Aun recuerdo cuando estaba embarazada. Soñaba con tener a mi bebe entre los brazos para cumplir mi sueño de ser madre. Mi marido y yo volcamos un montón de imágenes que, lo reconozco, rozaban la idealización, pero es que nunca pensé que llegaría a sentirme tan frustrada e infeliz siendo madre como me siento ahora. Y eso que cuidé de mis hermanos siendo adolescente, pero es que la situación de entonces era un campo de rosas comparada con la actual.
Mi bebé desde que nació no ha hecho más que llorar. Al principio pensábamos que era algo físico, pero tras varias visitas al pediatra y a urgencias el diagnóstico fue claro: es temperamental. Un bebé de alta demanda y con un carácter fuerte.
Desde entonces no he hecho más que desear que pasara el tiempo porque escuchar a un bebé llorar todo el día es la cosa más desesperante y frustrante que existe. Nunca quiso carro, la mochila la toleraba a ratos, las siestas en brazos… Los primeros seis meses de la pequeña me los pase encerrada en una habitación a oscuras porque solo así conseguía que durmiera sus siestas, y eso tras mucho rato de llanto que me dejaba psicológicamente hecha mierda.
Llevamos un año sumidos en una cárcel pues con ella no podemos salir a ningún sitio. Dar una vuelta por el barrio se convierte en una tortura.
Siempre ha sido muy despierta y adelantada. Cuando nació ya tenía el cuello rígido y nunca le ha gustado estar tumbada, recuerdo que los médicos alucinaban. Empezó a dar los primeros pasos a los 9 meses, al año prácticamente ya correteaba por toda la casa explorando sin descanso.
El caso es que mi bebé acaba de cumplir los 13 meses y la situación no parece mejorar. Tiene berrinches, llora por todo y todo es susceptible de enfado o rabieta. Se pasa todo el día gruñendo, literal, el silencio en nuestra casa no existe. Gruñe, gruñe y gruñe y da igual lo mucho que te esfuerces para entretenerla porque siempre acaba frustrada y enfadada. Ponemos música clásica, intentamos que el ambiente sea tranquilo, pero nada sirve. Nació con el ceño fruncido y desde entonces parece perpetuamente infeliz. A las revisiones del pediatra ni siquiera pueden visitarla como es debido porque llora, patalea y se retuerce como si la estuvieran matando.
Veo por redes a los demás papás que salen de paseo, a la playa o la montaña y y solo tengo ganas de llorar. No ayuda que mi marido sea de carácter irascible (a alguien tenía que salir la pequeña), porque se retroalimentan y yo acabo al borde de un ataque de ansiedad más de una vez. El Covid lo complica todo porque la logística es muy complicada y acabamos enfadados y estresados casi siempre.
La idea era llevarla a una escuela infantil al año pero el Covid lo ha hecho imposible. Mis suegros son de alto riesgo y contratar a alguien que entre y salga de casa tal cómo está la situación me parece impensable.
No sé que hacer, he pensado incluso en consultar a un especialista para que me ayude a reconducir la situación, pero no tengo ni idea de a quién recurrir. Lo único que sé es que estoy desesperada, incluso he pensado (en momentos de mucho estrés y ansiedad) en el divorcio como vía de escape para poder descansar al menos unos dias al mes y eso que quiero a mi marido, así de mal estoy.
A todo esto, sí, quiero a mi niña más que a nada en el mundo, solo que estoy muy perdida con ella y la situación, me paso las 24 horas a su lado y siento que no soy capaz de cubrir sus necesidades.
Yo quería tener dos hijos y ahora la verdad es que me veo incapaz de volver a pasar por esto. Me siento un fracaso como madre.
No sé porque he escrito esto aquí, quizás por los testimonios que he leído parecidos en el foro y que me han llevado a explicar mi caso, o simplemente para ordenar un poco mi cabeza que está hecha un caos.
Ojalá todo pase y sea una fase cono dicen todos…