Queridas amigas:
Poco después de escribir «me siento sola en mi embarazo» descubrí que como la vez anterior, tenía una amiguita nueva (esta vez con el pelo rosa) el me juró y perjuro que solo era una amiga.
Los dos empezamos a ir a terapia por separado, yo porque me olía una depresión posparto y quise evitarla a toda costa y el para aclarar sus sentimientos. En la segunda sesión que él tuvo con su psicóloga le pregunté que qué tal, que si sentía que le ayudaba (puesto que él era reacio a ir al psicólogo) pues su contestación fue «bien, ya le he dicho que nos vamos a separar» ( fue como me dijo que ya no quería estar conmigo de manera oficial) y por supuesto me pidió que diera a luz ahí en vez de venirme a España.
Accedí a hacerlo para que mi hijo pudiera conocer a su padre, aunque fuera por unos meses, y honestamente porque ya estaba en la semana donde no me dejaban viajar. Como yo ya me olía que su amiguita no era solo una amiguita y nuestro hijo venía con una malformación en el pulmón, la cual no sabíamos si iba a ser necesario una operación nada más nacer, le pedí porfavor que hasta que me fuera a España a vivir dejara de quedar con esta chica, para ahorrarme ansiedad y que está no pudiera afectar más al bebé. El accedió de buena gana, lo cual me sorprendió bastante. Días después teníamos cita con el neonatólogo que nos decía si la operación iba a ser necesaria nada más nacer, y la verdad que los dos estábamos bastante nerviosos, hasta que por fin nos dijeron que era muy probable que nunca le tuvieran que operar. Os juro que nunca me he sentido más feliz que en ese momento. Pero veía que mi pareja (o expareja) seguía decaído, más triste que nunca, así que le pregunté, que cómo el día que le decían que su hijo estaba sano y que no necesitaba una operación podia estar así. Su respuesta fue » es que me causa mucha ansiedad no poder quedar con mi amiga». En ese momento se me rompió el alma en pensar en mí pobre hijo y entendí que para mí expareja nunca habría nada más importante que sus propias necesidades.
Las semanas fueron pasando, hasta sobrepasar la fecha en la que iba a dar a luz. Ese día fui a dar un paseo (como siempre sola), y me puse la sudadera que él se puso el día anterior, tenía una tripa tan grande que era las únicas que me entraban. Pues a mitad del camino me encontré un pelo rosa en la parte del sobaco de la sudadera. En ese momento se me pasaron mil imágenes por la cabeza, que si la única manera de que ese pelo hubiera acabado ahí era porque la había abrazado, que se han estado besando, y evidentemente mi enfado iba creciendo y sobretodo pensar en nuestro hijo, en como su padre le estaba exponiendo a él y a mí al coronavirus quedando con una persona que yo sabía que no está a cumpliendo las normas. Una parte de mí me dijo que fuera al coche, que seguramente encontraria más cosas, y efectivamente, debajo del asiento del conductor me encontré una caja de bombones a la mitad.
Subí a casa, con el peso de la tripa, la ansiedad por descubrir todo y le enfrenté. Le pregunté si es que no le importabamos, que entendía que no me quisiera a mí, pero que al estar compartiendo piso y todavía cama me parecía fatal que no cumpliera las normas para evitar el covid.
Después de ese episodio él se tiró dos días metido en la cama (literal) llorando sin apenas comer, diciéndome lo mucho que sentía estar haciendo las cosas mal.
Cuando pasaron esos dos días, en los que me tuve que hacer cargo de todo, llegó mi madre (supuestamente ya tendría que haber dado a luz, y mi madre venía para ayudarme con el bebé) y el ya estaba otra vez super contento. Esa noche rompí aguas, en la ciudad donde estaba no dejaban entrar a nadie hasta el momento del expulsivo. Así que estuve todo el día ingresada sola, y pensando en lo que me venía ahora que iba a ser madre soltera.
El parto fue bien, un niño gordito, precioso y lo más importante, un niño sano. Estuve dos días ingresada, con 20 minutos de visitas al día (solo dejaban entrar al padre) . Por supuesto dolorida, pero feliz de estar con mi niño.
El día que llegué a casa con mi madre ahí pude ver un poco la luz al final del tunel, hasta que mi exmarido me dijo que al día siguiente había quedado a comer con su amiguita. Me hervía la sangre, no me podía creer que valorase tan poco el esfuerzo que había hecho, pero el peor de los golpes todavía estaba por llegar.
Cuando ya estaba el pescado más que vendido entre ellos dos, ella y yo tuvimos una conversación, en las que otras cosas ella me decía que siempre me había respetado mucho a mí y a mi hijo, y que si todavía quería seguir luchando por mí marido ella se quitaba del medio, y que no se podía ni imaginar por lo que tendría que estar pasando. A lo que yo respondí que si tenía que luchar por mí marido después de haber dado a luz a su hijo, seguramente fuera una persona por la que no mereciera mi esfuerzo de luchar. Intenté ser todo lo maja que pude ser con ella, porque entiendo que aún que la rabia me coma por dentro ella no es la culpable, pero es verdad que me quedé con ganas de decirla que si tanto nos respetaba mí y a mí hijo se hubiera quitado del medio mucho antes.
El peor de los días fue cuando mí expareja se llevó al niño a dar una vuelta con ella, jugando a ser la familia feliz que a mí me había prometido tener.
Después de muchas cosas por medio, una despedida emotiva con los sentimientos a flor de piel, mi hijo y yo llegamos a España, donde vivimos con mis padres, que nos cuidan y a mí me ayudan y apoyan muchísimo.
No voy a decir que estoy bien, tengo mis días, hago un duelo por la relación que tuve que de 13 años 11 estuvieron muy bien y por las expectativas de familia que me cree cuando me quedé embarazada. Lo que si puedo decir es que ser madre me ha dado una fuerza que jamás imaginé tener y las ganas de superar todo y de seguir adelante, por mí y por mí hijo.
En cuanto a él, es feliz con su nueva relación ya confirmada. Como padre, a mí parecer le veo un poco disperso, pero tiene sus momentos.
Solo me queda agradeceros que hayáis llegado hasta aquí.
Un saludo a todas.