Actualmente tengo 21 años, sigo esperando juicio, y sigo luchando por cerrar esa etapa de mi vida. Aquí os dejo la carta que escribí a mi hermana cuando decidí contarlo. He de decir que esta carta salió a la luz un tiempo después. La tengo en mi perfil de instagram, en mi blog, y he ayudado a muchas chicas que han pasado por situaciones similares a la mía. Y esa es mi intención, ayudar y crear conciencia. Ahí va:
He tenido una infancia penosa, una infancia de mierda. Esta es mi historia y mi vida, y antes de irme quiero que sepas por qué lo voy a hacer.
Mi primer beso fue con abuelo, el padre de mamá, que por aquel entonces tenía más de 60 años, y que tuvo que agarrarme e inmovilizarme sobre su cama para poder alcanzar mis labios con los de él. En ese momento yo tan solo tenía 10 años, era una niña. Y durante casi los cuatro años siguientes, él continuó abusando de mi, robándome mi inocencia con actos cuyos recuerdos hasta el día de hoy me obsesionan y avergüenzan.
Todo comenzó como un juego inocente, con caricias, alagos y propuestas e invitaciones que cualquier niña de esa edad quisiera recibir. Y de hecho, en un principio disfruté, no sólo de la compañía y cariño de abuelo, sino que también de todos los novedosos “juegos” para mi que él ideaba. Era nuestro secreto, éramos cómplices de nuestros actos, y cuando él no me buscaba a mi, era yo quien iba detrás de él.
Aún no logro averiguar en qué momento estos juegos pasaron a ser “inapropiados”. Aún me pregunto qué culpa tuve yo, ya que nunca opuse ningún tipo de resistencia y siempre accedí sin quejarme a todo lo que él me pedía y proponía. Tenía muy claro cuáles eran los “juegos” de los que disfrutaba y cuáles eran los que me desagradaban, pero nunca me negué a nada. Y hoy, mirando al pasado, no debería haber disfrutado de ninguno de ellos.
Me pesa que a los 10 años ya me hubieran tocado todo lo que me podrían haber llegado a tocar. Me he sentido tremendamente avergonzada y culpable por estos hechos durante toda mi vida. Yo era sólo una niña. Él me quitó toda mi dignidad, violó mi intimidad, y se aseguró de que uno de los recuerdos predominantes de mi infancia fuera con un pene gigante restregándose por todo mi cuerpo, uno que me provocaba arcadas y que no me dejaba respirar.
Jamás voy a lograr olvidarme del día en que llevó mis manos hacia su pene, diciéndome mientras tanto que eso era normal. Recuerdo el dolor, la sensación de partirme en dos, las silenciosas lágrimas que intentaba esconder…
Fue un domingo, en tu primer invierno en Cádiz, la primera vez que estos hechos ocurrieron. La primera vez de muchas que seguirían, semana tras semana, año tras año. Recuerdo que a pesar de que siempre luchaba por mantener mis bragas puestas, no siempre me salía con la mía. Aun no entiendo por qué este hecho era tan relevante para mí, pero me sentía menos vulnerable si lo tenía conmigo. Aunque abuelo abusara de mí, me daba una falsa sensación de seguridad. Sentía que aunque perdiera la guerra por lo menos había ganado la batalla.
Pero no sólo perdí muchas batallas, sino que también la guerra. Él logró quitarme la posibilidad de vivir una vida normal a mis tiernos diez años. No tenía refugio para guardar los secretos hacia mi cuerpo y él me robaba mi inocencia poco a poco. Yo no vivía en un momento en el que era seguro contar esto en casa, no sabía qué reacción podrían tener mamá y papá. No tenía a nadie con quien desahogarme porque no confiaba ni en mí misma, nadie a quien recurrir, ni siquiera un Dios en el cual pudiera sentir amparo.
A medida que fui creciendo, mi verdadero yo quedó enterrado bajo las torcidas mentiras de mi infancia. Cada toqueteo, cada beso, cada penetración me transmitía inciertos mensajes sobre quién era y sobre quién podría llegar a ser en este mundo. Me sentía insignificante, equivocada, mala, desvalorizada y terriblemente usada, y creía que si sólo hubiese sido una “buena niña”, no estaría pasando por todo esto…
Hoy, a mis 17 años, he comenzado a reconectarme con mis sentimientos y a llevar este conocimiento a un nivel más emotivo. Hace algunos días decidí enfrentarme a mi incestuoso pasado, el que había negado y reprimido durante más de 7 años. Y ahora mismo, estoy empezando a lidiar con mi historia de abuso y a darme cuenta de cuánto me ha afectado.
Fueron muchos los motivos que me llevaron a dar este paso: recuerdos y pesadillas que ya no me daban tregua ni siquiera en mis escasas horas de sueño, una inhabilidad de proyectar mi vida con la mochila que cargo a cuestas, y sobre todo, porque ese cabrón pague por todo el daño que me ha hecho. Después de mucho meditar y rezar, he decidido poner fin a esta pesadilla.
Pero no ha sido fácil aceptar que debo retroceder y analizar mi pasado para poder avanzar y superar todas mis trancas. Examinar minuciosamente mi infancia ha sido para mí un motivo de gran dolor y me aterra saber que finalmente tengo que enfrentarme a los fantasmas que me han perseguido durante gran parte de mi vida. Sin embargo, sé que esta es la única manera de hacer las paces con mi desagradable historia.
Actualmente, no pasa un día sin pensar en mi historia de abuso y sin preguntarme qué habría sido de mi vida, de mi persona, sin este horrible pasado. Pero mi última esperanza es que sea este mismo sufrimiento, este mismo trauma, el que me empuje y anime a crecer y a reencontrarme con mi verdadero yo.
Pero hay veces en que pierdo toda mi esperanza. No es fácil estar continuamente desenterrando y descubriendo nuevas heridas, y hay días en que me siento absolutamente agobiada por todo el trabajo que tengo que hacer sólo para sentirme y aparentar ser una persona “normal”. Siento que mi recuperación, si es que llega, está a años luz de distancia, y muchas veces pareciera que es más fácil rendirse y dejarlo todo hasta aquí. La imagen de carácter fuerte y decidida a la que aspiro llegar a ser algún día, se aleja cada vez que creo estarme acercando a ella.
¿Cómo puedo vivir esa vida de grandeza de la que todos hablan y que yo sólo puedo imaginar si cada día que pasa las voces en mi mente me hacen sentir el poco valor que tengo? ¿Cómo puedo transformar esos pensamientos destructivos que me formé durante años de abuso en unos que me acerquen a la vida que siempre he deseado, la vida que aun creo no merecer? ¿Cómo, después de todo lo que he vivido, puedo aprender a creer y a confiar?
He tenido que remover el pasado para intentar poder seguir avanzando hacia el futuro. Y escarbando he encontrado. He encontrado respuestas a muchas de mis interrogantes, pero también recuerdos que a veces dudo si fue positivo desenterrar.
No dejo de recriminarme que mi primer acercamiento sexual tendría que haber sido un momento de sana vergüenza e inocente curiosidad, tendría que haber sido un momento memorable, tendría que haber sido con algún niño de mi clase que me hiciera sonrojar cada vez que me mirara o me hablara y yo tendría que haberlo sentido como un momento en el paraíso. Pero no fue así. Ni siquiera fue a los diez años con abuelo, como habría podido jurar que fue durante todo este tiempo…
Sólo se requieren de unas pocas palabras para poder expresar lo que ha aflorado desde lo más profundo de mis recuerdos, pero son palabras que calan mis huesos, que me duelen como pocas cosas me han dolido en mi vida.
Tengo recuerdos horribles, recuerdos donde él me tocaba, me introducía los dedos en mi vagina, se masturbaba conmigo… Inventó un juego en el cual no hace mucho tiempo me di cuenta que yo nunca habría podido ganar para poder satisfacerse conmigo y mi cuerpo.
De algún modo estos encuentros eran mi única ventana a un mundo fuera del mío, y en ellos era frecuentemente el blanco de humillación. A pesar de que estos encuentros no sucedían todos los días, el resto de juegos y risas que llenaban mi vida no podían borrar esos episodios, los que me robaron la inocencia a pequeños pedazos.
Me ha costado conectarme con el dolor asociado a todos estos abusos porque no siempre me dolió físicamente, e incluso a veces me gustó. Una vez que él terminaba, no me largaba a llorar en un rincón por lo que me habían hecho, como mucha gente esperaría. Sin embargo, no entendía lo que había sucedido ni cómo de terrible era. No podía prever el daño que me causaría y como me cambiaría a mí para siempre.
Creo que sólo tengo que olvidar. Pero esto es algo que no se olvida. Pasa a ser parte de uno.
No sabía los estragos que me había causado emocionalmente, y hasta que no examiné mi vida y mi infancia, comencé a darme cuenta que mi infancia no había sido “normal”. Me siento absolutamente sola con todo esto, pienso que todo ha sido mi culpa, y he llegado a intentar explicarme a mí misma que el abuso realmente no importaba en el esquema de mi vida. Qué equivocada estoy. Tengo una autoestima por el suelo, constantemente me culpo, tengo pensamientos suicidas, lucho contra una depresión terrible, tengo ansiedad y sufro de constantes jaquecas. No me había dado cuenta de cómo ni cuánto me ha afectado esta situación.
Creo que esto es lo más difícil que me ha tocado hacer en mi vida. Me esfuerzo para intentar encontrarle sentido a lo que pasó, a encontrarle el lado positivo. Hay días que me cuestan más que otros. Sin embargo, hay una chispa, una esperanza, una voz de verdad que me dice que podré salir de esto. Esta voz viene desde mi interior, débil pero determinante, alentándome a sobrevivir. Espero que esa misma voz en un futuro me llame a hacer más que sobrevivir, sino que realmente a vivir. Que me llame a la grandeza.
Soy carmencm97 en instagram, por si alguna quiere hablar conmigo. Gracias chicas!