¡Hola amigas! Hace unos días me pasé por aquí para haceros partícipes de mis nervios y miedos ante mi primera cita tras 42 años de dique seco. Me gustaría poder agradeceros una a una vuestras palabras de ánimo, sois grandiosas y de veras fuisteis de gran ayuda para terminar de animarme a lanzarme a esta aventura. ¡Un millón de gracias!
Así que tengo una cuenta pendiente con vosotras, y es el contaros cómo fue mi cita el pasado viernes, día de San Valentín. Todavía lo pienso y me pongo eléctrica perdida…
Estuve todo el día desubicada por completo, nunca hubiera imaginado que una cena me podría provocar semejante indisposición. Me preparé todo lo bien que pude, no quise estrenar nada pero llevé mi mejor vestido y, como muchas me indicasteis, mi mejor sonrisa.
Decidí llegar algo justa de tiempo al restaurante, siempre soy muy puntual, pero pensé que para mis nervios sería mejor no tener que esperar la llegada de mi acompañante. Como os conté, no lo conocía en persona. Era el compañero de trabajo de una de mis mejores amigas y todo apuntaba a que la cosa iría bien, al menos según sus palabras.
Cuando entré en el restaurante en seguida lo localicé. Había visto alguna fotografía suya y la verdad es que no engañaba. Maduro, con el pelo algo canoso, y guapo, la mar de guapo. No quise borrar mi sonrisa ni un solo segundo así que intenté olvidar para qué estábamos allí y decidí que solo sería yo, sin más.
Estuvimos toda la cena hablando y riendo. Charlamos sobre nuestros empleos, un poco sobre nuestro día a día y, por supuesto, sobre nuestra situación amorosa. Ahí volví a ponerme nerviosa, es que tampoco quería decirle la verdad tan a bocajarro, así que únicamente le dije que llevaba mucho tiempo disfrutando de mi soltería y (puede que gracias al vino) le dejé caer que ya tenía ganas de que mi situación fuese diferente. Fue dejar caer aquello y cambiar por completo el ambiente de la cena.
Entonces empezamos a tontear mucho más. Nos pusimos tontorrones y hubo mucho más contacto visual y un poco físico. Noté que me acariciaba un poco la pierna con su pie y tuve que suspirar un par de veces para tomar aire.
Cuando terminamos de cenar dimos un paseo hasta mi casa, no buscaba para nada algo más de lo que ya había pasado, pero cuando llegamos a mi puerta se acercó despacio a mí y me preguntó si podríamos terminar una noche perfecta con un beso.
Fue redondo, casi como cualquier sueño que haya podido tener desde que era adolescente. Un beso ligero pero también muy poco casto. Me temblaba hasta el último músculo.
Todavía no hemos vuelto a quedar pero sí que hemos hablado en varias ocasiones durante estos días. Tenemos pendiente repetir la cena en un bonito restaurante del que me habló en la cena. Y bueno, a partir de ahí, que pase lo que tenga que pasar…
Muchas gracias de nuevo a todas, es estupendo sentir que hay gente tan especial al otro lado de la pantalla.