Que tire la primera piedra la que esté libre de pecado. A ver cuál de vosotras puede decir que nunca, en su vida, se ha pasado con el tequila/ginebra/ron y la ha cagado pero bien por culpa del WhatsApp.

En mi caso, salí de fiesta con mis amigas el finde pasado después de un par de meses sin querer saber nada de nadie por problemas de amorío. Vinieron a mi casa cargadas de tequila, limón y sal, pusieron ‘Despacito’ a tope y me obligaron a pintarme la pestaña y subirme al tacón para arrastrarme de fiesta por Madrid (benditas amigas que te secuestran por tu bien un sábado cualquiera).

Salimos de mi casa con el ánimo subido, un nivel inadecuado de alcohol en sangre y muchas ganas de quemar la noche. Fuimos de bar en bar por Malasaña cantando un poco de todo, desde ‘A quién le importa’ hasta ‘felices los 4’ para acabar en la discoteca de siempre, en la sala de reggaetón, gin tonic en mano y más felices que unas perdices.

Lo malo fue que, a eso de las 5 de la mañana, cuando me escapé al baño con el único fin de sobrevivir, sentada en la taza del váter me puse a darle vueltas a la cabeza y a pensar en mis ex, en porqué ninguna de esas relaciones había funcionado y porque estaba sola, en un baño asqueroso cotilleando sus muros de Facebook. Del muro pasé a Instagram, de ahí a leer conversaciones de WhatsApp y sin darme cuenta estaba escribiendo al mayor capullo del mundo (¿por qué a este Alba?) lo siguiente:

“Qwe sepasd q tr odfio muccho y q aunw esters tsn buyeno eres unb capiulllo y un cedro”

Nivel de pedo: que me esposen.

Salí del baño cuando oí desesperada a una de mis amigas gritando mi nombre. No es que me estuviera buscando, sino que se acababa de cruzar con el capullo. Sus palabras fueron “Será cerdo, dice que sigues loquita por él el muy asqueroso. No le habrás escrito Alba…”. ¿Quién, yo?

Salí del baño muy digna yo, diciendo este quién se cree que es, como me lo encuentre se va a cagar y cosas de ese tipo. Estuve un rato más y ya me di cuenta de que o me iba o acaba en el suelo pisoteada, así que salí dispuesta a comprarme un trozo de pizza y coger un taxi a mi casa. Peeeeero, en cuanto salí, me topé con Mr. Capullo. Después de un par de “a ti te quería ver yo, que es eso de que sigo loquita por ti”, “cómo se puede ser tan creído” y algún empujoncito ridículo por mi parte, me plantó un beso de esos que te dejan sin aliento, de los que te quedas más pa ya que pa ca y me sonrió con esos dientes blancos y rectos y, pues eso, acabe en su cama con un poco menos de dignidad y con un par de orgasmos de más.

¿Fue un error? Pues sí.
¿Me arrepiento? Del polvo no. De que fuera con él sí.
¿He aprendido la lección? Pues sí, pero con los próximos chupitos se me va a volver a olvidar…

Así que… que me quiten lo bailao y a ver si WhatsApp incluye en su próxima actualización un fitro que bloquee mensajes salientes si detecta muchos errores… seguro que a muchas nos salva de cosas como esta.