Aquí me tenéis, llorando. ¿La diferencia? Esta vez lloro de alegría, de felicidad. Lloro de saber que acabo de vivir algo precioso. Y es por eso que he decidido venir aquí a contarlo, porque todos sabemos que 2020 es una puta mierda y que muchos de los matches de Tinder NO funcionan. Pero esta vez ha sido diferente. Aquí va mi historia:
Hace algo más de un año me mudé a un país escandinavo tras una ruptura con el que fue mi novio durante 6 años, pero también porque en España me sentía atrapada: aún viviendo con mis padres a los 27 años, un curro de mierda súper mal pagado y con malísimos horarios…que sí, que era de lo mío, pero como que no.
Total, que al mudarme aquí decidí que era hora de instalarse el Tinder y buscar un buen vikingo alto, rubio y de ojos azules.
Y ahí estaba yo: haciendo match con todos los hombres de esta tierra, entre aurora boreal y aurora boreal.
Y claro, llegaron las citas: que si el típico que solo quiere sexo de una noche pero te regala el oído, que si el que es completamente diferente de lo que dice ser, el del ghosting e incluso el que tenía novia de 8 años pero me engañó y me dijo que estaba soltero (obviamente yo le conté todo a la pobre muchacha cuando me enteré,porque a mi me gustaría tener la información al menos. (En el país en el que yo estoy no hay apenas coronavirus, se mantienen siempre distancias, lavado constante de manos, etc…está muy controlado y más o menos la vida es bastante normal. La mascarilla solo la llevo en el curro).
Y por fin encontré un match «decente». Rubio, alto, ojos azules…vamos, el típico escandinavo que todas nos imaginamos. Y estuvimos quedando durante unos meses..hasta que una noche, después de haberme invitado a pasar las Navidades con su familia, me dejó. Yo no entendí mucho sus motivos, pero bueno,la vida, supongo.
Y nada, que hace 2 meses decidí volver a Tinder. La verdad, no esperaba mucho. Charlé con algunos, tuve algunas citas…pero sin más. Y de repente, apareció él. Empezamos a hablar muchísimo desde el principio. Nuestra conexión era brutal. Mensajes cada vez más largos…fotos, audios…en fin. Cada vez estábamos más cómodos y yo intentando no hacerme ilusiones…porque sí, estamos en el mismo país, pero a más de 1000kms de distancia. Yo en el norte, con las auroras boreales y él en el sur.
Y entonces llegó ese mensaje que hizo que me temblaran las piernas: «termino exámenes el 10 de diciembre, ¿qué te parece si te visito ese fin de semana? Quiero conocerte». Yo, acojonada, pero a la vez ilusionadísima. Le dije que sí y compró los billetes. Seguimos hablando. No había quién nos parase.
Y, por fin, el sábado a las 12 del mediodía aterrizó en donde yo vivo. No os voy a engañar, estaba acojonada, tenía miedo de no ser lo que él esperaba. El día estaba precioso, eran las 12:35pm, estaba atardeciendo y el cielo entero estaba naranja y precioso. Jamás he visto esta ciudad tan bonita desde que vine. El destino, pensé. Y de repent, le vi. Ese chico altísimo que salía de la terminal del aeropuerto venía derecho hacia mi coche con una sonrisa de oreja a oreja. Nos abrazamos. Y ahí empezó el que sin duda ha sido mi mejor fin de semana de todo el 2020.
Vinimos a mi casa a dejar su maleta y según la dejó estábamos abrazándonos de nuevo. Risas, miradas cómplices. Y por fin ese silencio. Y ese beso que llevábamos tanto tiempo esperando. Y detrás de ese cientos de besos más. Cocinar juntos tortilla de patata y croquetas (yo quiero enseñarle a este maromazo noruego lo que es la comida rica). Y cucharita. Y despertarme a su lado. Cantar juntos canciones que nos gustan. Y que me haga el desayuno. Perderme en sus ojos y reirme con sus bromas como no me he reído en años. Simplemente…ser feliz.
Y por si esto no fuera poco, ayer tuvimos la cita más romántica de la historia: el cielo despejado y una gran actividad solar…nos abrigamos bien y nos fuimos a la playa: el cielo explotó en colores verde y morado, algunas de las auroras boreales más intensas que jamás he visto. Y las Gemínidas. Y abrazarnos y besarnos bajo ese espectáculo. Y que el mundo diese igual. Él recordándome que pidiese un deseo por cada estrella fugaz, yo solo queriendo pedir el final del covid para poder ver a los míos y que esto que siento con él dure.
Y así llegamos a hoy. Me he despedido de él hace un par de horas. Volvemos a estar a más de 1000kms, pero ahora sabemos que nos tenemos el uno al otro, que no estamos solos. Que sí, que no sabemos qué pasará entre nosotros y si todo esto acabará siendo un sueño precioso y corto,o si haremos que dure para siempre…pero sabemos que estamos ahí, que nos duelen la cara de sonreir juntos, que mis carcajadas se han podido oir en Madrid desde aquí, y que, el mes que viene, a no ser que la pandemia lo haga imposible, volveremos a vernos.
Le voy a echar de menos, pero esta vez no lloro de pena por tenerle lejos, lloro de alegría y de emoción de saber que las cosas bonitas también pasan en Tinder, que no es cuestion del lugar o del tiempo, que es cuestión de la persona con la que te cruces.
En definitiva, si a mi me ha pasado, a ti también puede pasarte. Todos merecemos ser queridos y respetados. Y todo llega. Las historias bonitas llegan. También en Tinder.
Os seguiré contando…
Y gracias por leerme, especialmente si habéis aguantado todo el tocho.
Un besote fuerte.