Hace 3 años me divorcié. No lo elegí yo, pero desde el primer momento supe que era lo correcto. Luego de pasar dos años en el más absoluto celibato decidí que ya era hora de salir nuevamente al ruedo. Y, tal como hago las cosas yo, salí a darlo todo.
Y lo di todo, ¡y tanto que lo di todo!
Conocí el universo de ligar a través de aplicaciones. Aprendí a jugar y jugué. Mi intención era clara, y durante un tiempo pensé que era fácil jugar. No podía estar más equivocada.
Me he pasado 10 meses «ligando», en chats vacíos, en chats interminables, en citas rápidas y sin recorrido, en mentiras de todo tipo, diversiones efímeras y otras de corto alcance, y más de una ilusión que acabó en la nada misma.
Soy una tía organizada y llevo una lista. No voy a contar todos los que quedaron en el camino que nunca llegaron a materializarse, pero en mi lista hay, hasta el momento, 29 nombres. 29 nombres a los que les puse cara y ojos… Y en algunos casos cuerpo…
No soy de números, pero algún conocimiento de estadística tengo, no se me da mal calcular porcentajes, se nota que estaba atenta cuando explicaron la regla de 3 en clase. Aquí van algunos de mis números:
-Con el 31% salí más de una vez
-Con el 18% más de 2 veces
-Con el 60% me enrollé
-De ese 60% el 90% solo quería sexo
-De ese 60% yo solo quería sexo con 40%
-Con el 25% yo hubiera querido más
-Y con el 17% realmente me ilusioné
-Y la cifra de la que les vengo a hablar hoy, la que más me impactó: un 13,4% conocieron a alguien en el camino
Entiendo que no es un número grande, que en este juego puede pasar. Que si juegas corres el riesgo. Pero. Un gran pero.
Pero en algún momento mis expectativas se truncaron porque otra opción les resulto más atractiva. Porque “conocí a otra chica”.
La última vez fue hace una semana. Y ya no dolió tanto como la primera, o sobretodo como la segunda, pero, ¡joder! Sí que duele. Duele no ser yo a la que eligen por encima de sus otras opciones.
Pero tranquila. Que no es nada personal (¿no lo es?).
Y si, es una cuestión de estadística. Si sigo participando algún día de estos me tocará a mí ser la que elijan. Pero ya me estoy poniendo de mala hostia con el juego. Ya no tengo ganas de jugar al gato y al ratón, de tardar en contestar un whatsapp, de no enviar mensajes equivocados. De fucking “fluir”. De sentirme en un escaparate, porque la oferta es mala y escasa y la competencia voraz. Y de que conozcan a otra.
Es que me estoy cansando del juego. Porque la que está en juego soy yo. Porque son mis emociones, mis ilusiones, mis expectativas, mis incontrolables proyecciones.
Porque creo que al final nunca fue un juego para mí. Y que todo este tiempo me estuve engañando.
Y me están entrando unas ganas locas de “conocer a otro”.