Inmersos como estamos en pleno proceso de reunión de los integrantes de la primera edición del maravilloso programa de televisión Operación Triunfo, me ha dado por echar de menos a otro grupo de cantantes (en este caso solamente cantantas) que compitieron por un sueño: formar una girlband tipo Spice Girls, pero ya en pleno tercer milenio.

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Verano de 2002. El X-Men Jesús Vázquez, cuyo superpoder es que por él no pasa el tiempo, presentaba un nuevo programa de televisión, importado desde Australia, que presentaba ante toda España a veinte chicas bien salerosas que lucharían semana a semana por llegar a la final y entrar a formar parte de un grupo de música que, después del reciente éxito de los triunfitos, prometía cambiarles la vida tal y como la conocían.

Telecinco quería ganarse al público más joven que podría estar más interesado en ver a chicas a la moda de 2002, que cantaban canciones más modernas que lo que había ofrecido (y había conseguido petarlo) Televisión Española con su Operación Triunfo, y aunque el programa tuvo éxito lo cierto es que el tiempo le ha pasado una terrible factura. Quizás por eso yo me niego a olvidarlo.

Popstars venía a la televisión para petarlo, por supuesto, pero su fórmula era bastante diferente: para empezar, que el casting estuviera compuesto solo por chicas ya dejaba las intenciones claras desde el primer momento. Lo que se buscaba aquí no era la gran voz de Rosa o el desparpajo sobre el escenario de David Bisbal: aquí querían chicas monas que cantasen más o menos, que bailasen lo que pudieran, a poder ser algo, y que se dejaran vestir con atuendos y accesorios sacados de los regalos de la Bravo como mínimo.

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Catorce años después yo no soy capaz de recordar ni una sola actuación mítica de este programa, pero sí que guardo otros recuerdos que tardarán en borrarse de mi memoria, si es que algún día lo hacen:

  • Los nombres imposibles de las chicas: vale que en OT1 tuvimos a Gisela y a Chenoa, pero es que aquí no había una concursante bautizada como Dios manda. Se ve que en el 2002, además de llevar un look imposible, era muy importante tener un nombre never heard before para llegar a lo más alto. Nalaya, Roser, Carmen Miriam (por separado bien, ¿pero juntos?) Nora, Davinia, Tenesoya… ¿quién podía ponerse el nombre más difícil todavía?
  • La renuncia de Roser: muertas nos quedamos todas cuando Roser, una de las finalistas de Popstars, a un solo paso de conseguir «ese sueño» que venía buscando, renunció a su puesto en la final para cedérselo a la eterna Carmen Miriam, que había sido expulsada. El asunto se convirtió en una conspiración digna de Cuarto Milenio, ya que mucha gente comenzó a decir que estaba más que preparado (y yo que me lo creo) pero Roser siempre negó que le obligasen a hacerlo.
  • Bellepop: Las cinco chicas ganadoras formaron su grupo de música soñado y le pusieron por nombre (o se lo pondría la Warner, productora prometida) Bellepop, ni más ni menos. Chicas al poder salió a la venta en noviembre de 2002 y nos dejó un temazo para la posteridad que siempre suena en todas mis fiestas: La vida que va.

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