Reproducimos un testimonio real de una seguidora:
No es que piense que soy más lista que el resto de la gente, pero siempre he pensado que había cosas que no me podrían pasar a mí,
Cada día veo ciertas historias en las redes sociales, en la televisión y solo puedo pensar en que no pueden ser verdad, que la gente no puede ser tan pardilla.
Hace un par de meses, llamé a mi padre para ver como estaba; me preguntó si ya había recuperado mi número de teléfono móvil. Aquella pregunta me sorprendió, no lo había perdido en ningún momento. Tirándole un poco de la lengua descubrí que, hacía un par de semanas, supuestamente yo le había escrito con un número nuevo diciéndole que había perdido mi móvil. No me quiso contar mucho más. Le pregunté si le habían hecho enviar dinero a algún sitio, pero no me contestó, cambió de tema y no quiso volver a hablar sobre eso. No es que yo sea un lince, pero eso es muy revelador.
No me podía creer que le hubiesen estafado de esa manera, había mil formas de comprobar que quien le escribía no era yo. Pero no, decidió actuar por inercia y se la colaron doblada. Me enfadé mucho con él, sobre todo porque ya le había advertido de ese tipo de estafas, le mandé un WhatsApp de esos que avisan de esas cosas. “Pensé que era fake” me contestó sin más. Claro el aviso era fake pero un mensaje que dice que soy “Su hija la mayor” se lo traga sin problemas.
Alguna vez había oído el refrán de “si ves las barbas cortar pon las tuyas a remojar” y yo creía que no me iba a afectar porque me había hecho el láser.
Supongo que todos tenemos un momento tonto.
Suena el móvil y veo un mensaje de mi banco. Es el mismo número que me envía los mensajes habitualmente. Lo miro extrañada y pincho en el enlace. Pone que he enviado un Bizum de 300 euros a un número que no conozco. No uso mucho el Bizum, pero a veces sí que lo he utilizado, así que reconozco el mensaje. Los términos son iguales, la forma de redactar, todo.
Abro la aplicación de mi banco y veo una solicitud de Bizum. Es algo extraño. Escribo a la asesora, es por la tarde y sé que seguramente no me va a contestar. Justo cuando voy a llamar al teléfono de atención veinticuatro horas, recibo una llamada. Se identifica como asesora de mi banco. Tiene mis datos, nombre, DNI, dirección…. Me dice que están intentando robar dinero de mi cuenta con una acción fraudulenta. Seguramente habrán introducido un virus en mi móvil con algún mensaje de texto, de correos o de Shein. Y si, como poder ser podría ser.
Me agobio muchísimo y empiezo a ponerme nerviosa.
La asesora del banco es profesional, me habla de manera clara y tranquila. Me explica que me va a mandar unos mensajes para anular esos cargos. Que no me preocupe, que ella se encarga.
Y tanto que se encarga, la muy cabrona.
Asustada y desalentada, le doy el número de los mensajes que me manda. Hasta tres.
Después me dice que ya está todo en proceso de anulación. Que en veinticuatro horas todo estará arreglado.
Miro mi cuenta, hay tres cargos de 300 euros, pero yo confío. He revisado los mensajes, el número de teléfono que me ha llamado no era raro, muy similar a la extensión de mi banco. La chica era profesional y me ha explicado la situación…todo parece normal.
No dejo que pasen las veinticuatro horas, que uno es tonto, pero no gilipollas y a los pocos segundos ya empiezo a oler la chamusquina.
Llamó al número oficial de mi banco. Me la habían metido doblada, pero a base de bien. Con esos mensajes le había dado la autorización para ejecutar tres peticiones de 300 euros. Ellos me mandaban la solicitud y yo la había aceptado. ¿Soluciones? Pocas o ninguna. Poner denuncia y reconocer que he sido una idiota. Me han levantado 900 euros, que se dice pronto y se ahorran muy poco a poco y ahora no solo me he quedado tiesa y hay cosas que este mes no voy a poder pagar, es que no me atrevo a decirle a nadie como me han levantado la pasta.
Tanto criticar a los demás y ahora me estaba comiendo yo de lo mismo dos tazas. De esto he aprendido dos cosas, a no criticar las cagadas ajenas, porque mañana me puede pasar a mi y a no fiarme de nadie cuando haya dinero de por medio. He pagado un precio muy alto en dinero y en dignidad, pero también el aprendizaje para tener menos soberbia y más prudencia y que no me la vuelvan a colar.
Anónimo