De pequeña siempre decía que no quería ser mamá, nunca me han gustado demasiado los niños, pero suelen decir que tener el tuyo es diferente…
En Octubre de 2017, después de una maravillosa boda y una fantástica luna de miel empezamos a buscar bebé, empezaron a pasar los meses, y resulta que nos dimos cuenta de que tal y como habíamos oído no es tan fácil quedarse embrazada como realmente crees. Cansados de ver mes tras mes que el periodo venía mes tras mes, en Julio de 2018 decidimos hacernos pruebas en una clínica de Barcelona para saber si estaba todo bien y por desgracia obtuvimos malos resultados por mi parte, mi marido estaba completamente bien, pero yo para la edad que tengo, resulta que mi reserva ovárica es más baja de lo que debería ser.
La recomendación de los médicos era: no esperar más de 1-2 años para hacernos tratamiento, en mi caso mejor in-vitro por estadísticas de efectividad ya que en la inseminación artificial tendría solo un éxito del 10%. En ese momento nos lo planteamos muy a largo plazo ya que justamente en septiembre yo empezaba un nuevo proyecto de trabajo y económicamente tampoco nos lo podíamos permitir.
Llegado este momento y situación decidimos dejar de ‘’pensar’’ en ello y simplemente posponer la decisión sobre cómo abordar económicamente el tema y si realmente esa es la solución que queríamos. Simplemente seguimos sin tomar precauciones anticonceptivas y que fuera lo que tuviera que ser…
En septiembre, como estaba previsto empecé a trabajar en mi profesión (por fin después de 3 años en Suiza) y exactamente 2 meses después, el 18 de Noviembre de 2018 me enteré de que estaba embarazada.
Era domingo a las 6 de la mañana, me acuerdo perfectamente de cómo fue porque lo que menos me pensaba es en la posibilidad de estar embarazada. El día anterior salimos con unos amigos a cenar y tomar unas copas y yo tenía una semana de retraso, me había pasado alguna vez ya que siempre he tenido reglas irregulares por mi sobrepeso añadiendo que al ver que no te baja te pones más nerviosa y se te retrasa todavía más. Entonces para quitarme la rayada de encima decidí comprarme un test. Lo dejé preparado en el baño con un vasito de plástico para que en cuanto me despertara hacerme la prueba y a las 6 de la mañana me despertaron unas ganas horribles de hacer pis y ya que estaba pues me hice el test, esperé esos segundos infernales sin ningún tipo de esperanza hasta que ahí estaba, mas marcada imposible esa segunda línea. No me lo podía creer, estaba embarazada.
Con esta historia quiero dar esperanzas sobre todo a gente que se come tantísimo la cabeza como yo… que no veía posible ver un positivo en un test de forma natural jamás, no me imaginaba embarazada y pensaba que yo no funcionaba, pero pasó, deje de comerme la cabeza y de pensar en embarazo y por fin, pasó.
No me lo creía pero realmente la cabeza, a veces, nos juega muy malas pasadas.