Si algo me ha traído a mi esta cuarentena ha sido, a mis 21 años, conocer la verdad sobre mis padres. Una triste, muy muy triste realidad, que necesito contaros un poco por justicia social. Porque mis padres no son tan mayores como para que esto les haya pasado a ellos.
Siempre pensé que mis padres habían sido de esas parejas de toda la vida que se conocen, se quieren mucho, se casan y tienen hijos. Algo súper tradicional sí, pero donde los dos eran felices al completo. Resulta que no, que esa historia que quizá algún día me contaron o que yo supuse, nunca existió.
Esta cuarentena hemos desempolvado viejos álbumes de fotos que estaban en el altillo de casa. Fotos de los 70, donde mis padres todavía eran unos jovencitos con mucho que aprender. Vi la cara de mi madre emocionada mientras revisaba cada fotografía y me llamó mucho la atención su mirada cuando le pregunté por una chica que salía junto a ella en muchas de sus fotografías de un verano en la playa. Muy pensativa me dijo que era una amiga a la que no volvió a ver desde aquel verano. Mi madre tendría entonces unos 17 años.
La tarde siguió y revisamos fotografías de su pedida de mano, de su boda (hacía siglos que no veía esas fotografías). Entonces un poco llevada por la curiosidad y la melancolía del momento le pregunté cómo había sido su historia con mi padre. Él en aquel momento no estaba en casa, solo estábamos las dos, y creo que un poco por eso se abrió tanto a mí.
Se sentó a mi lado pensativa, agarró una de las fotos de la playa con aquella supuesta amiga y empezó a hablar. Aquella mujer guapísima era su amiga, sí, pero también su primer y único amor. Una relación en secreto que no fue capaz de contar a sus padres, mis abuelos, y que terminó tras aquel mes en la playa por culpa de su cobardía.
Mamá conoció a papá en la universidad. Se hicieron amigos en seguida, y pronto comprendieron por qué eran tan compatibles. Ambos necesitaban una coartada, algo que les ayudase a vivir libres de los comentarios de familiares y gente. Libres de poder querer a quien les diera la gana sin ser juzgados. Sí, mis padres se hicieron pasar por novios aunque mi madre seguía completamente enamorada de aquella chica, y a mi padre le gustaban los hombres. Se acostumbraron a esa relación de amistad y amor encubierto y siguiendo lo que dictaba la vida, se casaron, se fueron a vivir juntos. ¿Y cómo aparecí yo? Pues porque el roce hace el cariño, y nunca habían descartado darle un nieto o una nieta a sus padres.
En todo este tiempo mi padre ha tenido parejas ‘secretas’ que yo no me puedo ni imaginar, tampoco les voy a exigir que me lo cuenten todo. Mi madre en cambio no ha sido capaz de olvidar a aquella chica preciosa de las fotografías, no ha estado con nadie más que con mi padre, que la adora y le da su vida, pero como la mejor amiga que se puede tener en el mundo.
Me ha costado asimilarlo, me entristece tanto que toda su historia se base en una mentira para no ser juzgados por una sociedad homofóbica… Pero sé que ellos se quiere, se apoyan, y son todo lo que necesitan para vivir. Ahora la que me preocupa es mi madre, ojalá ella pudiera volver a enamorarse como cuando era casi una niña, qué injusto es todo…