Intentaré ser breve: llevo con mi pareja diez años entre noviazgo y matrimonio, y tenemos un niño de dos. Al principio de la pandemia mi marido perdió el trabajo y a su madre en menos de dos meses, y desde entonces arrastra una depresión que le ha cambiado el carácter y ha perdido las ganas de seguir adelante. No llora ni habla de sus sentimientos, sino que se pasa el día delante del ordenador, sin trabajar ni ocuparse de nada, fumando. No tiene ningún ingreso y de la carga de la casa, el niño y todo me encargo yo. Soy opositora y también estoy en el paro e intento hacer equilibrios para poder con todo. Vivimos de mi paro y mis ahorros. Él no acepta que tiene un problema y no quiere ir a terapia ni a rastras, e insiste que la culpa de su malestar soy yo, que le presiono para salir adelante y trabajar cuando él no ha superado la muerte de su madre. Lleva un año así.
Entre nosotros la cosa va mal, porque estoy harta de vivir con una persona que no intenta siquiera hacer nada por salir adelante. Más que un hombre adulto parece un niño que ha perdido a su madre. Ella era una persona maravillosa y sé que no querría eso para él.
Yo estoy al borde de un ataque, porque siento que debo cuidar de él, del niño, de la casa, sin desatender mis estudios. A veces siento que mi vida ha acabado a los 32 años, ya que él no está dispuesto a luchar y estoy cansada de aguantar sus malos modos, su bordería y su pereza. También me siento culpable porque creo que debería aguantar más por él, que está pasando muy mal momento, pero parece que se ha apalancado en su papel de mártir y en el fondo no quiere salir. Si le dejase así, sería una mala persona, o eso me parece.