su intención no es ser la novia de alguno de ellos, así como un niño no puede jugar con una niña a no ser que esa pequeña vaya a ser de alguna manera su novia.

Lejos queda aquello de que entre ellos puedan establecer roles en juegos como las casitas, los médicos, papás y mamás… Al fin y al cabo son escenas que ven en su vida diaria. ¿Pero por qué debemos azuzarlos los adultos para que el concepto de novia o novio aparezca desde la infancia? Es como una necesidad de marcar a los demás, ‘este es el novio de mi hija porque pasan mucho tiempo juntos y se quieren mucho‘, quizás ese tal novio y tu hija no comprendan ni lo que significa ser pareja y simplemente son buenos amigos y se divierten juntos en el parque, sin más.

Creamos dependencias innecesarias, porque da la sensación de que olvidamos que ellos mismos siendo tan pequeños no se atan a ningún amigo. Se conocen en el parque, juegan un rato como si fuesen amigos de toda la vida, y regresan a casa con las buenas vibras de una tarde de juegos sin más. No dependen de este o aquel hasta que ya son algo más mayores, cuando ya comienzan a forjar relaciones más estables. Y si desde bien chiquitines somos los adultos los que les preguntamos quién es su pareja o quién les gusta, al final lo único que les estamos exigiendo es que señalen a algún amigo como esa persona de la que depender emocionalmente.

Sin olvidar que a su vez también les estamos imponiendo unos roles estereotipados en los que es posible que ellos no se reflejen en el futuro. ‘A ver Carlitos, preséntame a tu novia que seguro que está por aquí por el parque‘, preguntaba cotilla una señora a su nieto en medio de la marabunta que ocupaba el jardín de juegos esa tarde. El crío, lejos de cortarse ni un poco, tomó de la mano al niño que tenía a su lado y muy directo le espetó a su abuela ‘aquí lo tienes Nana, se llama Mateo y es mi novio‘. Acto seguido los dos siguieron corriendo como si nada mientras Nana miraba a la que debía de ser su hija como tratando de comprender lo que acababa de pasar.

Tenemos que darnos cuenta de que las cosas, por suerte, han cambiado. Y para que la evolución a mejor sea posible estos pequeños detalles, quizás para muchas nimiedades, deben desaparecer. Ojalá más Carlitos que dejen sin palabras a sus abuelas, y ojalá mucho más respeto por la infancia y por las etapas sociales de nuestras hijas e hijos.

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