Hola a todas. Vengo a contaros algo que me pasó, y que poca gente sabe. Supongo que para desahogarme, sacarlo fuera, pero creo que sobre todo para que si alguien en un momento dado está en mi misma situación, pare a pensar las consecuencias.
Leo este foro bastante, y se que habrá alguien que me juzgará, así que de antemano le digo, como bien dice la frase, que si quiere juzgarme, le presto mis zapatos.
Llevo desde muy jovencita con depresión. La situación en mi entorno, incluida familia, era muy tóxica, y servicios sociales llegaron con retraso. No voy a dar más detalles porque no hacen falta. Solo decir que llevo muchos años con depresión y tratamiento, ya no se si por las circunstancias y cómo se te queda la forma de ver la vida, o simplemente, por cuestión de sustancias químicas en el cerebro. Da igual. El caso es que la sufro y la trato. Había pensado muchas veces en el suicidio, había dado pasos hacia él, pero nunca como ese día.
He de decir que en ese momento, vivía con la que era mi pareja. En un momento dado, la balanza se inclinó y ese pensamiento de suicidio pudo más que el «piensa en mañana, quizá sea un día mejor». Así que cogí todas los tranquilizantes que tenía en casa, que eran muchos por cierto, y me los tragué. Pensé (erróneamente) que así se acababa todo. Se acababa el sufrimiento.
Poco más recuerdo, solo el hospital. Los tranquilizantes, pese a sobredosis, aunque estemos hablando de varias cajas, no causan la muerte. No me llegaron a ingresar en planta, sino en urgencias. Recuerdo el alta como entre sueños, no recuerdo llegar a casa.
Al día siguiente era día lectivo. Sonó mi despertador como cada día y me levanté para ir a trabajar. Mandé un whatsapp y fui a por el coche. Me acordaba de lo que había pasado, y aparentemente todo estaba normal. En mi cabeza lo estaba, al menos. Cuando vas borracho, sabes que lo estás, porque notas mareo, se te traba la lengua y demás. En mi caso no. Ni me planteé nada. Era un día normal. Así que me vestí, salí y cogí el coche para ir a trabajar. Pero no, no era normal. A día de hoy lo sigo recordando en tinieblas, pero en ese momento todo lo veía normal. Y si. Como os podéis imaginar, tuve un accidente. E impliqué a más coches. Tuve la grandísima suerte de que nadie resultara herido excepto yo. Y tuve la grandísima suerte que eran las 8 de la mañana y a ningún policía se le ocurrió hacer ningún test de nada. Recuerdo la ambulancia, y a otra chica en ella con un ligero dolor de cuello, pero ya está.
Yo acabé con una lesión de espalda que se agrava con el tiempo y que me recuerda ese día una y otra vez. Alguna herida y quemaduras del airbag, y el despido por parte de mi empresa
Y no paro de pensar que yo, que intentaba suicidarme, casi mato a gente inocente. Hubiera podido atropellar a un padre, una madre con su bebé, o cualquier persona, con familia, con amigos y que no deseaba la muerte. Y sinceramente, lo veo como otra oportunidad que me dió la vida. Porque no entiendo, a día de hoy, como todos los tranquilizantes que aún tenía en la sangre no los detectó nadie. Tampoco entiendo cómo en el hospital me dieron el alta en ese estado, y sin verme ningún especialista. Ni la que entonces era mi pareja cómo no se quedó conmigo ese día en casa para cuidarme o al menos controlar que no hiciese algo así. Pero la que tomó la decisión de tomar todos esos tranquilizantes, la que tomó la decisión de coger el coche, fui yo. Solo yo.
No me hubiera importado morir en ese accidente, obvio, pues intenté suicidarme, pero cada vez que pienso que podría haberme llevado a alguien por delante se me retuerce el estómago. Quería morir, acabar con mi dolor, y estuve a punto de multiplicarlo ese dolor por mil, destrozar vidas inocentes y quién sabe, incluso ir a la cárcel, y más que merecido, además.
Y sí, hoy en día sigo con depresión, con mi tratamiento, y sigo con ideas suicidas. Para que mentir aquí. Intento hacer todo lo posible para estar bien, terapia y demás, pero las depresiones son complicadas y esto no es un relato con final feliz. Bueno, quizá si, porque como digo, nadie resultó herido por la decisión que yo tomé. Tomas decisiones y no piensas cómo pueden afectar a los demás, o como se puede enrevesar todo para que acaben afectando, y hasta puntos insospechados. Así que sí, quizá este sea un relato con final feliz.