Tengo 20 años, voy a la universidad, tengo amigos geniales y una familia que me apoya. En general, salvo algunas pequeñas cosas, me gusta como soy. Cuando la gente me conoce piensa que soy una tía genial, atractiva y segura de sí misma. Pero de vez en cuando salen a relucir mis fantasmas del pasado.

Cuando entré en el instituto para empezar la ESO no fui la típica chica popular. Era tímida, con poca habilidad social, tenía granos, los dientes muy feos y llevaba un peinado extraño. Eso sí, puedo decir que tuve algunos buenos amigos y de hecho cuando recuerdo esos años pienso que era una niña bastante feliz. Aún no me había dado cuenta de ciertas cosas. Solo recuerdo vagamente que una vez una de las chicas «guays» con la que coincidía en una clase se burló de mi ropa y de mis dientes.

A los 15 años me empecé a dejar el pelo muy largo, me quité los brackets, mi figura se estilizó, mis facciones se afinaron y me volví más sociable. Teniendo en cuenta el cambio en general me gustaba bastante a mí misma. Durante los siguientes años estuve contenta, tenía amigos y tuve mi primer novio. Solo de vez en cuando recordaba algunas cosas.
El día de la graduación mucha gente me dijo que iba muy guapa, yo estaba contenta y por la noche uno de los chicos un poco populares quiso ligar conmigo. Luego una amiga me contó que había oído a aquella chica criticar cómo iba yo vestida utilizando un tono un poco burlón pero no hice mucho caso.

Ahora en la universidad todo va bien aunque hace unos días vi algo que me desestabilizó totalmente. Quedé con mis amigas del instituto y en un momento decidimos ver fotos antiguas para echarnos unas risas. Aunque recordaba perfectamente como era yo al principio, cada vez que salía alguna foto mía con ese pelo, esa ropa y esos dientes me dolía. Lo peor fueron los comentarios de al lado. Algunos irónicos, otros directamente ofensivos… En ese momento me entró una ansiedad enorme y sentí mucho odio por la gente que puso eso, por mis amigas por poner las fotos y sobre todo por mí misma. Odié haber sido así y odié no haber cambiado hasta unos años después. Luego pensé que gracias a dios había sido una niña fuerte y feliz y no estaba en Facebook por aquel entonces.

Cuando aquel día llegué a casa lloré y pensé en borrar todo rastro de aquella niña. Después volví a llorar por hacerme ese daño a mí misma. Aunque el espejo me devolvió una imagen distinta, una que esa niña no hubiese pensado nunca en llegar a tener, me volví a ver de aquella manera y volví a oír en mi cabeza la voz de aquellas chicas que alguna vez se burlaron. Todo eso es pasado, pero debo aceptar que es un pasado que me pertenece y debo pensar en esa niña con mucho cariño.

Solo quería contar mi historia. Mucho ánimo a todos los que pasáis o habéis pasado por algo similar, no es fácil olvidar o aceptar. Toda esa gente que alguna vez os ha hecho daño va a tener que tragarse sus palabras y vosotros no debéis dedicar ni un minuto de vuestro tiempo en pensar en ellos.