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    Nuncaloconté on #160641

    He de decir que mi historia no trata de una agresión, pero yo siempre me he sentido muy sucia y culpable por esto, y nunca se lo he contado a nadie.
    A mis 19 años me vi en la situación de no poder pagar mis estudios.
    Así que me puse a buscar trabajo, pero al tener 19 años, sin experiencia y con «mala presentación» -porque por educación no me decían «por gorda»- pues no podía encontrar absolutamente nada, y empecé a desesperarme con las facturas de la matrícula.
    El marido de mi tía, con el que tenía una muy buena relación desde que era muy pequeña – un año o algo así-, (ya que al principio aunque la relación de ellos era un tabú, porque mi tía y él se llevaban 20 años, mis padres siempre les dieron la bienvenida a mi casa) me ofreció un puesto de trabajo en su empresa.
    Tenía una pequeña oficina, casi un zulo, porque apenas tenía ventana. Tendría que dedicarme a organizar papeleo, organizar citas, responder correos, limpiar… No mucho más fuera de lo normal. La condición era que no podría contarlo al resto de mi familia(incluida mi tía), porque tendría problemas con ellos porque por la crisis todos le iban a pedir trabajo y blablablá. Nunca lo entendí del todo, pero al final acepté.
    Me llevaba el desayuno todas las mañanas y me daba el dinero para pagar la universidad y pagar mi transporte público. Al principio, además, me iba dando algo de dinero… nunca tuve un sueldo como tal, simplemente me pagaba gastos y yo estaba contenta.
    Después empezó a salir el ogro. Me encontraba paquetes de condones en la oficina, y empecé a sospechar de que se traía a alguien al trabajo. Lo encontré más de una vez poniéndole ojitos a la chica de recepción. Yo me empecé a ver entre la espada y la pared, porque no podría decírselo a mi tía, que se enfadaría además conmigo por haberle ocultado lo del trabajo y seguir viendo esos gestos tan feos, con los que no se cortaba para nada cuando yo estaba delante.
    Después me empecé a dar cuenta de que me miraba si llevaba vestido, si tenía algo de escote, cuando me saludaba me abrazaba apretando demasiado, cuando me pillaba sentada en la oficina me ponía las manos en los hombros de una forma que hoy en día recuerdo y me da escalofríos.
    Poco a poco se me quitaban las ganas de ir, pero no podía dejar de hacerlo porque necesitaba el dinero.
    Lo último que hizo fue un día para despedirse, me agarró la cara y me dio un beso a la fuerza y le puse cara de asco y le dije que no lo volviese a hacer jamás. Se rió en mi cara.
    Aún así seguí yendo para que me fuese pagando las cosas que me quedaban, pero como yo cambié totalmente mi actitud con él, me pagaba lo mínimo a la semana, y a veces ni eso… Encima, cada vez que venía me daba un miedo terrible, aunque me hacía la dura, y me ponía a llorar cuando se marchaba.
    Mi novio se dio cuenta de que mi actitud estaba muy diferente. Nunca le conté lo que pasó en realidad, pero sí que le conté que no me gustaba estar allí sabiendo que le ponía los cuernos a mi tía con la recepcionista. A día de hoy, cinco años después, no le he contado nada.
    Después descubrí que mi tía había descubierto que tenía una amante, así que lo dejó. Y cuando yo acabé ese curso de la universidad, lo dejé también.


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