Mi madre es adicta a los mercadillos y no sé cómo ayudarla

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    Mi madre es adicta a los mercadillos y no sé cómo ayudarla

     

    De pequeña odiaba los rastros; pasar un sábado por la mañana rodeada de puestos, con gente dando voces y cientos de personas rebuscando entre montañas de ropa, me parecía lo más aburrido del mundo.  A parte de eso, en mi colegio lo de vestir de mercadillo estaba mal visto, era algo que solo hacían los pobres y claro, cuando tenia que ir a clase con los modelitos que mi madre me compraba, el resto de los niños se reían de mí.

    Con el tiempo comprendí que aquello eran chiquilladas. La ropa que me compraba, aunque barata estaba bastante bien. Con el tiempo le perdí el odio a aquellas excursiones entre telas y artículos de segunda mano y de vez en cuando, hasta iba a visitarlos yo sola por si encontraba alguna ganga. 

    Mi madre, sin embargo, se enganchó a la compra compulsiva de baratijas. Al principio iba cada sábado al rastro de mi pueblo, pero con el tiempo fue descubriendo que cada día se ponían en un lugar diferente e iba visitando cada pueblo tras la pista de las ofertas. 

    Le encantaba el remeneo. Que es como llamaban aquellos dependientes al acto de rebuscar entre montañas de ropa la prenda deseada. Iba levantando capas y capas de ropa hasta que descubría alguna camiseta, un pantalón o alguna falda con el aspecto suficientemente deseable como para que se la echase en el brazo, como quien caza una buena presa, y seguía a la búsqueda de la siguiente. 

    Al principio no le di importancia. Era una especie de afición, mi madre se lo pasaba bien y de vez en cuando me traía algún trapito que, para ser de mercadillo, poco tenía que envidiarle a las tiendas de fast fashion. 

    Pero es que no se quedó ahí.  Poco a poco, cuando iba a visitarla ya no me daba una prenda elegida con cariño que había encontrado rebuscando entre decenas de cosas entremezcladas; ya me tenia preparada una bolsa bien grande llena de cosas que compraba de manera compulsiva. Con la premisa de que si alguna no me gustaba la haría trapos o la pondría en el contenedor de ropa de segunda mano, cada vez fue trayéndome más y más ropa.

    Y yo se lo agradecía, pero me daba cuenta de que aquello no era normal. Que vale que cada prenda costase entre tres y cinco euros, pero es que al final se estaba gastando un pico y, además, ya no era ni siquiera el dinero, era la necesidad que tenía de comprar, así por que sí. 

    Así que hablé con ella. Le mostré su armario, lleno de ropa que jamás se pondría e intenté que se diese cuenta de que yo tampoco necesitaba más ropa. Que a veces era mejor comprar solo una prenda que costase algo más, aunque fuese más cara, que tener todo un armario lleno de cosas que jamás se pondría. 

    Y al principio funcionó. Dejaron de llegar las bolsas llenas de blusas, camisetas y pijamas. No hubo más regalos de modelitos imposibles esperándome cuando llegaba a casa. Sinceramente confiaba en que se le hubiese pasado la fiebre, hasta que empecé a ver que el sótano de mi casa se empezó a llenar de pequeños muebles antiguos, paragüeros de forja y un sinfín de utensilios variados y variopintos que empezaban a amontonarse sin que nadie supiese muy bien que íbamos a hacer con ellos.

    La adicción de mi madre no había desaparecido, solo había mutado. Cuando hablé con ella del tema solo me dijo que le salían muy baratos, que eran de rastros de antigüedades y que cuando los restaurara quedarían estupendos en casa. No sabía bien donde pensaba ponerlos, porque ya no había ni un solo cajón, ni un solo rincón donde meter nada más. Y es su dinero y puede hacer con él lo que le de la gana, eso está claro, pero es que un día de estos se va a tener que salir de la cama para meter tanto trasto. Y yo ya no sé que decirle para que se dé cuenta de que no vale la pena comprar todo lo que sea bonito, aunque sea barato si no lo va a usar, porque su adicción a comprar cada día es peor y yo no se ya que decirle o que hacer para ayudarla para que se de cuenta de que tiene que parar. 

     

    Anónimo

     

     


    Responder
    Ana
    Invitado
    Ana on #949426

    Puede que tenga síndrome de Diógenes..habla con ella para que vaya a un psicólogo

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