El sexo con mi pareja es aburrido. Él tiene 22 para 23 y yo cumplí los 21 en marzo, y estamos en la flor de la vida, pero no de la cama. Vivimos solos en un pisito con suerte de que las paredes son de algo más que papel, así que nadie se entera de la vida de cada vecino. Llevamos juntos 2 años y medio y tenemos relaciones desde el primer mes de conocernos, así que la confianza ya ha superado nuestras vergüenzas. Por el tema de mi físico tampoco creo que sea, porque pese a las inseguridades que yo pueda tener referentes a mis 90 kilazos, sé que a él le encanto toda. Sin embargo, creo que yo no siento la misma atracción física hacia él y la verdad es que es algo que me he cuestionado varias veces. Es decir, cuando ves a tu pareja entrando por la puerta de casa después de todo el día sin veros y unos cuantos sin chuscar, ¿es raro que lo último en que pienses sea en echarle un polvo? O cuando se está quitando la ropa, ¿es normal que los tres michelines y las estrías que le cubren toda su panzota te tiren para atrás?
Con mi madre tengo muchísima confianza y puedo hablar con ella sin tapujos, pero cuando me pregunta sobre el sexo mi cara es otra. Soy una persona que detesta las mentiras, así que para qué esforzarme en ocultar la crudeza de esta situación: «pues mama, es que solo me entran ganas de follar con él cuando estoy cachonda porque tengo la regla y mis hormonas se alborotan solo viendo un beso (apasionado y perfecto) por la tele, o cuando llevo 5 días a pan y agua y siento que voy a reventar». Mi madre va para los 48 y hace poco más de un año que se enamoró de su tercera pareja, y su realidad en el sexo debe de ser otra completamente diferente porque esa cara de compasión por mí no se la puede aguantar ni Dios.
A parte de hablarlo con mi madre, este tema ha salido varias veces entre mi chico y yo, y realmente no sé si mejora o empeora las cosas entre nosotros. Para empezar, no puedo decirle que el sexo que tenemos me parece aburrido y que su actitud en la cama es más sosa que el pan sin sal porque se desmotiva tanto que cuando lo vamos a hacer, gatillazo que te veo. Y esta es otra: día que tiene gatillazo, semana de gozo en un pozo. Me explico: mi novio es una persona bastante sensible, y respecto al tema sexual más, porque a la mínima que le digo que algo no me gusta, se deprimen él y su amiguito. Pero no acaba aquí la cosa: por culpa del gatillazo del polvo anterior, en el próximo polvo también hay gatillazo porque el señor no hace más que pensar en no cagarla, no se deja llevar, se tira todos los preliminares bajo presión y eso no hay Cristo que lo suba. Y ahí estoy yo, harta de su picha flácida y corta rollos que más que alegrías me da disgustos.
Pero resulta que, en ese momento, mi señor novio lo único que sabe decir es que le ayude a arreglar esa situación que nos pasa como 2 veces al mes y que yo ya no aguanto más. Creo que no es difícil entender que a una chica de 21 años le gustaría echar unos polvazos del quince y que fueran todos bien. Pero esa no es mi realidad. Mi realidad es que al final me tengo que ver bajando al pilón para que la cosa acabe de animarse y los dos tengamos un orgasmo desastroso, pero un orgasmo. Y vuelta a empezar cuando intentas que el tercer polvo sí vaya bien, pero no.
Otro de los detalles que le he comentado es que me gustaría que él cogiese una actitud de empotrador seguro y decidido, llevando las riendas del asunto y diciéndome lo que hacer, cómo y dónde. Vaya, que me gusta ser algo sumisa en la cama, y a él le gusta la idea y está de acuerdo con tener ese rol. No obstante, el chasco que me llevo cuando lo veo quitándome la camiseta con una sonrisita de Mickey Mouse creo que se puede oír hasta en China. ¿Dónde está el hombre lujurioso que ama mi cuerpo como nadie y hace todo lo que desea con él? Creo que ha salido despavorido por la puerta de entrada con la picha colgando.