Bueno, he hablado con una amiga y tengo su permiso para contar nuestra experiencia compartida.
Tanto ella como yo nos conocemos de hace años, desde la infancia; no sólo compartimos condición sexual diferente (ella es lesbiana, yo bisexual), también somos rellenitas, o «curvosas», como cariñosamente designo. La diferencia radica en que yo he tenido, digamos, más «suerte» con las chicas y los chicos (dicen que en la bisexualidad hay más opciones, pero os juro que no es para tanto, que aguantarse a sí misma y luego a otros y a otras es agotador) pero mi amiga, no: ha sufrido mucho por sus problemas de autoestima, tanto, que ha llegado hasta el extremo de llegar a una enfermedad (trastorno alimenticio) e intentos de suicidio (a raíz de la depresión).
En nuestra adolescencia, todo cambió: los cambios hormonales se descontrolan en los cuerpos y en ambas, padecimos el sobrepeso; ella se esforzaba por intentar adelgazar, yo he tenido más suerte, pues a base de ejercicio y dieta estoy en mi peso, más sólo lo hice por cuestiones de salud (que a mí lo de la estética me la pela) pues en mi familia hay antecedentes por diabetes entre otras enfermedades; y a pesar de que me cuido, estoy «rellenita», bastante, pero me gusta estar así, no aspiro a la delgadez porque me parece una gilipollez – con perdón – muy grande; como todas, tengo mis complejos, pero asumo que no soy perfecta y quien me quiera me tiene que aceptar con kilos de más o menos. Y claro que he sufrido rechazos por parte de hombres y también de mujeres por mis curvas, y por eso deberíamos dejar claro que esto de que los hombres pueden llegar a ser crueles cuando una chica con curvas se presenta y se la tacha de «poco saludable» o «poco atractiva», las mujeres también pueden llegar a ser muy viles. He tenido parejas, hombres y mujeres, lo dicho, he sido afortunada por haberme encontrado a personas que me han querido tal y como soy incluso con mis problemas de hipotiroidismo que provocan que haya temporadas que esté algo más rellenita o menos – curiosamente, yo a estas parejas las he aceptado con sobrepeso incluso: ¿qué más dará si el corazón en una historia es lo que realmente importa? – pero… ¿qué sucede con mi amiga? Por ser más tímida y a pesar de haberla intentado ayudar – os lo juro: he hecho todo lo posible para que mejore y se acepte a sí misma, a mí por lo menos me parece una persona maravillosa – y de que ha recibido ayuda externa – psicólogos, tratamientos, etc – ella sigue mirándose al espejo y odiándose; se siente rechazada por muchas chicas lesbianas que la ven y no tienen reparo en demostrar con su cara de asco que «está gorda», y he tenido que oirla llorar con los argumentos típicos: «que no me quiere porque estoy gorda y fea», «que me quiere pero no deja que me vea con sus amigas», «que sólo me quería para pasar el rato porque era lo único que tenía a mano», etc.
Llegó a enamorarse de una chica que fue compañera mía de trabajo. La chica no dejaba muy claro cuáles eran sus intenciones, pero transcurría el tiempo y mi amiga seguía enamorándose más y más de la chavala en cuestión que, por cierto, no paraba de lanzar señales muy indirectas. Hasta que un día presencié como ésta la rechazaba delante de un montón de gente, en público, insultándola, diciéndole que era «demasiado gorda» para ella, que ella aspiraba a algo más, a una mujer «más hecha y derecha». Esto le rompió el corazón, y el sentido común: con este desamor, mi amiga se aisló, estuvo durante años en ese plan… hasta que llegó a perder más de 70 kilos y quedarse en los huesos. Enferma y diagnosticada, después de tantos traumas, está intentando salir del infierno que supone el estar enganchada a la báscula y a contar calorías compulsivamente. ¿Sabéis que es lo peor? Que ahora que poco a poco se está recuperando – algo de peso, no mucho, pero mira – resulta mucho más atractiva a ojos de aquellas que le han dado la espalda, aquellas que la tachaban como fea y ahora es terriblemente hermosa, pero es que mi amiga ya era hermosa: la diferencia es que ahora está delgada, o mejor dicho, está enferma. Y es muy humillante como una gilipollas, con todas las letras, ahora babea por aquella que ha tenido que estar al borde de la muerta para darse cuenta de que hay que vivir y luchar, que hay que aceptarse.
En suma: que las chicas que amamos a chicas también tenemos que lidiar con mujeres que, por nuestro aspecto físico – sea la forma de vestir, sea el peso, etc – nos rechazan y no nos dan una oportunidad. Que por supuesto que nos podemos quejar de los hombres, pero es que la superficialidad no es patrimonio exclusivo de los varones. Entre mujeres podemos llegar a ser peores enemigas.
Yo deseo de corazón que mi amiga encuentre a alguien que la quiera tal y como es. Sé que es complicado. Pero, por su felicidad, también tiene que pensar que si no se quiere a sí misma, nadie la va a querer. Y todas aquellas que la despreciaron, no merecen ni atención, en serio.