Bueno, el título ya resume toda la historia pero necesito escribir esto y ver si así puedo pasar página.
En mi casa siempre se fumó mucho y a mis hermanos y a mí nos preocupaba. Con los años tanto mi padre como mi madre redujeron mucho pero bueno, ahí seguían. Mi padre además era una persona sedentaria y obesa y desde siempre le recuerdo con una tos muy estruendosa, además de otros problemas de salud que controlaba con medicación.
Con casi 70 años falleció de un infarto y aunque nos destrozó a todos, lo cierto es que no me sorprendió debido a su estilo de vida, no así a mi madre que no dejaba de decirme que no se lo esperaba para nada. Una vez que estábamos solas y viéndola tan mal con el tema, intenté explicarle que era una putada lo que había pasado y que podía estar triste pero que intentase no darle vueltas al por qué, porque a cualquier persona le puede pasar y más si lleva un estilo de vida como el de él, aunque los últimos años fumara menos. Entonces fue cuando me dijo, no sé si en un ataque de sinceridad o porque no podía más, que mi padre había reducido el consumo de tabaco pero que fumaba 2 o 3 porros al día. Le pregunté desde cuándo hacía eso y me contestó que hacía ya años, que desde antes de tenernos a los hijos (hace más de treinta años). Le insistí en que eso también podía haber agravado incluso más su salud pero ella me decía que no, que era todo natural. En fin, en este punto la dejé en paz porque no sabía si estaba haciéndose la tonta o si prefería creerlo así. Dejamos el tema después de que me dijera que no se lo contase a nadie, que mis hermanos se enfadarían por haber tenido tanto tiempo ese secreto guardado.
Tres años después de esa conversación no puedo dejar de pensar en ello. Sé que mucha gente fuma, era su decisión y bueno, ahora ya da igual. Pero al saber esto muchos recuerdos volvieron a mi mente y tomaron sentido. Por lo visto él fumaba delante de nosotros en el comedor hasta que un día, cuando yo tenía unos dos años, cogí un papel de fumar y empecé a liarlo como le habría visto a él hacer muchas veces. Esto me lo contó mi madre, yo no lo recuerdo pero sí recuerdo esos tubos cilíndricos encima de la mesa y que me decían que no los tocara. Años más tarde algún amigo usaba unos tubos parecidos para guardar la hierba y al verlos no sabía por qué me sonaban, pero ahora sí. También recuerdo cuando con 10 años encontré un porro en el baño y le dije a mi madre que mi padre se había dejado un porro en el aseo. Él vino corriendo gritándome que era una gilipollas, que de qué coño hablaba y mi madre me dijo que sólo era tabaco de liar. No fue la última vez. Hablar de porreros y drogatas cuando nos enterábamos de alguien que fumaba. Detalles así cada cierto tiempo pero sobre todo sus cambios de humor repentinos y violentos, aunque nunca llegó a levantarnos la mano. Discusiones a todas horas por tonterías. Muchas veces mi madre hablaba de que debería ir a un psicólogo. Ahora no entiendo cómo no cayeron en los porros. Los dientes y las manos negruzcas y temblorosas todo el tiempo, despistes u olvidos de cosas que habían pasado o había dicho pocos minutos antes, más el echarnos en cara que estábamos contra él cuando le hacíamos ver algo de esto. Y sobre todo recuerdo un olor muy particular. Él siempre sudó mucho pero era un olor muy fuerte y ahora entiendo que era el olor a la marihuana. Y mi madre todavía hay días que dice que le dio el infarto porque tomaba mucho café. Y mis hermanos siguen ajenos a todo esto, porque mi madre dice que se enfadarían con ella por guardar el secreto y creo que no es mi deber contarles algo así. Siento rabia y desconfianza por el engaño, porque durante muchos años pensábamos que conocíamos a mi padre y que se le estaba yendo la cabeza. Y siento mucha pena porque se haya ido con el secreto, como si no pudiese ser él mismo con su propia familia, como si creyese que le íbamos a querer menos por eso.