Hoy me siento triste. Me desperté en medio de la noche, aún un poco borracha, y sentí vergüenza y tristeza.
Me he levantado esta mañana inusualmente temprano y por más que lo intento sigo triste, porque ayer hablé delante de varias personas de la primera vez que abusaron de mi.
Y digo la primera vez porque en la vida de una mujer, a veces pasa, que se suceden distintos episodios de acoso y abuso, aunque en ocasiones no los queremos llamar así porque parece más fácil quitarle importancia, pero no lo es. En mi vida cuento 3 momentos de abuso, acoso y agresión sexual, y a día de hoy hablo de ellos abiertamente porque no me voy a callar más.
Pero siempre que lo hago, siempre que lo relato se produce ese silencio de expectación e incomodidad, esas miradas de pena, furia y a veces, incredulidad.
Ayer ocurrió eso mismo, me preguntaron por un chico con el que estuve con 14 años entre risas y yo dije secamente que ese chico es un violador y que no quiero hablar de ese tema con risas.
El perpetuo mi primer abuso, cuando yo tenía 14 años.
Era la segunda vez que me besaba con alguien, me sentía nerviosa, como se tiene que sentir una niña de 14 años cuando conoce a un chico que le gusta. El me llevó a un sitio oscuro al que yo no podía acceder bien porque llevaba tacones y él me tuvo que ayudar.
Me dijo que se quería acostar conmigo y yo le dije que no en varias ocasiones. Siguió besándome encima de mi y me bajaba las bragas insistiéndome y masturbandome con fuerza. Yo seguía diciendo que no, él se enfadaba cuando yo me subía las bragas.
Me bajó las bragas de nuevo y me intentó penetrar, y le dije que parara y me levanté. Estaba asustada, estaba avergonzada, y él me dijo que al menos se la chupara porque no había ido hasta allí para nada, y yo, con muchas ganas de llorar accedí. Y cuando lo estaba haciendo me sentí repulsiva y paré, le dije que no lo iba a hacer, que no quería y que estaba harta que me quería ir inmediatamente. Tal fue su enfado que se marchó y me dejó allí, si poder salir, a oscuras y sola. Llamé a una amiga y vino a por mi, me tiré toda la noche llorando.
Me tiré años llorando porque el le dijo a todo el mundo que yo era «una guarra que se la había chupado y que se me corrió en la boca» y todo el mundo se rió, todos menos yo, que lo negaba enérgicamente y que me sentía sucia y estúpida.
Ayer lo conté e incomodé a todo el que me escuchó, pero no me arrepiento.
Porque no voy a ocultar nunca más lo que me hizo cuando yo tenía 14 años, porque esa historia y mi silencio me ha hecho llorar más veces de las que quiero o puedo admitir.
Hablarlo lo hace real y hacerlo real me hace sentir triste, pero me hace reconciliarme conmigo misma y saber que yo no hice nada malo, que no era sucia ni una guarra, que no me tengo que avergonzar de nada porque yo no hice nada.
Si incomodo a alguien cuando le cuento un abuso no lo siento, no voy a disimular más y no me voy a callar más.
Yo me estoy curando porque hoy, estoy triste, pero ya no tengo ganas de llorar.